La vocación

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

El domingo pasado celebrábamos en la Iglesia el domingo del Buen Pastor. Y era, también, la Jornada de oración por las vocaciones. Para esta Jornada el Papa Francisco nos hizo llegar un mensaje del cual quiero haceros partícipes.

Cuando oímos habla de vocación, pensamos en los sacerdotes o miembros de vida consagrada que sienten una llamada especial del Señor para participar en su misión. Pero no es sólo eso. Es para todos, cristianaos y no cristianos. Vocar, en latín, es llamar. Vocación es sentirnos llamados por Alguien.

Todos hemos sido llamados y seguimos llamados a la vida, temporal y eterna. Es la llamada fundamental a la que cada uno tiene que responder. Cada uno somos una criatura única, querida y amada por Dios, para la que Él ha tenido un pensamiento único y especial; es la chispa divina que anida en el corazón de todo hombre y mujer, y que tenemos que desarrollar en el transcurso de la vida, contribuyendo al crecimiento de una humanidad animada por el amor y la acogida recíproca, porque la fuente de la vida es el amor de Dios y de nuestros padres. Esta vocación fundamental la tenemos que descubrir, valorar, cuidar; pero no hemos venido al mundo sin más para vivir vegetando, sino edificar la familia humana, reuniendo a la humanidad dispersa y reconciliada con Dios, para cuidar al hermano, y cuidar la creación. Hemos de descubrir a qué nos llama Dios; para servir por amor como un médico o un enfermero, o como matrimonio, un periodista, en un trabajo agrícola, o en los servicios, en la industria, la política, la ciencia... Es necesario que, en la familia, la escuela o la universidad nos ayuden a descubrir esa llamada, que no equivale a descubrir sólo cualidades y potencialidades, sino el sentido de la vida y el modo cómo vivirla, no pensando en cuánto se gana, sino en el bien común, en cómo ser feliz respondiendo a lo que soy y así ser felices y hacer felices a los demás.

Dicen que Miguel Ángel Buonarroti, el famoso pintor de la Capilla Sixtina, arquitecto y escultor de la Pietá o del Moisés, dijo: “Todo bloque de piedra tiene en su interior una estatua y la tarea del escultor es descubrirla”. Tenemos que saber ver más allá, y descubrir la maravilla que llevamos dentro; tenemos que dejarnos trabajar por Dios y colaborar con Él en este trabajo: Él lo hizo en la joven de Nazaret, María, y vio a la Madre de su Hijo; en el pescador Simón vio la roca para edificar su iglesia; en Leví publicano reconoció al Apóstol y evangelista Mateo; en Saulo, perseguidor de los cristianos, vio a Pablo, el apóstol de los gentiles. Su mirada de amor siempre nos alcanza, nos conmueve, nos libera y transforma haciéndonos personas nuevas. También dice un proverbio de lejano Oriente que: “Un sabio, mirando un huevo, es capaz de ver un águila; mirando una semilla percibe un árbol; mirando un pecador descubre un santo”.

Pero no nos llama a nosotros solos, aislados, y para vivir para nosotros mismos. Nos llama dentro de una familia, un pueblo, una sociedad, la humanidad. No podemos aislarnos, sino compartir proyectos y complementarnos.

En la Iglesia igual. Nos ha llamado a la vida de la fe, al encuentro con Cristo, a ser hijos y hermanos. Pero dentro de la familia de la Iglesia. Lo haremos si formamos parte de una iglesia sinodal, porque su vocación es caminar juntos y evangelizar; esa es su dicha y misión. La comunidad cristiana también nos ayudará a descubrir nuestra vocación. Nos llama el Señor a ser santos, santos de la puerta de al lado (Ge 6-9).

Dentro de la Iglesia también el Señor nos puede llamar a ser más, a profundizar en aquello que somos, bautizados, en la vocación al ministerio ordenado, como diacónos o sacerdotes para ser presencia e instrumentos del mismo Jesús; o a la vida consagrada, siendo alabanza a Dios y profecía de una humanidad nueva; o al matrimonio, para ser don recíproco, y procreadores y educadores de la vida. Pero unidos, poque somos con-vocados, es decir, llamados con otro, siendo distintos y complementarios, como un mosaico donde cada estela tiene su belleza y puede aportar algo a los demás. Tenemos que descubrir que Dios nos llama a mirar a los demás y al mundo con los ojos de Dios, para servir el bien y difundir el amor, con las obras y con las palabras; nos llama colaborar con él en su sueño, una comunidad de hombres y mujeres, unidos por el amor.

Os invito a crear una cultura vocacional, descubrir qué quiere Dios que seamos, responder positivamente y orar para que todos lo realicemos fielmente para felicidad nuestra y de los demás.

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