Llegamos al final de la Pascua, al Domingo de Pentecostés. Con la FUERZA del ESPÍRITU… reconociendo los DONES del Amor de Dios recibidos con el Espíritu para desarrollar la MISIÓN de SER SUS TESTIGOS, aportando la LUZ del Resucitado con nuestra vida.
DEL EVANGELIO DE S. JUAN 20, 19-23
Al anochecer del primer día de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
ORAR CON TU PALABRA
Al viento de tu Espíritu
que sopla donde quiere, libre y liberador,
vencedor del pecado y de la muerte,
nos ponemos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que se remansó
en el corazón y en el vientre
de una aldeana de Nazaret,
vivimos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que se apoderó de Jesús
para enviarlo a anunciar la Buena Nueva,
la misericordia y la liberación,
seguimos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que se llevó en Pentecostés
los prejuicios, las dudas, los miedos,
y abrió de par en par
las puertas de la Iglesia,
nos abrimos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que reduce a cenizas todos los vicios,
alimenta todos los valores
y es el alma del Reino,
obedecemos, Señor.
Ven, Espíritu Divino,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en nosotros
la llama de tu amor.
A LA LUZ DE TU PALABRA…
Esta es la historia de una joven, española, de 32 años. Se llama Mª Mar. Lo tenía todo, trabajo, dinero, amigos y una buena familia, pero la vida que llevaba no le llenaba.
En la universidad entró a formar parte de un grupo de jóvenes cristianos. Allí descubrió que Dios tenía otros planes para ella: anunciar el evangelio y acercarse a los más necesitados llevándoles el amor de Dios. Terminó la carrera, hizo un máster de medicina en Francia y pronto encontró trabajo. Después de mucho pensar decidió dar un rumbo nuevo a su vida. Dejó su trabajo, su familia, sus amigos, su vida cómoda y marchó para Burundi, África. Allí se habla el francés y ella lo hablaba bastante bien.
Vive en África, en Gitega, Burundi. En una entrevista que le hizo un periodista comentaba: “La vida en África está llena de sorpresas, difícil aburrirse. Mi misión es ser presencia del amor de Dios allí donde Él me llama. Hace un año hemos ido a las afueras de Gitega, un barrio donde la Iglesia católica no tiene presencia. Hay muchos ortodoxos, protestantes.” Ella subraya “no se trata de ganar adeptos, sino de ser testigos y de dar a conocer a Jesucristo”.
“Cuando les digo que no estoy casada y que he dejado mi trabajo, mi familia por estar con ellos se ríen y no se lo creen, no lo entienden. Se sorprenden también ver a una chica joven, sin hábito religioso y que diga estas cosas”. Un día, un chico me preguntó: - ¿Se puede ser católico sin ser monja o sacerdote? Muchos europeos que llegan a Burundi son religiosas y sacerdotes”.
Mª Mar comenta al periodista: “En África son muchos los que dejan su tierra en busca de un futuro mejor, seducidos por ese mundo maravilloso que ven en la televisión. A ellos como a muchos occidentales les cuesta entender que las riquezas no dan la felicidad. Intento explicarles que yo tenía todo eso con lo que sueñan y no me daba la felicidad. Ahora soy mucho más feliz porque la felicidad la da Dios amando al prójimo, y ese prójimo sois vosotros”.
PARA COMPRENDERLA
Pentecostés es la fiesta de la madurez creyente, de la comunidad en acción, una experiencia fundamental que dinamiza la vida de los bautizados nos confirma en la fe y nos ayuda a entender en profundidad las enseñanzas y valores del Evangelio.
El Espíritu Santo sigue ofreciendo dones, despertando servicios, haciéndonos corresponsables en la misión de la Iglesia, hacia dentro y hacia fuera. Gracias a este enviado de Dios, que nunca nos deja, podemos rezar metidos en la corriente trinitaria, podemos sorprendernos ante muchos signos de la fe, podemos disfrutar de la experiencia entrañable de sentirnos hijos de Dios.
Sí, el Espíritu es la luz, el consuelo de Dios para la Iglesia y el mundo, Desde lo más profundo, ilumina las situaciones más oscuras, enciende el corazón de muchos valientes que se abren a su acción y nos prepara para el servicio comunitario, en la Iglesia y en la sociedad
Este Espíritu es lo más digno y determinante que el Padre y Jesús nos han podido regalar.
Vivir y actuar según el Espíritu es una experiencia apasionante y el mayor reto que tenemos los cristianos. Provocar esta experiencia y el crecimiento espiritual son las tareas más acertadas que podemos hacer unos con otros.