Cuando hablamos del descubrimiento de América admiramos la gesta de Colón de haber llegado a un nuevo continente. Casi siempre omitimos y olvidamos que el éxito no estuvo tanto en llegar a América sino de regresar a donde había partido. Su viaje adquiere transcendencia por esto último, de lo contrario hubiera sido uno más de los barcos que fueron y no regresaron perdiéndose sabe Dios donde. Hablemos hoy del tornaviaje.
EL TORNAVIAJE
Hoy el evangelio habla también de un viaje, de alguien que se va, de un hijo que se cansa de su casa y busca descubrir y vivir otras tierras y experiencias. Un viaje que todos realizamos en la vida. La razón del viaje siempre es buscar más felicidad, encontrar más vida, descubrir lo que creemos no tener. En el caso de Colón y seis siglos después podemos decir que mereció la pena. No resultó tan idílico y maravilloso al principio. Todos los que van añoran volver y fue en el regreso donde encontraron la razón de su viaje. Resaltamos hoy esta dimensión de la historia de aquel hijo del evangelio. Su viaje no resultó tan fascinante como lo imaginó al salir de casa. Pero lo importante del viaje no radicó en la ida sino en la vuelta. Eso sigue siendo lo ejemplar de esta historia. No importa tanto que extraviemos el camino, sino que podamos siempre volver a casa. Lo que se nos muestra como modelo a imitar es el viaje de regreso de donde partimos, a la casa del Padre. El acierto de aquel hijo, que abandonó el hogar paterno para recorrer otros caminos y otras experiencias, está en querer volver. Saber regresar, querer regresar y acertar con el camino de vuelta sigue siendo un comportamiento que todos debemos aprender para acertar con el sentido de nuestra vida.
LEJOS DEL PADRE
Aquel hijo, lejos del Padre, experimenta la escasez, la soledad, el desprecio y la humillación. Lejos del Padre siente la vergüenza, el dolor y la angustia de haber dejado su casa. Lejos de casa se adueñan de él el dolor y la angustia porque no es capaz de vivir por sí mismo. El entorno se le vuelve hostil, desfavorable y adverso. La tarea y el trabajo se le hacen muy difícil. El frio se agarra a su corazón y se encuentra sin aliento ni ánimo para vivir. Surge entonces el deseo de volver, de regresar. Se carece y se extraña lo que en la casa del Padre había. Se añora y se desea el afecto del amor paternal. Ese hijo soy yo. He hecho el mismo camino, siento lo mismo que él. ¿Tengo fuerzas para volver?
DEJARSE ABRAZAR
Bien está lo que bien acaba, dice una expresión popular. Y esta historia tan entrañable tiene el mejor de los finales que es el abrazo del Padre. El tornaviaje no resultó nada fácil para Colón, estuvo lleno de dificultades, pero al final lo logró. Sigue constando y siendo muy difícil volver a la casa del Padre. Nos surgirán muchas dificultades, pero debemos seguir soñando con volver a la casa del Padre. Ese deseo debe estar presente en nosotros. Vemos aquí la propuesta cuaresmal. Volver al Padre y dejarnos abrazar por Él. Seguro que no lo esperaba aquel hijo. Se conformaba con ser uno más de sus criados, pero el Padre emocionado lo abraza y le reintegra a su condición de hijo amado. Cada cuaresma se nos invita a experimentar ese abrazo de Dios volviendo a su casa.
José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia