Palabra y Vida - Atentos a lo que va a suceder

Palabra y Vida - Atentos a lo que va a suceder

Comenzamos un tiempo que nos prepara a la llegada del Salvador, el Nacimiento de Jesús, el hijo de Dios. Esta preparación la haremos este año siguiendo las lecturas del evangelista san Marcos. El evangelio más corto y no, por ello, menos profundo. Todo lo narrado por san Marcos lo encontramos en los otros evangelios excepto cuatro relatos: la parábola de la semilla, una curación en dos momentos, el joven que escapa en el prendimiento de Jesús y una referencia a Jesús como carpintero. Marcos había sido discípulo de Pablo y Pedro en Roma y escribe principalmente para los gentiles.

 

Vigilad

Hoy nos sentimos vigilados permanentemente. Hay cámaras en las calles, en los edificios oficiales, en los bancos... Nos sentimos vigilados a través del teléfono, de internet… Vemos vigilantes en los bancos, vigilantes en los centros comerciales, vigilantes por todos los sitios. Vivimos bajo el ojo permanente del gran hermano que nos controla y vigila. Vigilar por tanto nos suena a control.

¿Cómo nos pide hoy el evangelio que vigilemos si ya nos vigilan y, creemos, que para sacar beneficio de ello? ¿Qué tenemos que vigilar y a quién? Será bueno que encontremos respuestas a estas preguntas para acertar a vivir la primera de las actitudes que se nos propone en este Adviento. Por supuesto que no se nos pide una actitud de controlar a los demás. Debemos descubrir el auténtico sentido del mensaje del evangelio. Se refiere a adquirir una actitud que esté atenta a lo que va a suceder, que no deje pasar los acontecimientos sin valorarlos, que esté prevenida a descubrir lo nuevo que nos deparará el futuro. Por lo tanto, descubramos una llamada a ser conscientes de lo que va a ocurrir a nuestro lado.

 

Velad

Velad significa estar despiertos. No caer en el sueño, no dormirnos para vivir lo que acontece. Dicen de Nueva York que es la ciudad que nunca duerme porque todo el día está encendido todo. No nos llama la atención haber llenado de luces todos nuestros espacios. No nos sorprende la iluminación que todo envuelve. Iluminamos todo para no dormirnos y mantenernos despiertos constantemente. Sin embargo, a pesar de tantas luces seguimos dormidos y por mas luces que nos alumbren, nuestros ojos no ven lo que sucede, lo que acontece, lo que viene. Aquí entroncamos el mensaje del evangelio de hoy. Las luces, que hoy encenderemos en la corona de Adviento nos invitan a estar atentos. Simbolizan que despiertos evitaremos caer en el sueño que nos oculte lo que va a suceder. Pero, ¿cuál es la razón para estar en vela? La espera del Señor. La oportunidad de vivir con gozo el gran acontecimiento de la historia de nuestra Salvación. Esto expresan las luces, poder mantenernos despiertos y así poder contemplar en su plenitud la llegada del Salvador.

 

Desear su llegada

Vigilar, velar, estar despierto nos servirán en la medida que en nuestro corazón exista el deseo de esperar a Dios. Se requiere, previamente, haber aceptado el encargo de esperar al Señor que no sabemos cuándo va a venir. Cada año los cristianos vivimos la doble realidad de que el Señor viene y no sabemos cuándo, por eso le esperamos sin caer en el sueño. Por ello, no serán suficientes las luces encendidas para ver y descubrir a nuestro lado la llegada del Señor, si antes, en nuestro corazón, no existe el deseo de esperarle. Debemos ser, por tanto, luces, no exteriores, sino que iluminen el interior del corazón de los hombres. El compromiso de este segundo domingo de Adviento nos pide ser luz que iluminemos nuestro mundo para que pueda acoger y ver la llegada de Cristo. Se nos pide iluminar con nuestras vidas las tinieblas de nuestra realidad. Se nos invita a vivir una actitud comunitaria y personal de no dormirnos en estos momentos y desear la llegada del Salvador. Debemos mostrar al mundo la necesidad de que el Señor venga a compartir nuestra vida para que nosotros compartamos su divinidad.

 

Se luz para los demás en este tiempo de Adviento.

 

José María de Valles - Delegado diocesano de Liturgia