Palabra y Vida - La duda de fe

Palabra y Vida - La duda de fe

Al segundo domingo de Pascua se le conocía tradicionalmente como el domingo de Tomás. Desde el año 2000 el papa san Juan Pablo II también lo dedicó a la Divina Misericordia. Ante la duda de fe, ante nuestra incredulidad de que Cristo ha resucitado, Dios se muestra siempre misericordioso con todos nosotros. En la relación de los apóstoles a santo Tomás se le apoda el mellizo y este detalle lo usa el evangelista para narrarnos la misma historia dos veces. Se trata de la doble aparición de Jesús a sus discípulos. En la primera no está presente Tomás y sí en la segunda. En los dos relatos se repiten algunos detalles como que estaban cerradas las puertas por miedo a los judíos y que el saludo de Jesús consiste en desear la paz a sus discípulos. 

 

Tomás incrédulo

"Tomás, no seas incrédulo sino creyente", le dijo Jesús. Y esta afirmación centra hoy esa aparición de Jesús a sus discípulos. Una llamada a creer en Él superando miedos, dudas y desconfianzas en los demás. Tomás necesitaba una evidencia física para creer en la resurrección. No aceptaba la realidad que los demás le contaban. Su corazón seguía cerrado en su propio pensamiento y no confiaba en lo que le decían. Suspicaz ante lo que le dicen, sino lo comprueba, no encuentra la paz. Su escepticismo le hace decir que solo creerá si ve a Jesús. Como a Tomás hoy el Señor nos dice que no persistamos en no creer. Que la fe es un regalo que Él nos da. Con fe viviremos sin miedos, abiertos a los demás, y especialmente seremos hombres de paz. La incredulidad nos encierra en nuestro orgullo.

 

Tomás desconfiado

Tomás es desconfiado además de incrédulo. No se fía de lo que le digan. No da valor a las palabras de los demás. Cuestiona lo que oye, lo que le dicen y argumentando seriedad no acepta lo que le dicen y exige pruebas para creer. No le falta parte de razón porque Tomás es realista. Quiere comprobar, necesita datos y ser él quien decida. No es muy diferente su carácter con el nuestro. También nos cuesta confiar en lo que nos dicen. Igualmente necesitamos comprobarlo todo. Lo llamamos ciencia. Si no se prueba y comprueba no damos valor a los que nos dicen. Como él somos escépticos, realistas, científicos y nos cuesta fiarnos de los demás. En nombre de la modernidad y de la ciencia lo que no probamos y comprobamos no lo creemos y por ellos somos igualmente desconfiados como Tomás.

 

Tomás el mellizo

Tomás era mellizo, tenía un hermano o, tal vez, hermana, como él. Los científicos dicen que los mellizos son almas gemelas, con los mismos hábitos, costumbres y gustos. Se identifican no solo físicamente, sino que piensan y actúan de forma parecida. No sabemos quién era el hermano mellizo de santo Tomás. Pensemos que somos nosotros. Veamos por qué.

Nosotros, como nuestro hermano Tomás, necesitamos evidencias para creer. Nosotros, como Tomás nuestro hermano, tenemos dificultad para aceptar lo que nos dicen sobre Dios. Nosotros, como nuestro hermano Tomás, desconfiamos de lo que nos dicen, especialmente lo que la Iglesia nos enseña. A nosotros, como a Tomás, nos asaltan las dudas, tanto de que Dios vive y de que Dios nos ama y que siga vivo en medio de nosotros. Como Tomás nosotros también dudamos de que encontraremos la paz en nuestra comunidad creyente. La mayoría de nosotros, como Tomás, dudamos de que Jesús se haga presente entre nosotros cada siete días. Nosotros, como Tomás nuestro hermano, justificamos no creer por no poder ver presencialmente a Jesús y dejamos de creer sino sentimos su presencia junto a nosotros.

 

Domingo de la Divina Misericordia

Una última idea nos lleva a contemplar hoy la Divina Misericordia. Esta fiesta nos descubre el infinito amor de Dios cuya “misericordia es eterna”. Confiar en Dios y en su misericordia sigue siendo la propuesta que nos hace este domingo segundo de la pascua. Cuando estemos llenos de esa confianza en su misericordia viviremos el perdón como experiencia pascual que nos hace hombres nuevos con un corazón semejante al de Cristo. Pidámosle al Señor que siempre experimentemos su amor misericordioso.

 

José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia