Segundo Domingo de Adviento: “Soñar y escuchar”.

Segundo Domingo de Adviento: “Soñar y escuchar”.

Isaías invita al “heraldo” a subir al monte y hablar palabras de esperanza. Tras 300 años de silencio, en Israel, surge la voz de Juan Bautista, que dice palabras nuevas que conmueven a la gente. Acuden hasta él para indagar, en el diálogo, quién es, qué hace y qué quiere. El profeta escucha, interioriza y luego pronuncia palabras sabias, palabras que llegan dentro, palabras que movilizan.

Escucharle a Él, al Señor; escucharnos los unos a los otros; escuchar los susurros de la vida; escuchar a los que sufren; escuchar a los profetas... Escucha, diálogo y discernimiento son una voz como Juan, un testigo y profeta de esperanza, que pone en pie y en movimiento, que convoca a “preparar el camino”: a reparar y transformar, a enderezar e igualar, a tender puentes y tejer redes, a restablecer lo roto y deteriorado, a curar y sanar lo herido.

En medio de una sociedad con tantos achaques de sordera, de autosuficiencia y agresividad, necesitamos escuchar palabras que “allanen el camino”, que faciliten “el Encuentro” y “los encuentros”: en el mundo, en la familia, en el vecindario, en el trabajo, en la comunidad, en uno mismo… Las necesitamos y hay que acertar a escucharlas. “Una voz grita: ¡Preparadle el camino al Señor!”.

 

Descargar material

 

EVANGELIO

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”»; se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. El los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».

(Marcos 1, 1- 8)

 

UNA HISTORIA…

Un día las palabras se enfadaron con las personas y decidieron hacer una huelga indefinida para protestar. Estaban hartas de que nadie las escuchara. Los seres humanos tenían la mala costumbre de hablar siempre entre ellos sin escucharse. No les importaba lo que decían los otros, porque sólo querían hablar de ellos mismos. Y las palabras, cuando son dichas y no son escuchadas por nadie, caen al suelo y se rompen.

Era frecuente ver montones de palabras rotas por todas partes, en las aceras, en las calles, flotando en el mar o cayendo de las ventanas. Eran la prueba indiscutible de que los seres humanos habían estado hablando allí sin escucharse ni prestarse atención.

Cuando llegó la hora de la huelga, todos quedaron mudos de repente. Nadie encontraba palabras para poder comunicarse. Por más esfuerzos que hacían por hablar o escribir, no lo conseguían. No se explicaban lo que les estaba pasando. Se hacían señas unos a otros, pero no se entendían porque no estaban acostumbrados a prestarse atención. La cosa era muy preocupante, y lo pero era que parecía ir para largo.

El tiempo fue pasando y las personas no tuvieron más remedio que prestarse atención las unas a las otras para poder entenderse por señas. Esto hizo que se olvidaran de hablar de ellas mismas y estuvieran pendientes de lo que las demás les querían decir. Realmente se alegraban mucho cuando por fin podían comprenderse en sus diálogos. Y poco a poco fueron los seres humanos ya eran capaces de atenderse unos a otros, decidieron acabar la huelga y ponerse otra vez estrenaron su nueva capacidad para escuchar. Y lo hicieron tan bien, que desde aquel momento dejaron de haber palabras rotas por el suelo.

 

PARA PENSAR

Antes de iniciar vuestra tarea oíd a quien es voz y palabra y os llama a un diálogo sin fronteras.

Escuchad el gemido de la creación, los gritos de los que no tienen voz y al viento, que a veces susurra y otras arrasa.

He aquí un tiempo propicio para percibir el rumor de los pasos de Dios que no deja de visitar nuestra tierra.

No os hagáis los sordos a estas alturas; sed oyentes de la palabra encarnada que nos llama, habita y ama, y dejaos embarazar por ella.

¡Preparaos para su llegada!

 

EN COMUNIDAD REZAMOS

Cuando pase el mensajero
que no me encuentre dormido,
afanado en otras metas,
indiferente a su voz.

Que no sea su relato
semilla que el viento barre
o luz que a nadie ilumina.

Cuando pase el mensajero
que no le vuelva la cara
para esquivar su propuesta.

Se presentará en un libro,
en un verso,
o será estrofa de un canto
que me envuelva.

Vendrá, tal vez, en un amigo,
en un hombre roto,
o en el pan partido.

Le abriré la casa,
pondré en juego el corazón
y escucharé, con avidez,
sus palabras.

Y entonces me cambiará la vida.