Una idea fácil, romántica o soñadora de la resurrección de Cristo no se corresponde a la experiencia que vivieron los primeros discípulos. Hoy, tal vez, ya estamos acostumbrados a dar por hecho la resurrección y así lo celebramos cada año como la clave de nuestra fe. Pero, en realidad, les costó mucho aceptar que Cristo, el Señor, había resucitado a los primeros discípulos. De esto trata hoy el evangelio.

Duda y miedo

San Lucas, siempre atento a los detalles, recoge los sentimientos de los discípulos al ver a Cristo resucitado y los califica de duda y miedo: aterrorizados y llenos de miedo creyendo ver un fantasma. Con estas palabras describe el ambiente que viven los discípulos y expresa sus sentimientos cuando Jesús se presenta ante ellos. Los discípulos tienen dificultades para creer y reconocer a Jesús resucitado. El evangelista, lejos de presentar a los discípulos como ingenuos y crédulos para aceptar una ilusión, insiste en mostrarlos como un grupo desconfiado, crítico y exigente que no quiere dejarse engañar. Si acabaron aceptando y reconociendo a Jesús vivo y resucitado fue después de un proceso largo y no siempre fácil.

Evidencias

Ante sus reticencias y dudas para reconocerle presente entre ellos, Jesús trata de demostrarles que no es un fantasma. San Lucas recoge unas pruebas: mirad mis manos y pies, palpadme, dadme de comer... pero, aun así, no acaban de creer y siguen atónitos, porque aceptar la resurrección no es cuestión de pruebas palpables, de evidencias materiales y demostraciones científicas, sino que se basa en el sentir del corazón que acepta la revelación y acoge la palabra de Dios como razón de su fe. No llegaron a creer en la resurrección a través de deducciones intelectuales ni de irrefutables pruebas. La resurrección será para ellos no tanto un hecho evidente sino una certeza que fueron descubriendo dejándose guiar por las palabras de Jesús.

Comprender las Escrituras

El evangelio nos ofrece una última y definitiva pista para aceptar y entender la resurrección: la Escritura. En el plan de Dios de amar a los hombres y salvarles está el secreto para entender la resurrección. Ese plan no sería válido si Cristo no hubiera resucitado. Por eso les acusará de torpes por no saber leer ni entender la Escritura. Su entendimiento se les abrió al escuchar las palabras de Jesús, que es tanto como decir, que comprendieron la Escritura al escuchar sus palabras. Entonces comenzaron a creer en la resurrección. Hoy también nosotros cuando en comunidad escuchamos la Palabra y dejamos que Él nos la explica descubrimos su presencia resucitada entre nosotros.

José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia