+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
“De acuerdo con todo lo que ha escrito usted el pasado domingo -me ha dicho una persona- pero, ¿cómo amar a Dios? Porque “amar con amor se paga”. ¿Cómo amarle si somos criaturas débiles, frágiles, egoístas, que pensamos demasiado en nosotros mismos? No se trata de pagar una deuda que tengamos con Él, sino de corresponder. Y corresponder como individuos y como miembros de una comunidad que se llama Iglesia.
San Pablo nos dice: «A nadie debáis nada más que amor porque el que ama ha cumplido el resto de la ley» (Rom 13, 8). Aunque torpemente, permíteme que te recuerde algo al respecto; mírate a ti mismo y mira cómo corresponder al amor de otra persona.
1. Jesús lo resumió diciendo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser, y al prójimo como a ti mismo» (Mt 22,36). En el Padrenuestro se dice: Santificar su nombre, trabajando por la venida de su Reino y haciendo su voluntad.
2. Acoger el amor de Dios. Es dejarte amar por Él; desechar todo otro pensamiento o experiencia sobre el amor de Dios. Él te ama, te quiere, te da la vida, te perdona, te acoge... es Padre con entrañas maternales, te quiere y se ha empeñado en tu bien temporal y eterno.
3. Aceptar sus palabras y sus obras de amor, de bondad, de misericordia y de ternura que ha derramado contigo y con todos.
4. Es creer en Él. Y creer en fiarse, confiar siempre y en todo lugar, cuando nos va bien y cuando decimos que nos va mal. “En las duras y en las maduras”. En la alegría y en la pena, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte. Es apoyarse en Él, cimentar nuestra vida y esperanza en Él.
5. Es guardar sus mandamientos, los llamados diez mandamientos que son diez caminos, diez palabras para ser fieles, libres, ser personas y poder vivir en comunidad, en armonía con los otros. Jesús hablaba de «permanecer en su amor» (Jn 15, 9-10).
6. Es orar con Él. Y orar es más que rezar oraciones memorizadas y dichas de carretilla; pueden ayudarnos a orar si sentimos en el corazón lo que decimos con los labios. Es hablar con Él, «hablar de amistad con quien sabemos nos ama», que decía santa Teresa de Jesús. O como decía santa Teresa del Niño Jesús: «Es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto en medio de la prueba como en la alegría»; es encontrase con Él como hijos, pero desde la humildad, sin soberbia, con confianza, y hablar con Él de nuestra vida y la vida de los otros, pedirle, porque todos mendigos de Dios, darle gracias, pedir e interceder por los otros, especialmente los descartados y los más desprotegidos de la sociedad, reconocer sus obras y alabarle, bendecirle, hablar bien de Él. Es adorarle, es decir, reconocer su excelencia y dejarnos querer y abrazar por Él.
7. Es imitarle: si los hijos nos parecemos a nuestros padres, si tenemos algún rasgo físico de ellos, que también se note que somos fruto de su amor; seamos misericordiosos, compasivos, justos, santos, defensores de la verdad y la vida, pacíficos, lentos a la ira, que nos fijamos no en las apariencias sino en el corazón. Que tenemos los ojos puestos en Jesús para amar como Él nos amó y ama.
8. Es amar a los que Dios ama: a los hombres, de cualquier raza, nación, ideología, color, situación, etc., especialmente a los más necesitados. ¿No hacen nuestros padres eso, fijarse y volcarse sobre los hijos más enfermos, necesitados? Pues Dios hace lo mismo y lo vemos en Jesucristo.
9. Es amar toda la creación, o la “casa común” como dice el papa Francisco en Laudato Sí. Cuando escribo esto está teniendo lugar la inauguración del Cop 25. El Papa nos dice que amar la casa común es cuidar la naturaleza. No contaminar, pensar en las nuevas generaciones, etc.
10. Amar es compartir los bienes que tenemos. Dios lo hace con nosotros. ¿Lo hacemos nosotros con los que menos tienen? Y no me refiero sólo a los bienes económicos, que también, sino a todos, al tiempo, los valores, la educación, la salud, la vivienda, la fe, la noticia de Dios, su palabra y nuestra palabra, etc.
11. Es amarse uno a sí mismo. Pero con medida. La medida es amarnos como Dios nos ama. «Dios se ha de amar, pero no como se ama este o aquel bien, sino como se ama al Bien mismo... Amemos, amemos gratuitamente, pues amamos a Dios, mejor que el cual nada podemos encontrar. Amémosle a él por él mismo y amémonos a nosotros en él, pero por él» (San Agustín, sermón 2; 336,2).