1. AMBIENTACIÓN
Podemos colocar un cartel con una de estas frases: “Jesús, Rey y Señor, porque sirve” o, “Tú lo dices: Soy Rey”.
2. RITOS INICIALES
Monición. Bienvenidos a este encuentro de oración y alabanza comunitario. Con la festividad de Cristo Rey acaba el año litúrgico. Esta festividad comporta un homenaje merecido y entrañable a Jesús, el gran testigo de Dios y de la vida. Nada tenemos en contra de este título. Pero recordemos una cosa: Él reina desde la Cruz, o sea, desde la entrega total en el servicio y el amor. Este es el trono de su vida honrada y consecuente hasta el final.
Para nosotros, sus discípulos del siglo veintiuno, Jesús debe ser nuestro único Señor. Eso es ser nuestro Rey. En su memoria celebramos este encuentro y, en su memoria, que se hace presencia viva, damos gracias al Padre reafirmando que queremos seguirlo, porque escuchamos su Voz.
Canto
Saludo. Hermanas y hermanos, bendigamos a Dios Padre y a Jesús, Rey del universo.
Acto penitencial
Tú, que eres salvación para todos: Señor, ten piedad.
Tú, que eres modelo para todas las generaciones: Cristo, ten piedad.
Tú, que nos atraes por tu bondad: Señor, ten piedad.
Gloria
Oración. Dios y Padre providente, que quisiste recapitular todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo, haz que la creación entera, liberada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
3. LITURGIA DE LA PALABRA
Monición a las lecturas. En distintas ocasiones la historia bíblica evoca el sueño y la esperanza de una figura salvadora, que vendrá para liberar al pueblo. Es un anticipo del Mesías Salvador.
Este Mesías, Jesús, es el gran regalo del Padre a la humanidad entera. Vivió con sorprendente dignidad y derramó su sangre por todos. Por eso es el Señor. Pero su reino tiene poco que ver con los reinos de los señores de este mundo.
Lecturas. Dn 7,13-14. Salmo o canto. Ap 1, 5-8. Aclamación. Ju 18, 33-37. Breve silencio
Comentario homilético. Es un gran acierto terminar el ciclo litúrgico del año celebrando la solemnidad de Cristo Rey. Es un título con referencias simbólicas y acentos mesiánicos; ya en el libro del Apocalipsis se celebra a Jesucristo como el “Testigo Fiel”, el “Príncipe de los reyes de la tierra” Pero, como casi todo en Jesús es diferente y chocante, lo cierto es que no vivió como un rey... sino como un servidor; su opción no fue el poder, sino la humildad y el desprendimiento; su trono fue una cruz, y su corona, una de espinas. Desde ahí atrae. Así sobresale su testimonio.
Jesús afirma que su Reino no es de este mundo, sin embargo, sí es para es para este mundo, para transformar las estructuras de poder esclavízante, en estructuras para la libertad en fraternidad universal.
En efecto, Jesús se desmarca de los señoríos y reinados humanos. Aunque su “reino no tendrá fin” -Lc 1,33-, no pretende ser como los de este mundo; tiene otras ideas, otras categorías: “sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar la vida en rescate por todos”. -Mc 10,42-45-. Jesús es reconocido como Rey y Señor porque ha servido a la humanidad como nadie, y porque su testimonio es una provocación a gastarse en misericordia, solidaridad y servicio hasta gastar y desgastar la vida. Qué bendición para la Iglesia y para el mundo si los cristianos fuéramos verdaderos testigos de este “Rey”, si miráramos a los demás con su misma mirada y estableciéramos las relaciones motivados por la fe. Ahí tenemos su ejemplo y su verdad. Ahora nos toca a nosotros mantener la alternativa de ese Reino, que no es de este mundo y sí parta este mundo. Lo pedimos todos los días en la oración de la fraternidad, tal como lo sueña el Padre: “Venga a nosotros tu Reino”. Pero orar no es solo suplicar, sino arrimar el hombro construir y reconstruir. (Silencio de interiorización)
Credo
Oración de los fieles
Por los pueblos de la tierra, para que progresen en la línea que revela el Evangelio: roguemos al Señor.
Por la Iglesia, para que sea testigo del Reino de Dios, sirviendo sin cansancio y con fidelidad: roguemos al Señor.
Por los servidores de la Iglesia, para que confíen ante todo en la fuerza del Espíritu: roguemos al Señor.
Por esta Comunidad para que se arraigue fuertemente en Jesús y mantenga viva su memoria: roguemos al Señor.
Por todos los enfermos y personas que sufren por cualquier causa, para que sientan cerca el servicio fraterno, en ayudas concretas y efectivas, roguemos al Señor.
Por todos nosotros, para que hagamos crecer la fraternidad en nuestro pueblo: roguemos al Señor.
4. RITO DE LA COMUNIÓN
Monición. Comulgamos con Jesús y reafirmamos el deseo de que su amor esté en nosotros y entre nosotros. Jesús sólo tiene una insistencia: que amemos.
Canto
Introducción al Padre nuestro
Señor, Dios nuestro, congregados en tu nombre,
recordamos la antigua historia
que narramos a lo largo de los siglos:
la historia de Jesús de Nazaret,
un hombre que se atrevió a llamarte: Abba, Papá,
y nos enseñó a repetirlo y a sentirlo en el corazón.
Dios y Padre nuestro,
te damos gracias por ese hombre
que transformó el rostro de nuestra tierra,
desvelando una grandiosa visión:
el Reino que un día vendrá, un reino de libertad,
de amor y de paz, tu Reino, plenitud de tu creación.
Recordamos, Señor, que por donde pasaba Jesús
las personas descubrían su humanidad,
se llenaban de una nueva riqueza
y, con el alma renovada,
se entregaban al servicio del prójimo.
Recordamos como habló de una oveja descarriada,
de un hijo pródigo, de los extraviados que no cuentan
y de los pobres sin libertad, sin nombre y sin cariño.
Recordamos que Él fue en busca de ellos,
que siempre tomó partido por ellos
sin olvidarse de los demás.
Aquello le costó hasta la vida,
porque los reyes y poderosos de la tierra no lo toleraron.
Pero Tú nos lo devolviste vivo
y lo confirmaste en el amor.
Así se fundió contigo para siempre
y es para todos Evangelio y Redentor.
Con Jesús, tu amado Hijo, bendito y glorificado,
te decimos juntos: Padre nuestro....
Gesto de la paz
Distribución de la comunión: canto
Acción de gracias
Te damos gracias, Padre, por tus grandes iniciativas en la historia de la Salvación, Hoy, como ayer, sigues llamando a todos a cuidar de tu familia: Pobres, enfermos, tristes, hermanas y hermanos afectados por catástrofes naturales, por guerras fratricidas, por hambrunas que no acaban...
Te damos gracias por Jesús, Él es el hermano mayor, solidario, compañero en el gozo y el dolor, la Voz que llama a levantarse a todos los oprimidos por el mal, el hombre Redentor. Jesús es todo, es el destino del mundo en Dios. NUESTRO REY.
5. RITO DE CONCLUSIÓN
Compromiso. Hacer Reino de Dios en comunión con Jesús.
Oración después de la comunión. Se toma del misal
Bendición
Monición final. Las personas bautizadas creemos en un Señor que reina desde la Cruz, que se identifica con los más necesitados y, que espera de nosotros menos aplausos y más compromiso. Él, alcanzó este título, no ganando puntos, sino perdiendo; no triunfando, sino muriendo; no recibiendo ni acumulando, sino dando. Confesemos en la calle este señorío de Jesús. Sabemos, por experiencia, qué ésta es la única verdad que salva.
Canto final y despedida