+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
¡Quién de nosotros mirando el mundo real, las guerras, las diferencias enormes entre países ricos y pobres, entre los del Norte y el Sur, la miseria, la corrupción, la presencia de la muerte no por causas naturales, sino por asesinatos cometidos por chicos metidos en bandas, por droga, etc., no ha sentido las ganas de cambiarlo, de hacer un mundo nuevo, de recrearlo desde la raíz de renovar la humanidad!
Pero muchas veces olvidamos lo que nos decía San Pablo VI, canonizado el domingo pasado, en su exhortación Evangelii Nuntiandi (Anunciar el Evangelio). «Pero la verdad es que no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio. La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio interior y, si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir el mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos. Sectores de humanidad que se transforman: para la Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez más numerosas, sino alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores dominantes, los puntos de interés, a las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación» (Pablo VI. EN, 18 y 19). Después nos dirá que hay que evangelizar, para que no sea un barniz superficial, sino algo vital, en profundidad y hasta las raíces, la cultura y las culturas en sentido amplio (cf. idem. 19).
Esto es lo que tenemos que hacer todos los cristianos también aquí, en España, en Palencia, porque todos tenemos que ser discípulos misioneros. Pero el DOMUND nos trae ante nuestros ojos y conciencia creyente la entrega de los hermanos misioneros, ellos y ellas, que dejando su tierra, su forma de vivir aquí, han marchado a tierras lejanas de Asia, América, África o Europa para anunciar el evangelio como fuerza e instrumento para cambiar el mundo.
En nuestra Diócesis y Provincia tenemos más de 400 misioneros, entre ellos dos Obispos -Nicolás Castellanos y Javier del Río, ambos en Bolivia-, 19 sacerdotes diocesanos, 94 religiosos sacerdotes, 184 miembros de vida consagrada -religiosos y religiosas-, 1 laico y están presentes 14 en África,21 en América, 10 en Asia y 7 en Europa. Quizás alguno de ellos es miembro de nuestra familia, o de nuestro pueblo, o amigos y conocidos nuestros. No anuncian sólo el Evangelio y predican en la catequesis, sino que promueven iniciativas de una vida mejor y más digna en el campo de la educación, de la sanidad, de la vivienda, de la promoción de comunidades, una agricultura respetuosa con la ecología, etc. También en Palencia, en concreto en la Casa Sacerdotal “Virgen de Lebanza”, viven varios sacerdotes que han estado hasta 50 años en tierras de misiones después de entregar su vida y, muchas veces, su salud; y lo mismo podemos decir en las casas de las comunidades de religiosos y religiosas.
En España y en Palencia nos alegramos y estamos orgullosos y agradecidos por estos compatriotas y hermanos generosos que, por amor a Jesucristo y a los hombres y mujeres más necesitados, dejando familia, tierra y amigos, se lanzaron a la misión por amor a Jesucristo; pero tenemos, además, que orar por ellos para que no les falte la ayuda del Señor y colaborar con ellos para cambiar el mundo con nuestra generosa colaboración en la colecta del domingo 21 de octubre, o con donativos en la Delegación Diocesana de Misiones que está en la Casa de la Iglesia. Apoyemos fraternamente a nuestros misioneros según nuestras posibilidades, pero hagámoslo de corazón, no porque nos dan la lata y queremos que nos dejen tranquilos, no porque queramos tranquilizar nuestra conciencia, sino de corazón, con sinceridad, por solidaridad y caridad. Así os lo pido en nombre de Dios y en nombre de los misioneros.