Dar un buen consejo al que lo necesita

No creo que en los tiempos que corremos y vivimos sean propicios para esta obra de misericordia, pero es una de las obras espirituales de misericordia. Y no lo son porque somos muy autosuficientes; nos creemos poseedores de la verdad, que nos valemos por nosotros mismos, que no necesitamos que nadie nos aconseje. Eso “del viejo el consejo” ya pasó, porque, entre otras cosas, ser viejo, anciano o de la tercera o cuarta edad no se valora.

Pero, por otra parte, en el campo de la economía, de los temas fiscales, de las grandes empresas, de la política, del mercado, la publicidad, etc., se habla mucho de consejos de administración, consejos de gobierno, consejo de estado, consultorías y asesorías de todo tipo... ¿quién no tiene en algún momento de su existencia dudas, perplejidades, quién no necesita un consejo? Yo creo que todos, aunque a veces no lo confesemos.

¿A qué alude esta obra de misericordia? Dar un buen consejo es una manera concreta de enseñar al que no sabe, que no consiste solo en enseñar las letras o la ciencia más avanzada, sino también a ofrecer orientaciones para la vida. Y esto en todos los órdenes de la vida y, fundamentalmente, en las crisis, situaciones difíciles y en las encrucijadas sobre qué dirección y enfoque dar a la existencia para acertar; se trata de compartir, desde el leal saber, desde la propia óptica y experiencia, una visión distinta para que la otra persona se oriente, encuentre el sentido, el norte de la vida y deje de estar o paralizada por no saber por dónde tirar o mareada como la veleta de una torre.

Es verdad que nunca ha sido fácil dar y recibir buenos consejos. Y que los consejos pueden ser buenos o malos.

Solicitar un buen consejo es ya, en principio, signo de bondad, porque indica que la persona no es autosuficiente, que es humilde, que no se cree el ombligo del mundo; prestarse a darlo y ofrecerlo es de personas abiertas, que intentan ayudar a la libertad responsable del otro desde la confianza sincera. El que solicita un consejo debe escuchar atentamente, reflexionar, sopesar, contrastar y decidir asumiendo su responsabilidad. Todo ello con gratitud.

¿Quiénes pueden y deben dar consejos? En principio, todos. Los padres los primeros; ellos nos dan consejos buenos y es una ayuda que debemos aceptar, reconocer y agradecer, pero también los abuelos, los hermanos, los amigos verdaderos, los educadores, los sacerdotes, etc. No podemos olvidar que al igual que hay buenos consejeros, también los hay que incitan al mal.

¿Cuál debe ser actitud básica del consejero? Considero, que, en primer lugar, el ejemplo. Un refrán dice: “consejos vendo y para mí no tengo”. No podemos hacer como los fariseos que dicen pero no hacen, y cargan sobre los hombros de los demás cargas que ellos ni siquiera tocan y, encima, en vez de ayudar con un dedo, echan cargas insoportables. El ejemplo, la vida honrada y honesta debe ser nuestra primera aportación, y, como cristianos, también la oración, la palabra oportuna desde la propia experiencia y sabiduría. En segundo lugar, y particularmente con adultos, la disponibilidad y el desinterés deben llevar a ofrecer un consejo siempre que los pidan. Pero también, cuando no los pidan, si hay confianza y caridad. No podemos olvidar que el otro, sea conocido o desconocido, es un hermano y debe buscar su bien integral.

Tenemos que imitar a Dios; Él no necesita consejos ni consejeros, pero nos da consejos, los buenos y los mejores consejos. Si leemos la Sagrada Escritura veremos cuántos y cuán sabios son los consejos que Dios nos regala. Sus mandatos con los consejos de un Padre con entrañas de madre que no busca otro bien sino el de sus hijos. Sus consejos apelan a nuestra libertad y responsabilidad y buscan nuestra verdadera felicidad.

Jesús es nuestro gran Consejero y nos da su Espíritu Santo, uno de cuyos dones es el don de Consejo. Su Espíritu es el Consejero interior que nos habla de muchas maneras, también por nuestra conciencia, y nos lleva a la verdad plena. Jesús nos dice: “Si quieres...; el que quiera ser grande, el que quiera salvar su vida”, etc. Toda su vida, su palabra y su obra, su persona toda es el mejor de los consejos.

+ Manuel Herrero Fernández, OSA

Obispo de Palencia