+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia.
Discuten algunos autores acerca de a qué Toribio nos referimos cuando hablamos de él. Porque hay varios santos de nombre Toribio: se habla de Toribio de Palencia, como un monje que vivió en Palencia en el siglo IV-V, eremita, que se estableció en lo que es hoy el cerro del Cristo, antes Cerro de Santa María, y el que es recordado por los palentinos el 16 de abril de cada año con la procesión, la misa y la tradición del pan y quesillos. Otros hablan de otro Toribio de Tuy, y el de Astorga.
Me inclino a juzgar que es el mismo, pero con diversas tradiciones. Nace Toribio a principios del siglo V en la Gallaecia Romana, más concretamente en Astorga, la Asturica Augusta. Es educado cristianamente y peregrina a Tierra Santa, siendo ordenado como sacerdote en Jerusalén. Poco después es de nombrado custodio de los Santos Lugares de Jerusalén. Viendo el peligro que corrían algunas santas reliquias, Toribio, al volver a Astorga, se trajo varias de ellas, entre las cuales estaba parte del brazo izquierdo de la Cruz del Señor, donde él fue crucificado en el Gólgota. Parece que poco después se retiró a Tuy, y al volver a Astorga es ordenado obispo de la ciudad hacia el año 444. No le faltaron detractores y calumniadores. En unión con otros obispos católicos, como Idacio de Chaves, combate la herejía de los priscilianistas, muy seguida en muchas iglesias de la España de entonces. Los priscilianistas negaban la Trinidad, la encarnación del Verbo; Dios era una sola única persona, pero se manifestaba de forma diversa, entre otras doctrinas erradas. San León Magno le apoyará en la defensa de la fe con una carta. Posteriormente preside dos Concilios, en Braga y en Toledo, donde se proclama la fe católica.
En el año 456 los godos destruyen Astorga y le llevan preso a las Galias. Al regreso, se dedica a reconstruir la ciudad; posteriormente se retira a un monasterio. Los fieles le instan a que no les abandone y él lo que hace es bendecir la ciudad desde un montículo cercano a la misma, en San Justo de la Vega, y, posteriormente, vuelve a la ciudad donde morirá en el año 480. Sus reliquias, con la invasión de los moros, fueron trasladadas con las reliquias que él había traído de Palestina, entre ellas la reliquia de la Santa Cruz, a las montañas de Liébana, en el Monasterio de San Martín de Turieno, que con el tiempo cambia de nombre y se llama Monasterio de Santo Toribio de Liébana.
La relación con Palencia proviene del apostolado de Santo Toribio en defensa de la fe católica. Cuenta a la leyenda que no fue muy bien recibido por los palentinos, que le apedrearon, retirándose él al Cerro de Santa María, hoy Cerro del Cristo. El respondió compartiendo el pan y el queso.
¿Qué lecciones podemos sacar nosotros hoy de su vida?
Considero que, en primer lugar, conocer nuestra fe en Dios Uno y Trino, como la confesamos en el Credo. Necesitamos conocer u formarnos más en nuestra fe para poder dar razón de nuestra esperanza ante los que nos pidan razón de ella. No podemos seguir con lo que aprendimos en el catecismo, cuando éramos pequeños. Otra lección es no devolver mal por mal, sino maldición o pedradas por bendición y bendiciones. Es lo que nos enseñó Jesús, el Maestro: «Habéis oído lo que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente; Pues yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario: si uno de abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra» (Mt 5, 38-39). «A nadie devolváis mal por mal» (Rom 12, 17; I Tes 5, 15). Otra lección para muchos de nosotros que hemos ido a Santo Toribio de Liébana por el Camino Palentino y hemos venerado el trozo de la Cruz del Salvador, es amar a Aquel que nos amó hasta morir en esa cruz, llevar nuestras propias cruces y ayudar a llevar las cruces de los demás, particularmente los más humildes, abandonados y solos, los que más sufren.
Os invito a orar con la oración de la Liturgia del día de santo Toribio: «Señor, tú has querido contar en el número de los santos pastores a tu siervo santo Toribio y lo has hecho brillar por el fuego de la caridad y el poder de una fe que vence al mundo; haz que, por su intercesión, perseveremos en la fe y en el amor, y merezcamos así participar de la gloria con que lo coronaste. Por Jesucristo, nuestro Señor». Amén.