+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
El sábado 23 de abril comenzó el proceso de beatificación y canonización del Hermano Giovanni Vaccari, religioso de los Siervos de la Caridad, comúnmente llamados entre nosotros Guanelianos, con la presencia del Superior General, del Postulador de la Congregación, el P. provincial y otras autoridades y religiosos de la Congregación, además del Obispo, del Delegado para el Proceso D. Ginés Ampudia, el Promotor de Justicia, D. Antonio García Redondo y la Notaria Eclesiástica, Dª Natalia Aguado.
¿Qué destacar de las virtudes del Hermano Juan Vaccari?
Era italiano, nacido en Sanguinetto, zona de Verona, primogénito de 9 hermanos, hijos de Pedro y Josefina Magnani, el 5 de junio de 1913.
Se crio en una atmósfera de paz y serenidad, en la que alimentó su fe viva, una piedad profunda y conoció el valor de la austeridad, del trabajo y el sacrificio, haciendo experiencia de la generosidad. En las cartas a sus hermanos siempre se preocupa de mantener a la familia unida. Sintió la llamada de Dios para ser sacerdote, pero tuvo que renunciar debido a sus continuos fracasos escolares. Posteriormente ingresó en el Seminario de los Siervos de la Caridad para ser sacerdote, pero tampoco tenía buenas notas. Cuando decidió marcharse fue al P. espiritual para despedirse, pero el Padre le dijo: “¿ Entonces?”. Y él respondió “He decidido irme”. El Padre le miró y le dijo “¿Y si marchándote perdieses el alma?”. Hubo un momento de silencio y después Juan dijo dos palabras: “Alora rimango” (“Ahora me quedo”). Dice él en su Autobiografía: “desde entonces desaparecieron en mi todas mis aprensiones, temores y me sentí otra persona”. Desde entonces no buscará si no hacer fielmente la voluntad de Dios hasta el final. Desde este momento su vida será un continuo dar gracias a Dios por su llamada a la vida religiosa: «¡Oh cuánto debo agradeceros, oh mi Señor, por llamarme a la vida religiosa... Oh María, dadle gracias a Dios por los favores que me ha concedido... En especial, por haberme llamado a la vida religiosa en los Siervos de la Caridad del santo fundador, el padre Luis Guanella!».
En 1934 hace el noviciado en Barza d’Ispra, y terminado seguirá en la misma casa como cocinero; pero se dedica también a la atención pastoral de una pedanía, Monteggia, y de tal manera que los habitantes le llamaban “su párroco”. En 1936 hace su primera profesión religiosa y en 1939 hace su profesión perpetua en los Siervos de la Caridad.
En 1950 es destinado a ser doméstico del Cardenal Vicario de Roma Clemente Micara donde estará un año. En 1952 vuelve a Barza hasta 1954 en que volverá a ser doméstico del Cardenal Micara hasta su muerte en 1965. Fallecido el cardenal es enviado a España, en concreto a Aguilar de Campo, al colegio San José como animador vocacional. También ejerce de ecónomo, en decir, encargado de la economía del Colegio. Allí destaca por sus virtudes de tal manera que deja huella en los alumnos y en las personas con las que trata. El 9 de octubre de 1971, muere en Palencia por causa de un accidente de tráfico en la carretera ente Herrera de Pisuerga y Aguilar, a la altura de Osorno. Celebradas las exequias cristianas en Aguilar de Campoo fue enterrado en la tumba de los Siervos de la Caridad en Como, Italia.
El hermano Luis Vaccari fue un alma enamorada de la voluntad de Dios, de la oración y la caridad. Y ¿de quién se enamoró? De Jesús en la Eucaristía, de María, de San José y de San Luis Guanella. Para él, hacer la voluntad de Dios es la idea fija que le mueve a lo largo de su vida. «Mi tarea en cada momento es hacer la santa voluntad de Dios. No hay alegría más grande no seguridad más sólida». Y todo ello con una confianza, fe y abandono en Dios como Padre.
Se sabrá en las manos del Padre como un metal está en manos del herrero que es maleable en el fuego para hacer de él lo que quiere. Si se enfría será difícil seguir trabajando. Por eso cultivaba la fe y la obediencia a la voluntad de Dios. Para él era la planitud de la alegría: «Pienso y estoy convencido que no hay alegría más pura y más excelsa que esta: ahora estoy donde Dios me quiere, o sea, aferro mi voluntad por así decir y la sumerjo en la voluntad divina de manera que se funda con la de Dios».