Los sociólogos califican a nuestra época como “era del desánimo”, “sociedad del cansancio” y le aplican rasgos como pérdida del "sentido comunitario" (Francisco, EG cap. II), "individualismo posesivo" y cosas así.
Rasgos que nos hacen pensar en una sensación más profunda que, poco a poco, nos va invadiendo: La inseguridad y falta de confianza ante el futuro.
Esta parece ser hoy la enfermedad mayor de las sociedades occidentales, viejas en sus miembros, ricas y satisfechas en bienes, pero, a la vez, miedosas ante lo externo, construyen muros para guardar lo que tienen y carecen de coraje para acoger lo distinto, de imaginación para crear algo nuevo y de ilusión y utopía para construir futuro. Se diría que están perdiendo el futuro. Cuando se pierde el futuro se pierde también la esperanza, y sin esperanza no se puede vivir.
La Palabra hoy nos transmite otro mensaje: En Ex 3,1-8a.13-15, Dios ve la opresión de su pueblo y dice: Este pueblo tiene futuro; Yo voy a ser su futuro, un futuro de libertad. En el pasaje del Evangelio, con la imagen de la higuera, se dice lo mismo: La paciencia de Dios es nuestra garantía de futuro. Dios siempre da otra oportunidad, siempre espera la conversión, siempre es posible, siempre hay futuro.
La comunidad cristiana no está llamada a ser profeta de calamidades, como denunciaba San Juan XXIII. Es comunidad de esperanza y, por lo tanto, de futuro. La sociedad espera de ella el gozo del Evangelio, que llena el corazón y la vida; y espera el don de Jesús que libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento (EG 1). La utopía cristiana, que Jesús llamaba Reino de Dios, es don y, por lo tanto, realidad presente, a la vez que promesa de un futuro más pleno. De esta forma, presente y futuro no son dos espacios separados sino implicados: Construyendo el presente creamos el futuro.
La comunidad cristiana tiene todos los elementos para creerlo así. Dios nos da un futuro y lo pone en nuestras manos; y nos compromete, como a Moisés, para, con palabras y con hechos, ofrecerlo a la sociedad como buena noticia y aliento de vida. Revisémonos primero, recreemos fe y esperanza, oteemos el horizonte, descubramos signos de futuro y fuerzas renovadoras que ya lo impulsan. Pongámonos en el camino.
DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
En aquel tiempo se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió: «Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”.
Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».
Palabra del Señor
UNA HISTORIA…
Semillas
Un hombre hizo un viaje a un país lejano y trajo para sus amigos unas semillas de plantas muy bonitas, con la intención de que las sembraran en los jardines de las casas que se estaban construyendo.
El primero que las recibió las encerró en un recipiente hermético tal como le venían y cuando quiso sembrarlas al cabo de unos años, se habían enmohecido y no pudieron germinar.
El segundo las dejó envueltas en un papel en el rincón de un armario. Vinieron los ratones y las polillas y cuando quiso plantarlas sólo encontró en el armario un maloliente polvillo gris.
El tercero pensó: “Aún no tengo jardín, pero tengo tiestos, las plantaré ahora mismo y las cuidaré y cada año me darán más simiente que iré plantando en las macetas hasta que tenga acabada la casa”.
Así lo hizo y ahora en su casa tiene un hermoso jardín exótico.
EN COMUNIDAD REZAMOS…
Porque Tú, Jesús, caminas sembrando vida y esperanza,
sé que es tiempo de compartir
lo que me has dado, para que
lo administre a favor de todos.
Porque escuchas el grito de los oprimidos,
sé que es tiempo de escuchar
y comprometerme, para luchar
contra tantas injusticias
a las que estamos
demasiado acostumbrados.
Porque conoces nuestros sufrimientos,
sé que tantas penas, que existen
por todas partes,
no pueden quedar
al margen de mi oración.
Por más que tu paciencia sea infinita,
mi tiempo en este mundo no lo es.
Por eso no quiero dejar
pasar en vano esta Cuaresma
Quiero vivir más atento
al valor único de cada momento,
de cada persona, de cada ocasión
que se me presenta para amar.
Quiero vivir muy unido a Jesús,
para poder mirar, escuchar,
sentir y actuar para el bien de todos,
trabajando por tu Reino.