¿Qué está pasando en la Iglesia?

¿Qué está pasando en la Iglesia?

+ Mons. Mikel Garciandía Goñi. Obispo de Palencia

Queridos lectores, paz y bien.

El pasado fin de semana, un grupo de veinticinco palentinos participamos en el Congreso de las Vocaciones en el pabellón Madrid Arena, junto a más de 3.200 personas venidas de setenta diócesis de España. Nuestro grupo reflejaba la riqueza de nuestra Iglesia local, y destaco que la mitad de nosotros eran jóvenes, que acogieron con gusto la invitación a participar y que, junto a las consagradas, laicas, laicos y sacerdotes formamos una pequeña comunidad de reflexión, oración y preciosa convivencia.

Tras los dos últimos artículos en los que reflexionaba acerca de lo que no está pasando en la Iglesia y lo que tendría que pasar, hoy quiero centrarme en lo que sí está pasando en ella. Y estoy convencido de que la Iglesia está en una situación semejante a cuando era un bebé casi prematuro. Me explico: en la Pallantia romana ya había una pequeña comunidad cristiana, cuya huella tangible es la preciosa patena de cristal que usaban en sus eucaristías allá por el siglo V, o tal vez antes. Nuestros primeros hermanos y hermanas en la fe tenían conciencia clara de ser una minoría llamada a fermentar y a transformar aquel mundo pagano, tan sediento de dignidad, y sentido.

Nuestros antepasados anhelaban una esperanza de una fe que les rescatara de la inconsistencia de la vida y de la barbarie de una sociedad donde los pequeños no contaban, y donde la vida era despreciada con suma facilidad, se mataba sin contemplaciones a los recién nacidos no reconocidos por el padre, y no había compasión para los pobres. En aquella situación comenzaron a nacer comunidades alternativas y proféticas, que no seguían las leyes injustas y que superaban las barreras de raza y condición social.

Eso sucedió hace mil quinientos años en Palencia, y a mí me interesa plantear si los cristianos de ahora tenemos aquella misma conciencia de ser una alternativa profética a este mundo individualista, obsesionado por consumir y aturdido por reclamos que se encadenan a una velocidad de vértigo. Y quiero pensar que lo que vivimos en Madrid es una llamita que está llamada a incendiar el mundo con el fuego del Espíritu Santo. ¿Qué está pasando en la Iglesia? Que el Espíritu Santo nos alienta a reconocer nuestra identidad. La misión de Dios para este mundo tiene una Iglesia, nos tiene a nosotros, llamados a liberar a la humanidad de las garras del faraón. Los cristianos hemos recibido la vocación, la llamada a vivir ya aquí la llegada del Reino de Dios. Jesús ya derrotó al enemigo que trae la mentira, el odio y la muerte. Y a nosotros nos toca seguir su lucha, que no es contra nadie, sino contra los sistemas y todas las ideologías que humillan y sofocan la vida y la verdad que buscamos hombres y mujeres de toda condición.

En Madrid se nos ha recordado nuestra identidad y nuestra misión, que curiosamente son coincidentes. Los católicos hemos percibido que no somos dueños, jefes, sino administradores de los dones de gracia que el Señor nos ha dado. En una sociedad de solitarios hiperconectados, estamos redescubriendo el gozo de ser comunidad, familia de hijos y hermanos a quienes Dios regala la dicha, la libertad, la fecundidad ya aquí.

En la Iglesia está pasando algo hermoso, desde hace décadas, y ahora tal vez se nota más: está despertando nuestro bautismo, y desde él, estamos llamados a concretarlo. En un congreso por las vocaciones, puede dar la impresión de que sólo algunos tenemos que meternos a curas o monjas. No es eso: todos nos tenemos que meter a laicos, a misioneros, a evangelizadores, a militantes, a consagrados en una especial vocación al servicio de la comunidad...

Algo muy grande y hermoso está pasando en la Iglesia, estamos redescubriendo que lo más importante de la vida es escuchar la llamada de Dios Padre a vivir, la llamada de Jesús a seguirle, y la llamada del Espíritu a ser testigos de que Jesús está presente en el seno de la comunidad, en la Palabra, en la Eucaristía, en la oración, en cada hermano, y que yo soy en Él y desde Él. Los cristianos redescubrimos entre Dios y nosotros hay una hermosa historia de amor que hay que actualizar, revivir y recrear una y otra vez.

Cantábamos bailando en el Madrid Arena: “¿Para quién soy yo? ¿Qué hago aquí? Si supiera los deseos que tienes para mí...”. Esto es lo que pasa en la Iglesia, que cada vez más personas nos lo estamos planteando.