El Plan Diocesano de Pastoral sitúa en el centro la Buena Noticia. Como sueño y realidad compartida, como experiencia personal y comunitaria, como esperanza que recrea la vida y regenera la humanidad. Soñar la Buena Noticia es estar en sintonía con el sueño de Dios para la humanidad. Hacerlo nuestro, convertirlo en nuestro deseo, nuestra aspiración, nuestra búsqueda, nuestra misión. El Adviento es tiempo de buenas noticias, de promesas que se cumplen y de sueños que se realizan.
Comenzamos este tiempo en un contexto en el que el mundo entero vive convulsionado por tantas circunstancias que nublan el horizonte, nos llenan de temor y despiertan dudas y perplejidades sobre nuestro presente y nuestro futuro. Son muchas las situaciones de dolor, de injusticia, de violencia, de guerra, de fracaso medioambiental, etc., que todavía están pendientes de solución. Pero el Adviento, la promesa de que Dios está presente y llega en medio de nosotros, nos invita a levantar la mirada, a perder el miedo y a soñar esperanzadamente.
En nuestra Diócesis estamos viviendo una travesía de esperanza: hemos comenzado una nueva etapa orientada por el recién estrenado Plan Diocesano de Pastoral; estamos en vísperas de la llegada de nuestro nuevo Obispo, D. Mikel; inmersos con toda la Iglesia en un proceso sinodal, cargado de expectativas y llamadas. Un tiempo para soñar como Iglesia y como Diócesis.
En la Sagrada Escritura los sueños tienen un significado particular. Son expresión de intimidad con Dios y de cómo este se manifiesta en la propia intimidad: son signos de su revelación, de apertura de horizontes, de caminos que transitar o profecías que proclamar. Basta con recordar los relatos de José, el hijo de Jacob, y de Raquel (Gen 30, 22-24.37.39-50), los de Daniel (Dn 7), o los de José en el Evangelio de Mateo (Mt 1-2). En ellos, en sus sueños, Dios hizo resonar su palabra, compartiendo sus propios sueños; aquellos llamados a encarnarse en la historia de un pueblo a través de personas concretas.
Los textos de la Palabra que leemos y escuchamos, así como la liturgia de este tiempo de Adviento, son una invitación a soñar; a leer los acontecimientos que vivimos en clave de “signos de los tiempos”, en clave de una llamada que va por delante, que ve más que nosotros, que nos invita a seguirla. Los profetas sueñan. Jesús también sueña. El Reino de Dios es el gran sueño de Jesús.
El tiempo de Adviento nos recuerda que, si nos quedamos sin sueños, nos quedamos sin nada. Conviene no olvidar que todo lo que merece la pena empieza con un sueño. Una familia, un amor, un proyecto, una comunidad… todo empieza con alguien cultivando una idea (que en el momento tal vez parezca una locura) y diciéndose que vale la pena trabajar por hacerla realidad. Cuantas cosas que hoy damos por sentadas y consideramos muy normales, un día no lo eran. Más aún, para la mayoría se trataba de quimeras. Hoy son una realidad porque alguien se atrevió a soñarlas, se atrevió a pensar que eran posibles.
Adviento es tiempo de sueños, tiempo para soñar juntos la Buena Noticia. Con Isaías, con Juan Bautista, con María, con el pueblo que confía y espera, nos iremos adentrando en los deseos soñados, en las esperanzas calladas, en la vida prometida, en la Buena Noticia profetizada.
EL ADVIENTO... DOMINGO A DOMINGO
Primer Domingo: “Soñar despiertos”
Los sueños con posibilidades reales son los que se sueñan despiertos. Soñar con los ojos bien abiertos para mirar con hondura la vida, a las personas y a los pueblos, a nuestro mundo, para poder descubrir ahí a Dios que “habita y trabaja”. Porque el Señor llega constantemente a nuestra historia, a nuestra sociedad, a nuestra familia, a nuestros amigos, a lo que ocurre en la calle, a lo que leemos o escuchamos en las noticias, en cada situación o acontecimiento de la vida.
Soñar despiertos es tener los pies en la tierra y en medio de la realidad de cada día preguntarnos (y, si es posible, respondernos): ¿hay algún brote de vida por ahí? A pesar de todas las duras realidades que vivimos, es necesario escudriñar y descubrir vida donde otros no saben verlo. “Prestar atención para poner intención podría ser una buena síntesis del Evangelio. Prestar atención que significa parar, observar, sentir, gustar y saborear la vida para poner intención y construir hábitos para el bien” (Sebastián Mora).
El Mesías está en cada persona que espera. El “mesías” es cada persona que cree en lo mejor que Dios puso en la creación; quien sabe reconocer lo positivo, las posibilidades ocultas que reverdecen sin notarlo. Sueña despierto quien sabe ver las “señales”. “¡Velad!”
Segundo Domingo: “Soñar y escuchar”
Isaías invita al “heraldo” a subir al monte y hablar palabras de esperanza. Tras 300 años de silencio, en Israel, surge la voz de Juan Bautista, que dice palabras nuevas que conmueven a la gente. Acuden hasta él para indagar, en el diálogo, quién es, qué hace y qué quiere. El profeta escucha, interioriza y luego pronuncia palabras sabias, palabras que llegan dentro, palabras que movilizan.
Escucharle a Él, al Señor; escucharnos los unos a los otros; escuchar los susurros de la vida; escuchar a los que sufren; escuchar a los profetas... Escucha, diálogo y discernimiento son una voz como Juan, un testigo y profeta de esperanza, que pone en pie y en movimiento, que convoca a “preparar el camino”: a reparar y transformar, a enderezar e igualar, a tender puentes y tejer redes, a restablecer lo roto y deteriorado, a curar y sanar lo herido.
En medio de una sociedad con tantos achaques de sordera, de autosuficiencia y agresividad, necesitamos escuchar palabras que “allanen el camino”, que faciliten “el Encuentro” y “los encuentros”: en el mundo, en la familia, en el vecindario, en el trabajo, en la comunidad, en uno mismo… Las necesitamos y hay que acertar a escucharlas. “Una voz grita: ¡Preparadle el camino al Señor!”.
Tercer Domingo: “Soñar y abrir caminos”
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Los buenos sueños movilizan la esperanza, desvelan posibilidades, abren el horizonte y ponen en marcha. Juan Bautista no sólo es “la voz que grita en el desierto”. Es también quien señala con el dedo a quien ha de venir: Jesús, el Camino. Pero no sólo señala, da pasos por ese camino, ofrece pistas, se adelanta. “Lo que todos podemos y debemos hacer, si es que alguna vez va a haber un mundo justo, es comenzar a vivir de la misma manera en que tendríamos que vivir en ese mundo” (Everet Reimier). El profeta, con su misma vida, inicia ya caminos nuevos y los abre.
En un mundo sombrío y triste, donde la esperanza se ve amenazada, el Adviento nos invita a ser, como Juan Bautista y tantos otros, en mundos muy diversos, profetas de la esperanza, profetas de la alegría, profetas que abren camino. Es la invitación también de Pablo en este domingo: «Estad siempre alegres». La alegría de vivir internamente que Dios nos cuida y custodia. La alegría de reconocer, apoyar y apostar por los pequeños pasos que hacen camino.
En nuestro mundo sigue habiendo profetas anónimos, que nos invitan a tener sueños, deseos profundos de hacer el bien, de arriesgar, de dejar comodidades, de tomar opciones evangélicas, decididas, profundas, de salir a los caminos… “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”.
Cuarto Domingo: “Soñar y acoger lo nuevo”
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El saludo a María es: «Alégrate... No temas». Manifiesta que Dios la sueña liberada de temores, abierta a la vida, a posibilidades nunca imaginadas. En sociedades atenazadas por el miedo a lo distinto, a los que son diferentes, a lo vulnerable, al futuro... necesitamos escuchar: “No temas”. Necesitamos confianza para percibir y sentir en cada situación lo que María vive: “El Señor está contigo”.
El miedo nos hace levantar fronteras de todo tipo, sólo la confianza posibilita el encuentro. Confiar en que somos portadores de dones unos para otros, confiar en la riqueza de los intercambios, en la dicha que es abrirnos a la gracia depositada en el otro. Confianza que lleva a descubrir la presencia de Dios, naciente y germinal en las personas y acontecimientos. Cada vez que Dios se acerca a nosotros es para volvernos personas fecundas que acogen, generan y cuidan la vida.
El mundo requiere de “muchas Marías” para poder dar a luz proyectos de esperanza, aspiraciones de justicia, deseos de bondad, testimonios de compromiso... “Hágase en mí según tu palabra”.
MATERIALES Y RECURSOS
• Cartel y lema para el tiempo de Adviento.
• Hoja para cada domingo. Ofrece recursos para poder utilizar cada quien como crea conveniente: lema para cada domingo, texto del Evangelio, una historia, un texto para la reflexión y una oración.