Acabamos de proclamar y aclamar el Evangelio que nos narra lo que pasó 40 días después del nacimiento del Señor. En brazos de su madre, María, Jesús es presentado en el templo como todos los primogénitos, se encuentra con Simeón y Ana, y es allí donde se manifiesta quien es y cuál es su misión: el Salvador, Luz de las naciones y Gloria de Israel.
Esta fiesta por eso se llama de la Presentación del Señor, de la Virgen de las Candelas, porque ella es la Madre de la Luz, la portadora de nuestro Salvador y nuestra Gloria. Los griegos la llaman Hipapante, la fiesta del encuentro: porque Dios sale al encuentro de su pueblo para iluminarnos y nosotros salimos para como Simeón y Ana para acogerlo con los brazos y las puertas abiertas. Él viene a nuestro encuentro en brazo de su madre, Santa María, la Virgen de la Calle.
Hoy nosotros venimos a honrar a Cristo y a su madre como lo han hecho generaciones de palentinos cuando su imagen estaba en la calle San Bernardo, fuera del templo, en la calle; asó lo hizo también Santa Teresa de Jesús. Nosotros hoy contemplamos su imagen en el interior del templo de la Compañía. ¿Nos hemos fijado que también está en la calle, en la espadaña de la Iglesia de la Compañía y en la pared del Seminario, y por las noches, iluminada?
¿Qué hacer hoy? Ella viene a nuestro encuentro como Madre. Sale de sí, para acogernos, escucharnos, demostrarnos su cariño y su amor y protegernos. Si estás agobiado por el peso y el paso de la vida, si tienes el corazón herido por la enfermedad, la soledad, el desamor, la situación de tu familia o de la nación, si estas dolorido porque tu o tus hijos no encontráis empleo digno, o porque los jóvenes tienen que marcharse; si estás un poco desesperanzado porque las cosas no van bien en la Iglesia, en España, en Europa, o en el mundo, porque hermanos nuestros siguen muriendo de hambre, explotados, asesinados, porque sigue la corrupción, porque siguen las envidias, los odios, los muros, los enfrentamientos y desencuentros, etc…, no te cierres en ti, n i permanezcan hundido: mira a María, invoca a María. Ella que es madre, la madre de Cristo y tu madre, nuestra madre, escucha, atiende y actúa. Ella dirá a su Hijo, como en Caná de Galilea: “No tienen vino”, su vida no es una fiesta. Párate ante ella, abre tu corazón y tus brazos. Ella nos da lo mejor que tiene: su Hijo Jesús para que sea nuestra Luz, nuestra Gloria, nuestro Salvador.
Hermanos: abramos las compuertas a Cristo, sin temor, como dice el salmo. Es el Dios que viene pequeño, humilde, solidario, humilde, pobre, sufriente, comprensivo, misericordioso; que se sujeta a la ley, que tiende la mano no a los ángeles, sino a ti, a mí, a todos; que es fiel y compasivo. María, su Madre y nuestra Madre nos dice: Recíbelo en tu vida, en tu corazón. Conócelo, ámalo y síguelo; vive con Él y como Él y cambiará tu vida, nuestra vida.
Pidamos a la Virgen de la Calle ser discípulos misioneros como ella; discípulos misioneros, como reza nuestro Plan de Pastoral, alegres; ella es la Mujer y Madre que se alegra, no porque salgan bien las cosas, porque el éxito le acompañe, sino en el Señor, “porque ha mirado la humildad de su esclava”. La fuente de nuestra alegría está en Dios que es Amor, nos ama a pesar de todos los pesares, nos ha hecho sus hijos, nunca nos abandona, siempre nos acompaña y nos perdona. Con Cristo siempre nace y renace la alegría. En él y desde él se construye la iglesia, la familia que vive y se organiza en comunión.
MADRE, DANOS A JESÚS, NUESTRA ALEGRÍA
Pidámosle a ella, la “feliz porque has creído”, la alegría de creer; de fiarnos de Jesús, de apoyarnos siempre en Él, de no abandonarle nunca, de seguir sus huellas. Pidámosle la alegría de conocerle, de oír y escuchar su voz, su palabra, y llevarla a la práctica; pidámosle que nuestra Iglesia de Palencia sea una comunidad que se sienta en la escuela de Jesús, que vive y anuncia lo que aprende, la Buena Noticia del Evangelio; comprometámonos para ser discípulos y condiscípulos del Maestro; lo necesitamos para tener luz en nuestras vidas e historia y para dar saber dar razón de nuestra esperanza. Para facilitar la formación el próximo curso se abrirá en la Diócesis un Centro o Escuela de Formación Pastoral para todos, laicos, religiosos, sacerdotes, jóvenes, adultos... para todos.
MADRE CREYENTE, DANOS LA ALEGRÍA DE CREER EN JESÚS
Pidámosle que la alegría de creer no se quede ahí, sino que se transforme en crear, en obras creativas que renueven nuestra vida y convivencia; obras e iniciativas que contagien el amor de Dios, nos abran los unos a los otros, particularmente a los más humildes, a los más pobres y necesitados, a los emigrantes, a todos, sabiendo integrar nuestras diferencias ideológicas, políticas, religiosas y culturales. Tratemos de escuchar el viento del Espíritu Santo que crea y recrea la faz de la tierra, que fecunda nuestras vidas y comunidades, inyecta ilusión, coraje, valentía, para trabajar por la causa de Jesús, el Reino de la justicia, la paz, la verdad, la vida, la santidad, la gracia, en definitiva, la civilización del amor y la cultura del encuentro. Ella así lo hizo con su prima Isabel, en Caná de Galilea, junto a la Cruz de Jesús, y en el Cenáculo con los demás discípulos,
MADRE, DANOS LA ALEGRÍA DE CREAR UNOS CON OTROS Y CON PASIÓN
Y ahora, hermanos, con María, con José, Simeón y Ana, celebramos y gocemos en el Señor en esta liturgia eucarística. Jesús nos ha convocado, nos reúne, nos ha hablado, se hace presente en la humildad y sencillez del sacramento de su cuerpo y su sangre entregados por nosotros. Comamos en su mesa para llenarnos de su Espíritu.
Como María, José, Simeón y Ana, alegrémonos en el Señor, alabémosle, démosle gracias, abramos nuestro corazón a Aquel que es nuestro salvador, nuestra luz y nuestra gloria, a aquel que tiende una mano a nosotros, sus hermanos.
NUESTRA SEÑORA DE LA CALLE, RUEGA POR NOSOTROS