+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
El descanso semanal es un derecho y un deber para todos en nuestra cultura, desde que el emperador Constantino lo decidió para bien sobretodo de los esclavos. Ya antes, mucho antes, basándose en el Génesis, se vio que, así como Dios cesó el día séptimo de toda la tarea que había hecho (Gen 2, 2), así también la vida humana sigue un ritmo de trabajo y descanso. Para los judíos el descanso sabático es un precepto de la ley, que, en tiempo de Jesús, había llevado a situaciones totalmente absurdas cómo el mismo Jesús denuncia (Lc 6, 6-11; 14, 1-6; Jn 9). Para los cristianos el día de descanso semanal es el domingo, el día del Señor Resucitado, también es un mandato sobre todo para que el hombre descanse, sea reconocida su dignidad y pueda dar culto a Dios, reunirse con su comunidad para celebrar la Eucaristía, cultivar las relaciones familiares, fomentar las relaciones culturales, dedicarse al ocio gratuito porque no todo puede ser negocio, cuidar de su salud y sentirse criatura y miembro de la creación. Pero también en otros días de la semana, 15 días, un mes...;
Y es normal. El trabajo, físico o mental, poco a poco va gastando las fuerzas; necesitamos recuperar las energías vitales porque no sólo de trabajo vive la persona, también vive de la Palabra de Dios, de las relaciones familiares, del gozo de la alegría de vivir y convivir con los amigos, con la naturaleza, de la necesidad de crecer en la vida interior y cristiana, etc.
¿Dónde vivir el descanso? Podemos hacerlo en el propio pueblo o ciudad, visitando a la familia, relacionándose con los vecinos y compartiendo con ellos el dolor, la alegría, la fiesta, aunque este año no se puedan casi celebrar, visitando el patrimonio que forma parte de nuestras raíces, gozando en los paseos de las bellezas de nuestros paisajes, de los ríos, de los montes, etc. Por poner un ejemplo: la Diócesis y Provincia de Palencia tiene mucho patrimonio artístico y es de lamentar que otros, venidos de fuera, lo valoren y lo envidien y nosotros, los que aquí vivimos, no lo conozcamos.
Si salimos a otras regiones o de España o a otros países es bueno que vayamos con un espíritu abierto, admirándonos de su forma de vida, de sus tradiciones, arte, sabiduría popular. Tenemos que superar esa postura petulante de creer que lo nuestro es lo mejor y lo único que vale. Se puede y se debe aprender de lo que otros nos enseñan.
Si no vamos a ninguna parte debemos ser acogedores, hospitalarios, aunque hoy hay mucho recelo por el coronavirus; es una nota que nos distingue y nos debe distinguir a los palentinos, muchos son hijos de esta tierra que vuelven a sus raíces, a la tierra que les vio nacer, a renovar las relaciones con los suyos.
«Santificar los domingos y los días de fiesta exige un esfuerzo común. Cada cristiano debe evitar imponer sin necesidad a otro lo que impediría guardar el día del Señor. Cuando las costumbres (deportes, restaurantes, etc.) y los compromisos sociales (servicios públicos, etc.) requieren de algunos un trabajo dominical, cada uno tiene la responsabilidad de dedicar un tiempo suficiente al descanso. Los fieles cuidarán con moderación y caridad evitar los excesos y las violencias engendrados a veces por los espectáculos multitudinarios. A pesar de las presiones económicas, los poderes públicos deben asegurar a los ciudadanos un tiempo desinado al descanso y al culto divino. Los patronos tienen una obligación análoga con respeto a sus empleados» (CIC, 2187).
«Los cristianos deben dar a todos un ejemplo público de oración, de respeto y de alegría, y defender sus tradiciones como una contribución preciosa a la vida espiritual de la sociedad humana. Si la legislación del país u otras razones obligan a trabajar el, este día debe ser al menos vivido como el día de nuestra liberación que nos hace participar en esta “reunión de fiesta”, en esta “asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos”» (CIC, 2188). En las vacaciones debemos pensar también en tantos que no pueden tenerlas por enfermedad, por trabajo, o por no tener trabajo.
Os deseo a todos, lo de casa y los que venís de otras regiones de España o de otras naciones, también a los que salgáis a otras tierras, unas felices vacaciones que restauren las fuerzas gastadas o perdidas, que el ayuden a crecer interior y espiritualmente, para bien de los vuestros y de toda la sociedad.
¡Felices vacaciones, palentinos!