Pascua24 - Cuarto Domingo

“La alegría de acompañar. Cuidar la Vida y hacerla crecer”. Este es el lema que nos va a acompañar y animar en el Tiempo de Pascua de este año 2024. Y este Cuarto Domingo se centra en seguir apostando por “La importancia de cuidar la Vida y cada una de las vidas”.

 

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EVANGELIO

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. El asalariado no es el pastor, y a él no le pertenecen las ovejas. Cuando ve que el lobo se acerca, abandona las ovejas y huye; entonces el lobo ataca al rebaño y lo dispersa. Y ese hombre huye porque es un asalariado, no le importan las ovejas.

Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce y yo lo conozco, y doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil y también a ellas debo traerlas. Así ellas escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor. Por eso me ama el Padre: porque entrego mi vida para volver a recibirla. Nadie me la arrebata, sino que yo la entrego por mi propia voluntad. Tengo autoridad para entregarla y tengo también autoridad para volver a recibirla. Este es el mandamiento que recibí de mi Padre.

(Jn 10, 11-18)

 

COMENTARIO AL EVANGELIO

Hoy disfrutamos de la lectura de un gran evangelio. iQué bonita es esta parábola! Un Pastor que cuida de sus ovejas, que no las abandona nunca y que da su vida por ellas. Hay otras ovejas que no son de su redil, a ellas también las quiere cuidar y que escuchen su voz.

¿Hemos pensado alguna vez que siempre hay alguien que nos está cuidando y qué se preocupa por nosotros? A veces el paso de la vida nos desorienta hasta hacer olvidar el valor del redil, y el amor de quien nos reúne. Tres huellas del Buen Pastor nos pueden ayudar a no alejarnos del redil: la Palabra, la Oración y la Eucaristía.

La Palabra nos ilumina y nos anima en tiempos de dificultades, nos rescata de atolladeros en los que, por diversas circunstancias nos hemos metido. La Palabra del Buen Pastor es siempre segura, no escucharla supone un desconocimiento de la misión de Jesús.

Con la Oración, el Buen Pastor, se relaciona personalmente con cada uno de los miembros de su rebaño. Con la Oración sentimos la necesidad de entrar en diálogo con Aquel que nos comprende y nos quiere tal y como somos.

Sin la Eucaristía, nos debilitamos. El cristiano que no vive ni participa de la Eucaristía corre el riesgo de dejarse llevar, de alimentarse exclusivamente por alimentos perecederos, que la sociedad ofrece, pero en detrimento de la belleza del espíritu o del alma.

 

PARA PENSAR Y ACTUAR

Debemos construir una Iglesia donde, de verdad sintamos, la presencia del Pastor, Jesús, por el testimonio, la palabra, el interés, la cercanía, la comprensión, etc., a través de aquellos pastores que hablan y actúan en su nombre.

Necesitamos de Alguien que presida y motive nuestra existencia, que nos reconozca con nuestro propio nombre y apellidos. Que nos trate con dignidad y delicadeza, como hace, Jesús, el Buen Pastor.

El Buen Pastor nos ayuda a no conformarnos con aquellos que están alrededor y salir de nuestro círculo con valentía para recuperar a los que hace tiempo se perdieron o los dejamos escapar. El Buen Pastor nos anima a mirar a los ojos a los que tal vez hemos olvidado o marginado porque nos resultan incómodos para nuestra vida.

El Buen Pastor nos empuja a comprender las historias personales de aquellos que viven bajo el peso de ellas. Si Dios perdona... ¿por qué nosotros no? El Buen Pastor nos invita a cerrar el paraguas de tantas ideas que gastan a las personas y que se quedan sobre la mesa. Nos invita a recorrer caminos que nos lleven a las personas, a sus circunstancias y a su realidad concreta. Demos gracias al Señor, en este domingo IV de Pascua, porque sigue encabezando nuestro peregrinar por esta tierra incluso dando la vida por cada uno de nosotros.

 

ORACIÓN: CAMINARÉ

Caminaré siempre en tu presencia
por el camino de la vida.
Te entrego, Señor, mi vida, hazla fecunda.
Te entrego mi voluntad, hazla idéntica a la tuya.
Caminaré a pie descalzo,
con el único gozo
de saber que eres mi tesoro.

Toma mis manos, hazlas acogedoras.
Toma mi corazón, hazlo ardiente.
Toma mis pies, hazlos incansables.
Toma mis ojos, hazlos transparentes.
Toma mis horas grises, hazlas novedad.

Hazte compañero inseparable
de mis caídas y tribulaciones
y enséñame a gozar en el camino
de las pequeñas cosas que me regalas,
sabiendo siempre ir más allá
sin quedarme en las cunetas de los caminos.

Toma mis cansancios, hazlos tuyos.
Toma mis veredas, hazlas tu camino.
Toma mis mentiras, hazlas verdad.
Toma mis muertes, hazlas vida.
Toma mi pobreza, hazla tu riqueza.
Toma mi obediencia, hazla tu gozo.
Toma mi nada, haz lo que quieras.
Toma mi familia, hazla tuya.
Toma mis pecados.
Toma mis faltas de amor,
mis eternas omisiones,
mis permanentes desilusiones,
mis horas de amarguras.

Camina, Señor, conmigo;
acércate a mis pisadas.
Hazme nuevo en la donación,
alegría en la entrega,
gozo desbordante al dar la vida,
al gastarse en tu servicio.

J.M. Olaizola, sj.

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