Haced lo que Él os diga

Haced lo que Él os diga

+ Mons. Mikel Garciandía Goñi. Obispo de Palencia

Queridos lectores, paz y bien.

Culmino hoy la serie de tres domingos en la que describo cómo el tiempo de la Epifanía es más amplio que la propia fiesta de los Reyes Magos. El mensaje de la Epifanía se ampliaba con la fiesta del Bautismo del Señor del domingo pasado y se completa hoy con la lectura del primer signo que Jesús realiza en el Evangelio de San Juan. La fe cristiana consiste en el acontecimiento de Jesús el Cristo, y por ello creer conlleva un encuentro con Él, un camino, y un proceso concreto. Esta vida, en modo cristiano, ser salvados y salir del lugar de la esclavitud, opresión, muerte, y encaminarse a un viaje cuya meta es la ciudad de la Paz, la Patria que todos llevamos marcada en nuestra propia trama vital. Y el mismo Cristo es el Camino.

El protagonista principal de esta historia no somos nosotros, es Dios, y precisamente por eso los seres humanos somos necesarios para que la historia siga adelante. Confesamos que todo comienza con el Paso (Pascua) que da el Hijo de Dios viniendo al mundo, encarnándose para que la Alianza prometida a Abraham y Moisés, más que un pacto formal sea un vínculo tan indisoluble como total. La Alianza no es mero pacto, sino hacernos uno con Dios. Por ello, la liturgia de la Iglesia nos lleva hoy al cuarto Evangelio, en concreto al episodio de las bodas de Caná, en las que Jesús se presenta ante el pueblo de Dios en ese contexto tan sugerente como significativo.

Las bodas tienen un enorme valor simbólico. Todas las culturas humanas les han prestado una gran importancia social, ritual y cultural. La alianza varón-mujer garantiza la continuidad de toda sociedad, el recambio generacional, la fecundidad. Nuestro contexto occidental en cambio, está en cierta desconexión con muchas tradiciones. En mi visión, el desplome del número de matrimonios entre nosotros es un indicio elocuente de una sociedad que ha enfermado de individualismo. Hoy poca gente se casa por lo civil, y aún menos por la Iglesia. En Palencia apenas noventa parejas habrán celebrado el sacramento del matrimonio este pasado año. Un dato muy preocupante para una provincia aquejada de una despoblación notable.

Hoy, el amor de alianza entre varón y mujer es puesto bajo sospecha por las ideologías que quieren desdibujar lo que para los creyentes es un designio amoroso del mismo Dios. Los fondos públicos que se destinan a socavar la familia son abrumadoramente mayores que los que se dedican a su promoción y defensa. La perspectiva de género, que tiene elementos válidos para entender la sexualidad humana, se transmuta a menudo en una ideología de género que pretende barrer la especificidad y complementariedad de lo masculino y femenino. Todo lo que no cuadra con sus estándares culturales y económicos es ridiculizado, cuando no perseguido.

Los profetas hablaron de la Alianza entre Dios y el pueblo desde la imagen de los desposorios. Dios es el Esposo y el pueblo la esposa. Para el tiempo de la salvación, Dios anuncia una Nueva Alianza donde desposará a su pueblo para siempre (Os 2, 16-25).

El episodio de Caná resulta por ello doblemente profético. Jesús se presenta compartiendo la vida humana en sus dimensiones más vitales y festivas, y a su vez se manifiesta como el Esposo que ha venido a llenar de plenitud una celebración amenazada con la escasez y la precariedad de quienes han invitado a mucha gente a la fiesta, a su fiesta. El agua de la ley de Moisés da paso al vino nuevo y desbordante del Evangelio. Ya sabemos lo nuevo que está aconteciendo: la hora definitiva de la nueva creación. El vino nuevo está servido y ha sido probado. Espera nuevos catadores. Todos hemos sido invitados a este banquete nupcial de la nueva Alianza. Entrar y participar de él depende de cada uno.

La Madre de Jesús, María, aparece también oportunamente para alentarnos toda vez que el agua de la ley, del cumplimiento, del esfuerzo no nos redime ni nos da plenitud. María repara en que se nos ha acabado el vino, e intercede ante su Hijo para precipitar la llegada de los tiempos mesiánicos. Ella nos anima hoy y siempre a acudir a Jesús: «haced lo que Él os diga». Y nosotros podemos disimular haciendo como que nuestras tinajas tienen vino, o podemos llenarlas de agua y esperar al milagro. La sorpresa saltará si aportamos lo que somos, hacemos y tenemos y lo ponemos en manos del Señor: la fiesta comenzará con una renovada alegría y fuerza.