Homilía en la Ordenación de Diáconos

1. Saludo: Vicarios, Cabildo, sacerdotes, de la diócesis y de otras iglesias, diácono, futuros diáconos, lectores, acólitos, organista, director del Coro, personal de la Catedral, padres y familiares de los ordenandos, hermanos y hermanas.

Saludos a todas las madres en el día de la Madre. Y a los padres, por razón de la consorte.

2. Hay muchas películas que tienen estos títulos: nacidos para ganar, nacidos para perder, nacidos para triunfar, nacidos para correr, nacidos para creer... No sé si alguna se titula Nacidos del amor y nacidos para amar, pero cada uno de nosotros debe protagonizarla. Se titula: “nacidos del amor y para el amor”.

3. El evangelio proclamado es continuación del proclamado el domingo pasado. Jesús hablaba de la relación entre su Padre y Él, Él y nosotros con la imagen de la Vid y los sarmientos. Hoy ahonda en el misterio de comunión en el amor que debe ser el estilo de la comunidad de Resucitado.

Somos los nacidos del amor: nacidos del amor de nuestros padres. Y hoy, el día de la madre, tenemos que reconocerlo de manera especial y agradecerlo. ¿Dónde está la fuente del amor? Dios es amor... el Padre ama al Hijo con el Espíritu; y el Hijo ama al Padre en el Espíritu.

Pero el amor de Dios ha desbordado su misterio de amor y de vida en la creación, especialmente al hombre. Ese amar se nos ha revelado en Jesús. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo, no para condenar, sino para salvar. San Juan dirá que nos ha enviado a su Hijo para que vivamos por Él. Es instrumento de perdón por nuestros pecados. Es el puente por el que nos llega el amor del Padre. Dios nos ha amado primero, sin mérito alguno. Ha salido a nuestro encuentro, se ha abajado, hasta hacerse esclavo, se ha puesto a nuestro servicio y está siempre nuestro servicio, podemos contar con él siempre. Nos ha hecho amigos, para siempre, nos comunica todo lo que ha oído al Padre. Nos ha elegido sin mérito nuestro, ha confiado en nosotros y nos envía para dar fruto. Nos ha comunicado su alegría para que nuestra alegría llegue a plenitud.

Qué gran misterio, qué gran milagro. Nacidos de Dios, del Amor, porque Dios es amor.

4. Nacidos del amor, Nacidos para amar: ¿Cómo corresponder porque amor con amor se paga? Bajo la acción del Espíritu Jesús nos dice: permanecer.

Permanecer: el domingo pasado nos lo decía siete veces. Hoy cuatro. El verbo permanecer alude no a una compañía pasajera y puntual, sino eterna, no a un simple sentimiento, sino una convicción profunda de unión en el amor que aguanta y sostiene en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, en la vida y en la muerte. Permanecer es beber en la fuente del amor, es estar y cultivar la unión con Cristo y a su iglesia, como el sarmiento a la vid; es dejarse limpiar y podar por el Padre; es orar, escuchar su palabra y celebrar los sacramentos para profundizar la unión. Es dar fruto, los mismos que Jesús y de su Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí, justicia. Es amar como él, hasta el final. La medida del amor es amar sin medida, decía San Agustín; amar dando vida y dando la vida. Es estar abiertos a los demás, sin acepción de personas, aceptar al otro sea de la nación que sea, como lo hace Pedro en la primera lectura, sino creerse más que nadie, sino un hombre como tú. Es anunciar a Cristo, revelar a Cristo, como nos decía el salmo., con respeto, gozo y esperanza. Es guardar los mandamientos de Jesús, como él ha guardado los del Padre.

5. Esto lo tenemos que vivir todos los cristianos. Nacidos para amar hoy, en esta tierra nuestra, donde hay graves injusticias, muerte, corrupción, violencia, falta de perdón y misericordia, explotación del hombre y la mujer, etc. Todos tenemos que hacer presente el mayor amor, el misterio de Dios amor, pero cada uno según su carisma en la iglesia. El laico como laico viviendo el bautismo en la realidad del mundo la condición de profeta, sacerdote y servidor, los esposos como esposos, los padres y madre como lo que son, los religiosos y religiosas expresando la generosidad, la docilidad y los valores definitivos, los sacerdotes haciendo presente el amor y la entrega de Cristo, que es Cabeza, Pastor y Esposo de la iglesia.

Vosotros, queridos Daniel y Álvaro, como diáconos. Un Diácono es un servidor. El gran Diácono es Jesús, el que se anonadó hasta la muerte y muerte de Cruz, el que no vino a ser servido si no a servir y dar la vida por todos, el que lavó los pies a los discípulos. Que vuestra vida entera sea hacer presente a Cristo, amigo, vecino, hermano y compañero. Servid a todos con alegría, acoged a todos, dad gratis lo que habéis recibido gratis, la palabra de Dios, los sacramentos de vida, vuestra vida entera hecha sacramento del amor. Amad como él os ama y nos ama. Acompañad a los hombres y mujeres estando cerca del pueblo, de la gente sencilla, de los presbíteros y demás agentes de pastoral. Vuestra misión es hacer presente y transparente en medio de la Iglesia y del mundo a Jesucristo, servidor de la misión del Padre y servidor de los hombres, especialmente de los más humildes, pobres y descartados. Seréis grandes; el hombree es más grande no cuando es servido, sino cuando, Sirve. Tendréis la grandeza de Cristo.

No, lo olvidéis nunca: Nacidos del amor de Cristo, nacidos para amar como Cristo.

Demos gracias a Dios Padre por el Hijo en el Espíritu por su gran amor para con nosotros, el mayor porque nadie tiene amor más grande que el que da vida por sus amigos. Esto lo sigue haciendo en la Eucaristía, en su cuerpo entregado y su sangre derramada por amor.