Despertar en medio de la desazón

Despertar en medio de la desazón

San Pablo escribe en su Carta a los Romanos: “no os ajustéis a este mundo sino transformaros por la renovación de la mente para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios” (Rm 12,42). La situación actual en el mundo nos invita a desarrollar una mirada crítica a nuestra sociedad, re-activarnos como cristianos, salir de la perplejidad que nos paraliza tantas veces. “Levántate” dice Jesús, también a nosotros hoy. Fácilmente caemos en la trampa de “habriaqueísmo”, quejándonos sobre el rumbo de las cosas pero sin hacer nada (cf. Evangelium Gaudium, 96) .

Si Cristo nos invita a seguirle, no podemos quedarnos en la cuneta, pensando que el mundo es malo y es mejor estar fuera del mundo como “una cofradía de ausentes” (J.Guéhenno). Tenemos responsabilidades concretas en esta sociedad. Somos una misión en nuestros trabajos, en nuestro tiempo de ocio, en las instituciones y en la esfera pública con especial acento en la vida política. (cf. Papa Juan Pablo II, Christifideles Laici, 2). Desde luego el cristiano debe respetar otras opciones, otras ideas y, coincidiendo en un humanismo ético, luchar juntos contra cualquier insulto, difamación y tergiversación de la verdad por intereses partidarios, personales o ideológicos.

Hay que superar una inclinación comprensible pero errónea de permanecer en la esfera privada, fuera de la política, porque tal postura está precisamente en contradicción con nuestra misión como cristianos y cristianas en el mundo: “ser sal y luz en el mundo” (Mt 5, 12-17; Cf. también “Gaudium et Spes”, doc. Vaticano II). Aunque es un hecho innegable que todos somos vecinos en este mundo globalizado, no obstante … no somos hermanos. Más bien somos competidores y enemigos (Cf. Benedicto XVI, Caritas in Veritate).

El individualismo es un rasgo muy significativo en nuestra sociedad de continua auto-referencialidad y auto-justificación, a veces patética. Se trata de un individualismo con una dinámica nefasta que rompe los vínculos y con ello la empatía, la confianza, la cercanía y el respeto. Además, este modo de ser produce un relativismo moral donde la verdad ya no importa. Y si la verdad no existe, pues la mentira tampoco. Y esto es peligroso. Se necesita urgentemente una renovación de la mente, como dice San Pablo, para aprender, crecer, dejarnos transformar, liberarnos de antiguos hábitos, vivir de modo esperanzador y respetuoso con todo lo que vive y quiere vivir.

Para reflexionar en profundidad sobre esta tarea y luchar contra el individualismo tan típico en la cultura del desencuentro, nos ayudará el mensaje hermoso del Papa Francisco para celebrar el 56 Día Mundial de la Paz ( 1 enero 2023): “Nadie puede salvarse solo”. La mejor política debe estar al servicio del desarrollo integral de tantas personas en nuestro mundo que ahora están inmersas en la más severa pobreza, atadas a una cadena de injusticias que claman al cielo).

Por lo tanto el mensaje evangélico tiene una dimensión socio-política importante. Los cristianos, en colaboración con todas las personas de buena voluntad, tenemos un claro compromiso para cambiar las estructuras económicas y sociales injustas que bloquean el camino hacia la justicia y la paz. Debemos trabajar -a cualquier nivel, pero sobre todo a nivel de la política- para abrir vías hacia una cultura del encuentro y de amistad social (cf. también Papa Francisco, Fratelli Tutti, Cap. V).