+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA Obispo de Palencia
Hoy es el día de Pascua. Pascua significa paso. Celebramos que Jesús de Nazaret, el Cristo, el que murió en la cruz, ha pasado de la muerte a la vida, de las manos de los verdugos y enemigos a las manos de Dios Padre, del frío del sepulcro al seno del Padre y todo por la fuerza del Espíritu, Señor y dador de vida, es decir, por el amor del Padre que es más fuerte que la muerte.
Comenzó este paso en el Jueves Santo, cuando sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, y tomando una toalla se la ciñe; luego echa agua en una jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos... y poco después nos deja la Eucaristía (Jn 13, 1-5).
Con esta celebración de la Pascua concluimos el “triduo del Crucificado, sepultado y resucitado” (San Agustín). Celebramos que Cristo es nuestra Pascua, Él que nos garantiza la esperanza de resucitar, de pasar con Él de la muerte a la vida plena. Pero no sólo hoy, un domingo al año, sino todos los domingos, todos los días en la Eucaristía y en toda la liturgia de la Iglesia, y también cuando celebramos las exequias de un cristiano.
La Iglesia vive de la Pascua. Nuestra fe se basa en la resurrección de Cristo. Dice San Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, vana es vuestra predicación, y vana es también vuestra fe; más todavía: resultamos ser falsos testigos de Dios, porque hemos dado testimonio contra Él, diciendo que ha resucitado a Cristo, a quien no ha resucitado... Si Cristo no ha resucitado vuestra fe no tiene sentido... Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto» (I Cor 15, 14-20). D. Bonhöffer afirma que la resurrección es el decisivo punto de apoyo en donde descansa la historia de la humanidad; es la palanca que mueve la historia como lo hacía Arquímedes.
¿Cómo sabemos que ha resucitado? Nuestra fe no se apoya en pruebas científicas; es algo que supera la ciencia; se apoya en el testimonio de los apóstoles y de los primeros cristianos, como en el de San Pablo que hemos citado. El Nuevo Testamento tiene como trasfondo este hecho. La Iglesia mantiene la esperanza en medio de las dificultades y persecuciones porque Cristo ha resucitado, y si él ha vencido a la muerte nosotros, con Él y por Él también lo haremos. También está el testimonio de los mártires, innumerables mártires y testigos a través de los siglos. Igualmente, tantos sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y laicas, misioneros y misioneras que han seguido a Cristo, trabajando por el Reino de Cristo, entregando su vida por los más necesitados, los pobres, siendo buenos ciudadanos; lo han hecho por amor y con amor.
¿Cómo celebrarla? Con alegría desbordante. En la vida diaria nos alegramos del nacimiento de un hijo o una hija; también cuando nos encontramos con los amigos, cuando triunfa el equipo de nuestros amores y colores ¿Cómo no alegrarnos del triunfo de Aquel a quien amamos y seguimos, aquel que dio su vida para que tuviéramos vida? Por eso la Iglesia canta sin cesar el Aleluya, que significa alabad a Dios; alabamos a Dios Padre porque en Cristo nos libera del mal, del pecado y de la muerte y nos da la vida, una vida nueva, llena de luz y de gozo.
Lo celebramos en comunidad, porque no resucita sólo para el bien de una persona, sino de todos porque, desde que se hizo hombre en las entrañas de María, todos somos sus hermanos. Lo celebramos en la Eucaristía, memorial de su pasión y entrega, y proclamación de su resurrección hasta que Él vuelva. Sin ella no podemos vivir. Y pretendemos celebrarlo en nuestra existencia viviendo como él vivió, amando como él amó, siendo sus amigos, trabajando por su causa, el Reino de Dios que es paz, justicia, amor, vida y verdad en una Iglesia sinodal, que hace el camino en unión fraterna y va tejiendo vida.
Cantemos como cantan los cristianos orientales, también los de Ucrania:
Día de la Resurrección
Resplandezcamos de gozo por esta fiesta.
Abracémonos, hermanos, mutuamente.
Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos odian
y perdonemos todo por la resurrección
y cantemos nuestra alegría.
Cristo ha resucitado de entre los muertos,
con su muerte ha vencido a la muerte;
a los que estaban en los sepulcros
les ha dado la vida.
¡Cristo ha resucitado!
¡En verdad ha resucitado!