Palabra y Vida - ¿Amar a los enemigos? ¿Poner la otra mejilla?

El Señor nos pide a todos sus seguidores que hagamos el camino con Él para ser felices. Para ello nos propone que no deseemos conformarnos con lo mínimo de la ley, sino que aspiremos al máximo. En ese contexto, hoy leemos el texto evangélico más radical y provocador. Un texto al que no damos crédito, nos deja atónitos e incapaces de cumplirlo.

Como continuación del Sermón de la Montaña, Jesús expone una “nueva ética” que viene a completar y perfeccionar la ley de Moisés. Se trata de una nueva formulación de la ley, donde se aspira al máximo, donde no caben medias tintas, donde se propone la excelencia y ésta con radicalidad, tan lejana de lo light, lo cero-cero y lo descafeinado a lo que hoy estamos acostumbrados. Como débiles y humanos seguidores de Jesús, al oírlo exclamamos: Espera un minuto, ¿qué dijiste? ¿Amar a los enemigos? ¿Poner la otra mejilla?... y entonces pensamos, el Señor ha ido demasiado lejos, nos pide demasiado.

 

Amor a los enemigos

Lo lógico es que amemos a los amigos, a quienes queremos y nos quieren, pero amar a los enemigos no entra en nuestros planes. También estamos de acuerdo que la ley del Talión no resuelve nuestras relaciones. Evita la venganza desproporcionada, pero mantiene la violencia, el enfrentamiento. Ciertamente, el ojo por ojo nos deja a todos tuertos. Pero de ahí a amar al enemigo, a poner la otra mejilla… hay mucho trayecto, de modo que la propuesta de Jesús nos desconcierta, nos escandaliza y nos parece inaudita.

Jesús nos propone a sus seguidores no enfrentarnos al que nos hace mal, al enemigo y no responder con violencia la violencia. Jesús busca en nosotros cambiar el corazón, evitar el odio y afán de venganza y sustituirlo por amor hecho perdón porque la venganza no nos dará paz ni curará nuestras heridas.

Para comprender la propuesta del Señor necesitaremos muy buenas razones. Jesús nos ofrece dos:

• Este amor a los enemigos nos hace verdaderamente hijos de Dios, que se preocupa no solo de los justos sino también de los injustos ya que “hace salir su sol para malos y buenos”.

• En segundo lugar los discípulos de Jesús deben practicar una ética de lo extraordinario, más allá de las normas de conducta comúnmente aceptadas. Debemos imitar al maestro y hacer que el culmen y la cima del comportamiento cristiano consista en “sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.

 

Sed perfectos

Es llamativo que Jesús nos proponga la perfección, la santidad porque tenemos que ser como nuestro Padre del cielo. Lo hemos leído en la primera lectura tomada del libro del Levítico: «Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo» y que en el Evangelio de San Mateo Jesús termine hoy recomendando: «Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

¿En qué consiste esa santidad y perfección? En imitar a Cristo en una serie de gestos donde con valentía y sin miedo actuemos de una forma nueva y sorprendente. Poner la mejilla, dar la túnica a quien te la quiera quitar, acompañar a quien te necesite que estés a su lado, compartir lo que se tiene con quien te pide, rezar por quienes nos persiguen… Gestos que debemos aprender del Maestro y que lejos de hacer el ridículo nos ofrece la oportunidad de hacer feliz nuestra vida y la de los demás. Sin duda que se nos propone una tarea excelente, no puede ser de otra manera porque ese es el estilo del Señor. Sabemos igualmente que este itinerario a la perfección y a la santidad es difícil y exigente, pero si nuestro amor, como el de Jesús, no es excepcional no sirve, no salvará, no hará felices nuestras vidas.

La exigencia de amar al enemigo nos hace semejantes al Padre celestial. Agradezcamos que la tarea que se nos propone sea complicada y difícil. Pidamos fuerza y gracia para intentar imitar al Maestro.

 

Comentario al Evangelio del 19 de febrero de 2023, por José María de Valles, delegado diocesano de Liturgia. Emitido en “Iglesia Noticia” de la Diócesis de Palencia.