Homilía en la Fiesta de San Antolín 2018

Homilía en la Fiesta de San Antolín 2018

Homilía de Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA, Obispo de Palencia, en la Fiesta de San Antolín, Santo Patrón de la Diócesis y de la ciudad de Palencia. En la Catedral de Palencia el 2 de septiembre de 2018.

 

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1. Felicitación y saludos: Vicarios, cabildo, sacerdotes, diácono, religiosos/as, laicos todos, lectores, cantores, organista, acólitos, personal de la catedral. Saludo deferente a las autoridades presentes, y a los medios de comunicación social.

2. Un año más celebramos a San Antolín, patrono de la ciudad y diócesis de Palencia, y por él y con él alabamos al Señor. Nació san Antolín en Apamea, en Siria, y padeció martirio en la persecución de Diocleciano. Sus restos mortales fueron llevados a Francia en el siglo VII, y depositados en la abadía cercana a Pamiers. Sus reliquias llegaron a Palencia tras la restauración de la Diócesis por Sancho el mayor de Navarra en el año 1035. Su imagen es elocuente. Murió bajo un hacha, con la ropa de diácono, representando a Jesucristo, el Servidor de todos, y con el libro del evangelio que él hizo la clave de su vida y enseñanza.

3. La palabra mártir, significa testigo. Pero no cualquier testimonio, sino el supremo, dar la vida, entregar la vida por amor. Así lo han hecho todos los mártires, comenzando por el gran mártir, testigo del amor del Padre a los hombres, Jesucristo, el que dijo: nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, que derramó su sangre en la cruz y entregó su vida incluso por sus enemigos. Igualmente, San Esteban el protomártir, San Pedro y San Pablo y casi todos los apóstoles. Tras de ellos una multitud inmensa de mártires a lo largo de los siglos y los años. También en el siglo XX, el siglo de los mártires, donde murieron por la fe tantos hijos de esta Iglesia de Palencia, y en este siglo XXI. No podemos menos de hacer memoria histórica agradecida de todos ellos.

¿Qué hizo San Antolín y los demás mártires? Enamorados de Cristo, porque el que nos amó primero, descubrieron en él y su evangelio la perla por la que merecía la pena darlo todo. Vivieron inflamados en el amor de Cristo, sin separarse de la unidad de la iglesia, un amor más fuerte que la muerte. Mueren por la Verdad; “Al morir, viven; al perder sus almas, las ganan; al negarse a sí mismos, se encuentran a sí mismos; cuando no tenían nada, lo tuvieron todo” (San Agustín). Lucharon con bravura, humildad y paciencia, pero con la fuerza de Dios, vencieron los tormentos; Cristo actuaba dentro de los mártires y los transforma hasta convertirlos en él mismo, pues él es la cabeza y ellos los miembros. Porque murieron por Cristo y con Cristo, hoy reinan con él. Ellos, unidos a Cristo, eran el grano de mostaza o el grano de trigo que mueren para producir mucho fruto. “Nosotros somos el fruto de sus sufrimientos, amores y sudores” (San Agustín). Fueron contra corriente, cuestionaron la sociedad con vida, no dando culto a los ídolos, no al dinero, ni al poder, ni al placer hasta convertirse en personas que molestaban, por eso fueron eliminados.

4. Hoy la Iglesia, todos los cristianos, tenemos que ser iglesia martirial, bautizados mártires. Tenemos que imitar a los mártires. Tenemos que dar testimonio viviendo la alegría de creer y de crear en esta tierra nuestra, haciendo de nuestra vida un don a Cristo y a los hermanos, especialmente a los más pobres y humildes, aunque encontremos resistencias internas y externas. Nos tiene que mover un amor, el de Cristo, un amor más fuerte que la misma muerte y ser fieles hasta el final. “Si no queremos sumergirnos en una oscura mediocridad no pretendamos una vida cómoda, porque quien quiera salvar su vida la perderá” (Papa Francisco. G.E. 90). “No podemos esperar para vivir el evangelio, a que todo a nuestro alrededor sea favorable; siempre ha sido difícil y sospechoso vivir según las bienaventuranzas”. (GE. 91).

Las persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy también las sufrimos sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporáneos que son asesinados y vejados en Siria, en Sudán, en Nigeria, en Nicaragua y Honduras o Venezuela, o de un modo más sutil a través de calumnias y falsedades. Hablamos de persecuciones inevitables, no las que nos ocasionamos nosotros mismos con un modo equivocado de vivir la fe y tratar a los demás que nos llevan al descrédito. Pienso en el sufrimiento del papa y de tantos cristianos del pueblo de Dios y de tantas personas de buena voluntad que se han sentido defraudados por los escándalos de sacerdotes, religiosos y religiosas, y hasta algún obispo y cardenal, por haber abusado sexualmente de menores, o por haber callado con un silencio cómplice ante el sufrimiento de víctimas inocentes. Debemos aceptar el dolor y el sufrimiento, pedir perdón y reparar como hace el papa Francisco, porque todos pertenecemos a la misma familia. No podemos tirar ni la primera ni la última piedra porque todos somos pecadores y no somos siempre testigos creíbles y veraces.

Debemos orar unos por otros, y profundizar en la conversión, personal y pastoral, aunque tengamos que sufrir y negarnos a nosotros mismos, cargando con nuestra cruz y la cruz de los demás. Vivir siguiendo al Señor es imitarle, tener sus mismos sentimientos, y actitudes; es enfocar la vida y la existencia desde el evangelio y la causa del reino. Tenemos que ser cristianos de verdad, discípulos y misioneros, no sólo de nombre, sino viviendo como Jesús y haciendo de nuestra vida un don un regalo para Dios y para los demás. Es verdad que cuesta, que es difícil, pero es feliz (Pablo VI), lleva la felicidad personal y comunitaria.

5. Ánimo, hermanos, y sigamos el ejemplo de San Antolín. Amemos a Cristo y a los demás, entreguemos cuanto somos y tenemos, y viviremos felices aquí y ahora y contribuiremos a la felicidad de los demás, y después de la muerte en la gloria de la resurrección, en la vida eterna.

6. Que San Antolín interceda por esta Iglesia palentina; por los sacerdotes, los obispos, los diáconos, los seminaristas, por los religiosos y religiosas, por los niños y los mayores, por los hombres y las mujeres, por los jóvenes y los adultos, por los enfermos y los mayores, por todas las familias, por las autoridades y por todos los ciudadanos. Que todos vivamos en paz, en fraternidad, en justicia y solidaridad, desde la lógica del don, desde el vivir y expresar la fe, la esperanza y la caridad, que son un regalo de Dios, desde Jesucristo y su Espíritu, dones del Padre a los hombres, unidos en la iglesia, regalo de Dios. Que seamos hombres y mujeres que practicamos la cultura del encuentro, aunque a veces tengamos que sufrir y no ser compren didos. Que, como hemos orado en la primera oración, por su intercesión, sepamos soportar por su amor la adversidad y caminar con valentía hacia Dios. Que así sea. San Antolín, mártir de Cristo: Ruega por nosotros. Todos (Repetir tres veces)

7. Al celebrar ahora la Eucaristía, memorial del martirio de Jesucristo, pidámosle al Padre que nos dé su Espíritu, su fuerza, para honrar siempre el nombre de cristianos como lo hizo san Antolín, nuestro patrón. Que así como Cristo dio su vida por nosotros, así nosotros demos también nuestras vidas por nuestros hermanos, porque no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos y enemigos.