Majestad: permítame que la salude con un título cristiano: Hermana en Cristo.
Doña Sofía: en nombre del Patronato la Fundación Edades del Hombre, de la Iglesia de Dios que peregrina en Palencia, de la comunidad cristiana de la Unidad pastoral de Aguilar, de la villa de Aguilar de Campoo, de las autoridades nacionales, regionales, provinciales y locales y de todos los hombres y mujeres aquí presentes, le doy la más cordial bienvenida y le expreso nuestra gratitud.
Viene, Majestad, a inaugurar una obra más de la Fundación Edades del Hombre, en concreto la vigésima tercera exposición que lleva por título: Mons Dei, (la Montaña de Dios), con una extensión titulada Ecclesia Dei, la Iglesia de Dios, en los magníficos templos románicos de las parroquias del entorno.
La Fundación Edades del Hombre, patrocinada por las Diócesis de Castilla y León, y con la colaboración de la Junta de Castilla y León, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Aguilar, tiene como finalidad mostrar ante la ciudadanía española y los que nos visiten de otras naciones la fecunda colaboración entre la fe cristiana y la cultura. Una fe que no eche raíces en una cultura es una fe que no ha logrado el despliegue de todas sus potencialidades, porque el Hijo de Dios, Jesucristo, se hizo hombre, vivió y murió en una cultura; y una cultura que se abre a la fe es una cultura que colabora para que el hombre y la humanidad alcance su plenitud. Fe y cultura mutuamente se necesitan y enriquecen. Tenemos muchos ejemplos; la misma existencia e historia de Europa y particularmente la de España, lo manifiestan.
El tema de esta exposición es el Monte, la Montaña de Dios. El monte tiene siempre actualidad. Nuestra Montaña Palentina y toda montaña llama provocativamente a los que vivimos en el valle, tantas veces metidos en tantos problemas que llevan al stres, la contaminación de todo tipo, a ascender, a liberarnos del peso de la vida cotidiana, oxigenarnos en el aire puro, contemplar la inmensidad de la creación y su belleza, ser nuevos, más sencillos, más fraternos y solidarios, a adquirir altura interior e intuir al Creador. Después, renovados, tenemos que volver a la llanura, a la vida de cada día con energía renovada, creatividad, fortaleza y valentía, alegría y esperanza.
En muchas religiones la Montaña es el lugar de la máxima cercanía de Dios. En la tradición de Israel están el monte Moria, el Sinaí, el Horeb, el Monte Sión, montes de pasión y montes de revelación, En el nuevo Testamento están el monte de las tentaciones, de las Bienaventuranzas, de los Olivos, el Calvario y el de la Ascensión.
Y está la Montaña de la Trasfiguración, cuya representación escultórica y pictórica nos acoge a la entrada de esta exposición, nos sale al encuentro en el medio, y nos despide al final. Nos llama a realizar la metamorfosis en Cristo.
Esta exposición es una llamada a descubrir lo más íntimo del ser humano, de la creación y la revelación: la presencia de Dios que viene a nuestro encuentro para cubrirnos con su sombra; es una invitación a alabarlo, a escucharlo, y a construir el futuro desde un amor que desde Él y con su Espíritu, se hace servicio solidario para todos, particularmente para los más necesitados y descartados. Esta exposición nos llama a cultivar la esperanza orando con el poeta. Por eso termino mi saludo de bienvenida y gratitud con esta oración en versos del poeta, Gerardo Diego, que, nacido en Cantabria, se sintió siempre castellano y español:
Transfigúrame,
Señor, transfigúrame.
Traspáseme tu rayo rosa y blanco.
Quiero ser vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla
en tu más alta catedral.
Quiero ser mi figura, sí, mi historia,
pero de Ti en tu gloria traspasado.
Quiero poder mirarte sin cegarme,
convertirme en tu luz, tu fuego altísimo
que arde de Ti y no quema ni consume.
Pero a mí solo no.
Purifica también a todos los hijos de tu Padre,
que te rezan conmigo o te rezaron,
o que acaso ni una madre tuvieron
que les guiara a balbucir el padrenuestro.
Purifícalos a todos, a todos transfigúralos.
Si acaso no te saben, o te dudan,
o te blasfeman, límpialos piadoso
como a ti la Verónica, su frente,
descórreles las densas cataratas de sus ojos,
que te vean, Señor, y te conozcan,
espéjate en su río subterráneo,
dibújate en su alma
sin quitarles la santa libertad
de ser uno por uno tan tuyos, tan distintos.
Que todos puedan en la misma nube,
vestidura de Ti, tan sutilísima
fimbria de luz, despojarse y revestirse
de su figura vieja y en ti transfigurada.
Y a mí con ellos todos, te lo pido,
la frente prosternada hasta hundirla en el polvo,
y a mí también, el último, Señor,
preserva mi figura, transfigúrame.
(Gerardo Diego)
Señora, Majestad, hermana: bienvenida y muchas gracias.
Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
Aguilar de Campoo - 10 de mayo de 2018