En el caso del fallecimiento de un ser querido, la tristeza permite transitar por las distintas fases del duelo que van desde la negación a la aceptación de la pérdida. La tristeza crea un clima adecuado de recogimiento para conectar con nuestro interior, nuestros recuerdos, nuestras zonas más frágiles y vulnerables… Este estado emocional, que no suele ser duradero, facilita a la persona cerrar una etapa importante de su vida, reconciliándose con aquellos aspectos que quedaron sin resolver en la relación con el ser querido.
El fruto de la tristeza es la memoria agradecida de la huella que aquella persona dejó en nuestras vidas y la creación de un nuevo espacio de relación con el fallecido a través del recuerdo. En algunos casos, la tristeza se prolonga en exceso, provocando un malestar significativo y un deterioro importante en el funcionamiento habitual de la vida. Aquí es conveniente pedir ayuda profesional. Si te encuentras en esta situación, en el Centro de Orientación Familiar podremos ayudarte.
Miguel Ruiz Prada