+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
Estamos en Adviento y este nos llama a avivar la esperanza, tan debilitada en esta hora entre nosotros.
El material que ofrece la Diócesis de Palencia para vivir el Adviento, un Adviento esperanzado, nos muestra la rosa de los vientos, que nos ayude a caminar, sorteando las borrascas y huracanes que nos acechan, una brújula que nos ayude a caminar sin perdernos en la niebla o en la noche. Una de ellas es el MIRAR.
Las otras tres son: CREAR CAMINOS NUEVOS, ACOMPAÑAR Y ACOGER.
Crear caminos nuevos para que nuestra vida no se vea frustrada. Hoy es necesario abrir caminos nuevos. Los que ya existen está trillados, con baches, con grandes desniveles, llenos de peligros, de incertidumbres e inseguridad, de miedos, caminos que nos llevan a los abismos de la muerte, la insolidaridad, el enfrentamiento, las desigualdades, las guerras, la frustración, a ninguna parte buena… Es verdad que hemos adelantado mucho en diversos ámbitos de la ciencia, la técnica, la salud, la comunicación, etc., pero sólo para algunos, En la Iglesia y en el mundo resuena la voz del profeta Juan el Bautista y de otros que nos gritan: «Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos». También se lo decía el profeta Isaías al pueblo cautivo en Babilonia.
¿Cómo?
1. Oír nuestro corazón inquieto, desasosegado y escuchar nuestros profundo anhelos y los de la humanidad entera, soñar un mundo nuevo, pero que no quede todo en sueños, sino despertando al compromiso.
2. Confianza y apertura a Dios, que no nos abandona nunca y se ha empeñado en nuestra felicidad. Pedir en la oración que nos ilumine, que nos guíe con su Espíritu Santo, que nos dé fuerzas para seguir el camino de Jesús de Nazaret, el camino que conduce a la bienaventuranza temporal y eterna. Escuchar su palabra, que es «lámpara para mis ojos, luz en mi sendero», como dice el salmo 119, 105.
3. El camino de Jesús, el Dios encarnado, pasa por el hombre y la mujer concretos, como personas y como miembros de la comunidad. Camino que supone establecer lazos de fraternidad: «Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos el deseo mundial de la hermandad» (Papa Francisco en Fratelli Tutti, 8). Los caminos nuevos pasan por reconocer la dignidad de la persona, de toda persona, desde el primer momento de la concepción hasta el último suspiro, en toda latitud y longitud del globo terráqueo. Y una fraternidad llevada a todos los campos de la vida, a las relaciones interpersonales, a la política, a la economía, al trabajo, a la educación. Os invito a leer en este adviento o en las navidades la carta del papa Fratelli Tutti que es una luz en el sendero, que, como brújula en la noche, señala el norte, la Estrella Polar.
Otro camino o etapa es el ACOMPAÑAR. Porque no caminamos solos, sino con otros hermanos desde la cuna hasta la muerte. No podemos creernos y comportarnos como autosuficientes, cómo si nos bastáramos nosotros solos para todo. Nos necesitamos unos a otros desde nuestro nacimiento; necesitamos ayuda, cariño, orientación, compartir el pan, la sal y la palabra; la fe, que nos ayuden cuando somos pequeños, pero también adultos y mayores, que otros hagan de cirineos, o de bastón, o de Lazarillos de Tormes, pero sin tanta picaresca, que nos amen y a los que amemos, porque la plenitud de la vida está ser amados y en amar. Para eso Dios se ha hecho en Jesús nuestro compañero para compartir el pan y la palabra, alegrías, penas, gozos y esperanzas.
Otro tramo o secreto del camino es el ACOGER. Acoger al otro, sea quien sea, piense como piense, practique la religión o no la practique, de nuestro pueblo o de otros, de nuestra lengua o de otra, con su pasado y su presente, ensanchando nuestro corazón, abriendo nuestros brazos, compartiendo ilusiones, esperanza, acciones y compromisos, dolores y alegrías.
Acoger que no es solo dar, sino recibir al otro como un don y ofrecernos como don, como regalo, sin pasar factura, sin esperar contraprestación. Acoger al otro y compartir cuando somos y tenemos, nuestro tiempo, nuestros bienes, nueros talentos y cualidades; es convivir día tras día.
La necesidad del otro, del hermano es lo que debe marcar nuestra acción, no nuestro humor, nuestras ganas, nuestras posibilidades: Acoger al otro como Dios nos acoge en Cristo, sin juzgarnos, con amor, con perdón, con misericordia, compartiendo con nosotros hasta la divinidad pues nos ha hecho sus hijos y herederos. Acoger como acogió María, la Virgen y san José la llamada del Señor, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, como lo hicieron los amigos de Jesús, María, Marta y Lázaro.
Que sea así y vivamos así este adviento y el adviento de la vida. Experimentaremos cómo nuestra vida y convivencia renace.