Se valiente: la Misión te espera. DOMUND 2017

El Concilio Vaticano II, sus documentos y su espíritu, nos llama a la Misión. Jesucristo es el gran misionero del Padre con la fuerza del Espíritu Santo. «Vino, pues, el Hijo, enviado por el Padre, que nos eligió en Él antes de la creación del mundo y nos predestinó a ser hijos adoptivos porque quiso que todo tuviera a Cristo por cabeza. Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y nos redimió con su obediencia... Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, que es luz del mundo. De Él venimos, por Él vivimos y hacia Él caminamos.

Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia y de esta manera los creyentes pudieran ir al Padre a través de Cristo en el Espíritu Santo» (LG, 3 y 4).

En estas dos misiones, la del Hijo y la del Espíritu Santo según el plan del Padre, tiene su raíz la Iglesia que es, por naturaleza, misionera. Quiso Dios llamar a los hombres no sólo individualmente, sin ninguna conexión mutua, sino constituirlos en un pueblo en el que sus hijos, que estaban dispersos, se congreguen en uno (cfr. AG, 2). Su misión es llevar la Buena Noticia a los hombres, especialmente a los pobres, la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos, el año de gracia del Señor (cfr. Lc 4, 18-19).

La Virgen María es la primera misionera, la que, afrontando las dificultades de la montaña y estando embarazada, lleva a Jesús a la familia de Isabel y Zacarías y hasta Juan salta de alegría.

María Magdalena es la misionera, el apóstol de los apóstoles. La Iglesia, desde Pentecostés, ha realizado la misión con valentía. Así vemos a los Apóstoles que anuncian a Jesús sin miedo a las persecuciones, la cárcel o al martirio. Pedro dirá que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Pablo anunciará el Evangelio a todos, en Atenas, en Jerusalén, estando libre o cargado de cadenas con toda valentía; dirá con fuerza a su compañero y discípulo Timoteo «Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que n o soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta ori; y apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio» (2 Tim 4, 1-5).

La historia nos habla de muchos misioneros. A España nos trajeron la Buena Noticia muchos misioneros. De España han salido muchos misioneros que dejando padre, madre, hijos, hermanos, profesiones, tierras, etc., movidos por la fe, han evangelizado en África, América, Asia, Oceanía y la misma Europa. ¿Quién no recuerda a Santo Toribio de Mogrovejo, a los religiosos de diversas congregaciones que acompañaron a las naves que iban a América, a San Francisco Javier, y a otros muchos?

Palencia es tierra de misioneros. Lo ha sido en el pasado. Recordemos a San Francisco Fernández de Capillas, y los sacerdotes, religiosos y religiosas de tantos pueblos pequeños en número de habitantes, pero grandes, muy grandes en la fe y en la generosidad. Hoy mismo hay misioneros palentinos en muchas naciones: Japón, Tailandia, Bolivia, Perú, Colombia, Méjico, Venezuela, Cuba, Santo Domingo, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Palestina, Israel, países africanos, etc.

Hoy hay que llevar el Evangelio a otras tierras. Y desde aquí invito a laicos, religiosos y sacerdotes, si Dios los llama, a responder con generosidad y valentía. La misión llenará su vida. Y toda la iglesia de Palencia los acompañará con su oración, admiración y apoyo económico, en la colecta y otro tipo de donaciones.

Pero también recuerdo a todos que todos tenemos y debemos ser misioneros aquí. Europa, España, Palencia, cada pueblo o ciudad de nuestra Diócesis, es tierra de misión. El papa Francisco nos recuerda constantemente que el cristiano tiene que llevar el Evangelio de la alegría y la alegría del Evangelio a todas las personas, especialmente a los jóvenes, a los que sufren de una manera u otra, a todos los lugares y ambientes con valentía con obras y palabras, con nuestra forma de vivir y convivir. Todos tenemos que ser discípulos misioneros; no discípulos y después misioneros, sino a la vez. No podemos guardarnos a Cristo para nosotros; no podemos esperar a estar preparados. A este nos provoca el Plan Pastoral recientemente lanzado. ¡Sé valiente! ¡La misión te espera!

+ Manuel Herrero Fernández, OSA

Obispo de Palencia