Retransmisión de la celebración de la Vigilia Pascual en la Noche Santa. Ceremonia presidida por Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA, obispo de Palencia.
HOMILÍA EN LA VIGILIA PASCUAL
+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
Feliz pascua, hermanos. La Iglesia nos convoca en esta tarde noche para celebrar el núcleo de la fe cristiana. No es otro que Jesús, el Cristo, crucificado y resucitado. No sólo crucificado, sino también resucitado.
Las lecturas proclamadas nos invitan a dar gracias a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por el obra de la creación, especialmente la del ser humano, obra de su amor, creado a imagen y semejanza del mismo Dio; pero nuestro Dios no es sólo el creador, es también el libertador, el que sacó de Egipto al pueblo de Israel, llevándole de la esclavitud a la libertad, de tierra extranjera a su tierra propia; es también el Dios de la alianza, no una alianza escrita en piedra, a la que fue infiel el pueblo de Dios antiguo, sino que promete una alianza nueva que libera del pecado, que otorga un corazón nuevo y un espíritu nuevo, una alianza.
La gran obra de Dios, por la que hace una creación nueva, nos libera de la esclavitud del pecado y nos hace entrar en una alianza nueva es Jesucristo. Es la gran actuación de Dios en favor del hombre. En él Dios nos ha amado hasta el fin, hasta morir crucificado, y nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos e incluso por los enemigos. Pero todo habría quedado en nada, en un fracaso total, si todo hubiera acabado en la muerte de Jesús, si todo hubiera quedado bajo la piedra de un sepulcro; sus palabras, sus obras, su entrega, su amor, su persona e historia, sería una decepción si todo hubiera acabado con la victoria de sus enemigos. Pero no.
La luz que vence a las tinieblas, el pregón pascual proclama la victoria de Jesús. Sobretodo el ángel del Evangelio nos dice como dijo a las mujeres que iban temprano, al salir el sol a embalsamar con aromas el cuerpo muerto de Jesús, se admiran de que esté corrida la piedra de la entrada del sepulcro; entran en la recámara del sepulcro y, asombradas, escuchan que un mensajero divino les dice: “No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí”. Y es que Cristo Jesús vive, que el crucificado ha resucitado por la fuerza del amor de Dios. Ha pasado d la muerte a la vida. Que su persona y obras han sido avaladas por Dios; que él es el enviado veraz de Dios. Que el amor de Dios es más fuerte que la muerte. Que el amor de Jesús, cuya vida sólo tuvo un secreto, el amor, ha explotado y ha reventado los sepulcros y la misma muerte.
Esta es la buena noticia de la pascua; No tengamos miedo, ni al virus, ni al dolor, ni las dificultades o persecuciones, ni a la misma muerte, porque Cristo, el Hijo de Dios y nuestro hermano, ha resucitado, es el primogénito de entre los muertos y nos garantiza la resurrección si, como las mujeres, le seguimos, creemos en su amor.
Pero como a las mujeres también nos encarga: Id a decir s sus discípulos y a Pedro: “Él va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo”. Jesús resucitado nos acompaña en nuestras galileas, tierras de paganos , tierras donde su vive la pluralidad de culturas, si revivimos su llamada, su amor, si le seguimos, si somos discípulos dentro de la Iglesia de Pedro y los demás apóstoles, si escuchamos su palabra, si como hermanos y amigos vivimos de verdad nuestro bautismo, siendo veraces en nuestras renuncias y en nuestra adhesión cordial al Padre , al Hijo y al Espíritu, cuyo santo nombre ha sido invocado para tener vida nueva , si comemos de su eucaristía y nos hacemos eucaristía para los demás, si amamos como él y servimos a los más humildes y pobres, si siempre apostamos por la vida, ni por la muerte, y por los vivos, por la dignidad de todos los hombres y mujeres.
Ahora en la Eucaristía, hacemos memoria de su muerte, pero afirmamos y proclamamos que está vivo, que él se sigue entregando por nosotros, que él nos da vida y fuerza para amar, porque sólo él y su amor vence, transforma todo, hace renacer todo.