El amor constituye el centro de la experiencia cristiana. Nuestro caminar diario se recorre con pasos de amor a Dios y a los hermanos. No avanzaremos si nuestros pies no dejan ambas huellas juntas.
NUESTRA IDENTIDAD
En nuestros tiempos líquidos, donde todo se nos escapa de las manos y se difuminan las identidades, nada parece sólido y estable. Tantas veces aloramos, en exceso, lo superficial y otras no damos valor a lo fundamental. La reflexión de este domingo pretende ofrecernos luz para descubrir nuestra identidad de cristianos.
A ello responde la pregunta del escriba que se acercó a Jesús. Quería saber cuál era lo más importante que debía practicar, formulado como el mandamiento primero y más importante. ¿Qué nos identifica como seguidores de Cristo a nosotros, debemos preguntarnos también hoy nosotros?
El pueblo de Israel lo tenía bien definido en la fórmula que desde niños aprendían. Repetían diariamente una definición de vida que grababan en su memoria y corazón para, no solo, no olvidarla, sino para ponerla en práctica. Sabían que amar a Dios con todo el corazón y toda el alma y al prójimo como a uno mismo explicaba la razón de su vida y de su fe. En ese amor a Dios depositaban su confianza en que encontrarían fortaleza para vivir.
Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas nos identifica como creyentes. Así nos los desvela el evangelio donde la vida del cristiano se resume en el amor: a Dios y a los hermanos. Dos principios o mandamientos que no debemos separar porque “amar a Dios” supone establecer con los hermanos relaciones de amor, servicio, solidaridad y de compartir la vida.
NO ESTÁS LEJOS DEL REINO DE DIOS
Del personaje que se acerca a preguntar a Jesús cual es el principal mandamiento que se debe cumplir nos queda una vaga sospecha de que buscaba pretextos para no cumplir algunos. Como buen escriba sabía que la ley judía además de los 10 mandamientos tenía 613 normas más que cumplir. Pero tal vez era esto lo que le llevó a Jesús. Quería aclararse, tener bien definido lo fundamental e importante para no perderse por las ramas. De hecho, Jesús le responde con amabilidad y entre ellos se establece un diálogo cercano y donde están de acuerdo en la definición de lo esencial para ser buen creyente. Jesús admira su respuesta y le dice que no está lejos del reino de Dios. Jesús elogia y admira su persona. No estar lejos del reino de Dios es estar cerca de Dios y eso supone una alabanza y un piropo para cualquiera de nosotros. Estar cerca de Dios es el inicio del camino para estar con Él.
PREGUNTAS
Aunque el evangelio comienza con una pregunta y acaba diciendo que nadie más se atrevió a preguntar, también aprendemos del evangelio esa pedagogía del Señor que nos enseña y educa a través de las preguntas que podamos hacerle. Todos nosotros tenemos preguntas. Todos debemos preguntar a Jesús aquellas cuestiones que no sabemos vivir o queremos vivir con mayor autenticidad de nuestra vida cristiana. Como el escriba debemos aspirar a vivir con rotundidad el seguimiento a Cristo y nada mejor que le preguntemos cómo hacerlo. Es posible que no tengamos claro cuál es lo más valioso de mi vida cristiana. Es posible que nos conformemos con ritos externos. Tal vez nos cuesta discernir cómo el Señor quiere que viva mi fe. No tengamos miedo, con coraje y valentía preguntemos al Señor. Formular esas preguntas en mi oración y en silencio harán que el Señor me haga progresar en el camino de la santidad.
José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia