Destierra tus oscuridades. Dios ilumina tu vida. Crea luz. Necesitamos creyentes de verdad, atentos a la vida y sensibles a los problemas de la gente, buscadores de Dios capaces de escuchar y acompañar con respeto a hombres y mujeres que sufren, buscan y no aciertan a vivir de manera más humana ni más creyente.
EVANGELIO
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
- «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?»
Jesús contestó:
- «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
- «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista.
(Jn 9, 1-41)
La «curación de un ciego de nacimiento» es el sexto signo de los que jalonan el evangelio de Juan. Un relato amplio y denso que presenta una sucesión de escenas a modo de “proceso judicial”, que explican el significado de la curación: descubrir “quién” es el que realiza el signo y “con qué autoridad” lo ha hecho. Jesús se da a conocer como la luz en medio de las tinieblas.
Tras la curación del ciego, relato similar a otras curaciones en los evangelios, se desarrolla el “proceso”. Los vecinos y familiares, el ciego y sus padres van respondiendo a un interrogante de fondo: “¿quién es ese que ha realizado la curación?”. Y, paso a paso, se llega a la respuesta definitiva en labios del ciego: «Creo, Señor, que tú eres el Hijo del hombre».
Jesús abre los ojos del ciego y éste abre sus ojos a la fe; Jesús ilumina su vida y el ciego se deja iluminar, sale de la oscuridad y renace a la luz. El que ha sido iluminado, ahora puede iluminar la realidad que le rodea, ser faro, testigo que refleja la luz manifestada en Jesús.
TESTIMONIO
María Ángeles
“Hace 10 años que trabajo en los servicios sociales y ahora desde hace 1 año y pico trabajo atendiendo al público, a todo el que viene a pedir una cita. Yo intento dar una respuesta lo más agradable y cariñosa posible, al estilo del Evangelio. La gente que viene a los servicios sociales no siempre es la gente más “bonita” de la ciudad pues es la gente necesitada: unos por pobreza, otros por la discapacidad, otros porque tienen a su madre enferma y no saben qué hacer con esa situación. Mi función es entonces acercar la administración a la gente que tenga la menor dificultad posible en hacer un expediente, que no se les parezca un mundo, que sea lo más simplificado posible”.
Charo
“En el momento que salimos de casa ya estamos en la vida pública, ya somos los cristianos en la vida pública. Lo que a mí me gusta realmente es estar presente en todo lo que se nos propone a nivel de la sociedad civil y a la vez dar visibilizar a todo lo relacionado con el mundo laboral: el día de la Iglesia por el Trabajo Decente, en la Jornada Mundial de los Pobres y el Día de la Mujer”.
Rebeca
“Desde que entro en los grupos de la JEC me involucro en todas las propuestas que me van haciendo desde este movimiento y desde ahí y la lectura creyente de la realidad me voy implicado en la vida de mi pueblo, en la asociación, como teniente alcalde, como sindicalista en enfermería...”
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ORACIÓN
Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en mis ojos para que tengan vista.
Pon tu mano en mis ojos miopes,
para que puedan mirar más allá
de la costumbre, la familia y la comunidad,
y ver al hambriento, al sediento, a los siempre pobres.
Pon tu mano en mis ojos endurecidos
por el paso de los años y los fracasos,
para que se transformen
en ojos emocionados, capaces de llorar.
Pon tu mano en mis ojos cansados,
que no alcanzan a distinguir bien cosas y personas,
para que adquieran juventud y claridad
en este mundo convulso y cambiante.
Pon tu mano en mis ojos enfermos,
mal acostumbrados y poco cuidados,
para que recuperen la salud
y puedan ver sin engaño en plenitud.
Pon tu mano en mis ojos heridos
por tantos golpes, luces y fogonazos
que han recibido de la vida
cuando intentaban verla en profundidad.
Pon tu mano en mis ojos superficiales,
que pasan rápida y febrilmente
por todo lo que encuentran y se les ofrece,
pero evitan encuentros y compromisos estables.
Pon tu mano en mis ojos ciegos,
clausurados a la vida y a la luz,
para que vuelvan a ver la vida y tus signos
con paz, ilusión y movimiento.
Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en nuestros ojos para que tengan vista.
Florentino Ulibarri