Se abre el proceso de canonización del palentino -agricultor y padre de familia- Víctor Rodríguez

Padre de diez hijos, Víctor Rodríguez Martínez nació en Quintanadiez de la Vega, Palencia, en 1925, y su vida se caracterizó por una entrega total a su vocación seglar. Desde su trabajo como agricultor o donde la vida le fue llevando, y desde su hogar, se convirtió en fermento y levadura de vida cristiana. Afiliado al Carmelo Descalzo Seglar, Congregación de San Felipe Neri, Cursillos de Cristiandad y Adoración Nocturna, fue un verdadero místico en medio del mundo a la vez que un hombre trabajador, humilde, sencillo y servicial, que se desvivió por los pobres y los enfermos. Murió en “olor de santidad” en Medina del Campo, el 21 de febrero de 2012.

Y este sábado, 18 de diciembre, a las 12:00 horas, el convento de las Carmelitas Descalzas de La Rondilla, en Valladolid, acogerá, la apertura de su proceso de canonización, una vez que el cardenal arzobispo de Valladolid, Mons. Ricardo Blázquez, ha recibido el “nihil obstat” de Roma para introducir la causa.

Fue precisamente el arzobispo de Valladolid quien el 21 de noviembre de 2019 remitió a la Congregación para las Causas de los Santos la petición del “nihil obstat”, una vez aceptado por él el libelo de demanda. El acto solemne de este sábado constituye la primera sesión de la fase diocesana del proceso de canonización, a la que seguirá después una apostólica en Roma.

Al mismo, presidido por monseñor Blázquez, asistirán los vicepostuladores de la causa, el carmelita rector del monasterio Desierto de San José de Batuecas, el P. Francisco Brändle, y Niceto Tirados; el secretario canciller del Arzobispado, Francisco Javier Mínguez, que dará lectura a los documentos y fe del acto, y los miembros del tribunal designados por el arzobispo (el deán de la Catedral y vicario judicial, José Andrés Cabrerizo, el promotor de justicia Grzegorz Lonski y el notario actuario Jesús Alberto Bogónez) que jurarán sus cargos. Se tratará de un acto público, en el que el vicepostulador Brändle presentará el proceso y don Ricardo Blázquez le responderá con unas palabras.

Estarán asimismo presentes varios hijos y nietos de Víctor y sus dos hermanos carmelitas descalzos, Francisco y Juan Luis (padre del convento de San Benito de Valladolid) y compañeros del Carmelo y de la Adoración Nocturna, así como familiares y amigos tanto de su etapa vital en Palencia como de sus años en Medina del Campo.

Ya el pasado 25 de noviembre el arzobispado de Valladolid presidió el juramento de los peritos históricos de cara al examen de documentos del proceso, en presencia del arzobispo. El catedrático emérito y ex cronista oficial de Valladolid, el carmelita Teófanes Egido; profesor titular de la UVa Javier Burrieza, y el catedrático emérito de Lengua y Literatura Jorge Manríque, son los miembros de esta Comisión Histórica, que iniciará en breve los trabajos de la instrucción diocesana del proceso y el objetivo de presentar de una manera precisa la persona y la vida del carmelita seglar. Ante el arzobispo y el secretario-canciller, prestaron también juramento ese mismo día, Fernando Bogónez, actual rector del Seminario Mayor, y Roberto Pérez Briso-Montiano, párroco de Santísimo Salvador de Simancas, los censores teólogos del proceso diocesano de beatificación y se encargarán de examinar los escritos y pruebas de Víctor Rodríguez para certificar que en ellos no se contiene ninguna doctrina contraria a la fe y a las buenas costumbres.

 

Para conocer un poco más a VÍCTOR RODRÍGUEZ MARTÍNEZ

 

Entre mayo de 2017 y marzo de 2018, el sacerdote Germán García Ferreras publicón en "Iglesia en Palencia" una serie de artículos sobre Víctor Rodríguez "un laico palentino" que reproducimos a continuación.

 

Padre de diez hijos

Mayo de 2017

Iniciamos, con este artículo, una serie de escritos relatando la vida, santidad y doctrina de Víctor que contrajo matrimonio en el Santuario de Nuestra Señora del Valle, en el histórico pueblo de Saldaña, provincia de Palencia. Se casó, el 24 de julio de 1948, con la joven de 22 años, Mª Asunción Merino Cuadrado, natural de Bustillo de la Vega, también provincia de Palencia.

Víctor nació el 12 de abril de 1925 en Quintanadiez de la Vega, provincia de Palencia a solo tres kilómetros de Saldaña. Antes había tenido otra novia, pero la dejó porque ella no quería tener más que dos hijos. Víctor murió en Medina del Campo el día 21 de febrero de 2012. Dicen los historiadores que “en olor de santidad”.

Y esa santidad, como ejemplo de cristiano seglar y padre de 10 hijos y trabajador en distintos negocios, es lo que nosotros trataremos de demostrar para ejemplo de todos. Que el mandato de Jesús: “sed santos como vuestro Padre Celestial es perfecto” es para todos. Y todos debemos ser aficionados a la lectura de la vida de los santos, a fin de contagiarnos de su espíritu y, también apoyados en su ayuda desde el cielo.

Víctor, que vivió intensamente el espíritu del Carmelo, conocía “al dedillo” la vida de Santa Teresa, de Santa Teresita y, sobre todo, de San Juan de la Cruz.

Víctor fue un trabajador de pura cepa. Muy trabajador y en distintos negocios y oficios. No pudo cumplir una de sus mayores ilusiones. Ser camillero en un hospital de Madrid, para dedicarse al cuidado de los enfermos y los enfermos en camilla, antes o después de la operación y tal vez accidente.

Hoy recalcamos que fue padre de 10 hijos. Que, por la gracia de Dios, su esposa Mª Asunción aún vive, como viven hijos, hijas, nietos y biznietos. Yo no dudo que desde el cielo, tendrá un cuidado muy especial por su familia. Cuidado y favores espirituales y también corporales para con los amigos y cuantos trabajan en el apostolado de la Eucaristía, cuidado por lo pobres y suplicas para con los misioneros.

Comenzamos, nuestra ronda, por la vida de Víctor, subiendo las cuestas de las carreteras que unen pueblos y pueblos en la comarca de Saldaña. Pueblos que él recorrió recitando el Cantico Espiritual de San Juan de la Cruz: “Mil gracias derramando. Buscando mis amores, pastores los que fuerdes”... Y al final del camino: la iglesia y allí celebrar la Eucaristía, que es la fuente de donde brota la gracia para los seguidores de Cristo.

Amigos, amigas, lectores, les invito a conocer la vida y doctrina de Víctor. Les invito a rezarle que ya está demostrando su generosidad desde el cielo. Esperamos que algún día la Iglesia le declare santo, pasando por el proceso de beatificación. Siempre enseñándonos a seguir a Jesús Redentor.

 

Hijo de la Iglesia

Junio de 2017

No hay duda que Víctor leyó muchas veces y escuchó cientos de veces, la frase de santa Teresa momentos antes de su muerte: «Al fin muero hija de la Iglesia». Antes había pronunciado otra frase más significativa: «Divino Esposo, ya es hora que caminemos».

Era el momento en el que llegaba el capellán con el Santísimo, para administrar el Viático. La Santa se quedó mirando a Jesús Eucaristía y le manifestó el deseo de partir para la Casa del Padre. En una de sus poesías dice Santa Teresa: «Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero».

Nuestro Víctor, sentía y vivía el gozo de ser hijo de la Iglesia. En el libro Vida impactante de un cristiano de a pie, escrito por un gran amigo, el Padre Carmelita Descalzo, José Vicente Rodríguez, sabio carmelita y especialista en San Juan de la Cruz, leemos el autorretrato de Víctor que dice así: «Los padres que Dios me dio, tanto me quisieron, que hijo de la Iglesia me hicieron. Esta me recibió. El bautismo me otorgó. Aun no sabía andar y a misa en brazos me llevaban. En familia todos los días el rosario se rezaba».

Hijo de la Iglesia. ¿Qué significaba y suponía esa filiación? Primero, ser hijo de Dios y coheredero con Cristo de la gloria del Padre. Para Víctor ser hijo de la Iglesia, es aceptar lo que nos dice el San Lucas (5, 13-16): «Vosotros sois la sal de la tierra; si la sal se desvirtúa, ¿con que se la salará? Para nada vale ya, sino para que, arrojada fuera, sea pisada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en la cima de un monte no puede ocultarse. Ni encienden una lámpara y la ponen debajo de un celemín, sino sobre el candelero y alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra casa delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre celestial».

Hijo de la Iglesia y siempre tenía ansias por saber la doctrina de la Iglesia y responder a las exigencias de la misma. Quería ser un verdadero cristiano que tiene espíritu de servicio para ayudar al necesitado y más si estaba enfermo y carecía de alimentos.

Hijo de la Iglesia a tanto, que estaba suscrito al L’Osservatore Romano y desde Roma se lo mandaban todas las semanas. ¿Cuántos cristianos conocemos que estén suscritos a la Prensa del Vaticano?

Hijo de la Iglesia, pero no sólo por el bautismo y en un libro de bautismos, sino que trataba de formarse en la Iglesia y pertenecer a distintos movimientos cristianos y cofradías: Pertenecía al Carmelo Seglar, a la Adoración Nocturna, a Cursillos de Cristiandad y a la Congregación de San Felipe Neri.

Hijo de la Iglesia, y mientras estuvo trabajando en Madrid, disponía de la llave de una parroquia y a media noche se iba, con permiso del párroco, a visitar al Santísimo y estarse horas ante el sagrario.

Hijo de la Iglesia y todos los días acudía a celebrar la Eucaristía. Estando enfermo para trabajar en Madrid, se vino a vivir a Velillas del Duque y todos los días acudía a misa. Cuando no había en su pueblo, acudía, andando, a uno de estos pueblos: Villarmienzo, Quintanilla de Onseña y Portillejo.

Andando que te andarás, no aceptaba montarse en el coche que algún vecino o amigo le ofrecía sí que aceptaba la conversación en la carretera aprovechando para hablar de Dios y de las Obras de Misericordia. Nunca, nunca, para criticar de los demás o fallos de los políticos, etc. etc. Que así nos lo ha contado un amigo suyo que aún vive en Palencia.

Le encantaba leer los Evangelios y las Cartas de San Pablo. Gozaba mucho. Comentando aquellos versículos de San Mateo (11, 25-30): «Te doy gracias, Padre. Señor de cielo y tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla».

 

Soledad y Silencio

Julio de 2017

¡Qué dos palabras! ¡Qué fáciles de pronunciar y retener en la memoria! Pero, a la vez, ¡qué difíciles de vivir y llevar a la realidad! Cuando son básicas para conseguir la verdadera felicidad y la más completa alegría.

Porque no hay alegría completa sin Dios, ni felicidad sin Dios. Pero ¿dónde está Dios y cómo encontrarnos a Dios y vivir en Él.

San Juan de la Cruz, de quién Víctor era muy devoto (leyó muchas veces sus escritos, sobre todo la Llama de Amor Viva y el Cántico Espiritual) en la estrofa 35 del Cántico Espiritual, canta: «En soledad vivía / y en soledad ha puesto ya su nido / y en soledad la guía / a solas su querido / también en soledad de amor herido».

No es lo mismo soledad y silencio. El silencio necesita soledad, porque necesita que Dios pueda ser escuchado, libre del ruido de las cosas materiales y de las criaturas demasiado ocupadas en asuntos puramente temporales.

Víctor gustaba de la noche ante el sagrario. De la media noche en la parroquia de San Clemente Romano en Madrid, dónde estaba de párroco D. Paco Teresa León, nacido en Paredes de Nava, Palencia.

Buscaba la soledad y el silencio de la noche en la iglesia de Velillas del Duque, dónde vivió doce años, en la casa que su mujer, Asunción, heredó de sus padres. La casa estaba y está pared con pared con la iglesia parroquial. ¡Cuánto gozaba Víctor visitando por la noche el sagrario, acompañando a Jesús y escuchando la voz del Espíritu Santo y la Santísima Trinidad! Siempre protegido por la Virgen a la que tenía una devoción singular.

No hay verdadera felicidad y auténtica alegría sin Dios. Ese Dios Padre nos espera en la soledad, rodeados del más profundo silencio.

Caminaba, cada mañana, por la carretera estrecha que aún conduce a Villamienzo, Portillejo y Quintanilla de Onsoña. Cuando no había Misa en Velillas del Duque se iba a los pueblos más próximos. Siempre andando y con el rosario en la mano.

No podía pasar un día sin haber comulgado. Su fuerza, para superar la enfermedad y para convertirse en apóstol de Cristo, estaba en la Eucaristía. Con razón afirmaba: «Lo mismo que los pobres van de puerta en puerta y de pueblo en pueblo pidiendo un trozo de pan para comer, así el cristiano -decía- debe ir al sagrario donde se celebre la Eucaristía y así comer el Pan de Vida».

Buscaba la soledad de Las Batuecas, Salamanca, el famoso desierto de los PP. Carmelitas Descalzos. Pero de ello hablaremos en el próximo artículo.

 

Las Batuecas

Septiembre de 2017

¿Qué fue buscando Víctor, con sus visitas de verano, acercándose al Desierto de las Batuecas? ¿Con quién se encontraba en las vacaciones de verano? Claramente que buscaba a Dios, a través de la profunda soledad y de la inmensa riqueza de los árboles en las montañas. Buscaba a Dios al estilo de la canción 14 del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz:

«Mi amado las montañas / los valles solitarios nemorosos / las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos / el silbo de los aires amorosos». Que todo esto había en el desierto de las Batuecas. Todo menos arena y sequedad. Desierto abundante en árboles frutales de muchas clases.

Desierto de las criaturas, pero no de los pájaros en multitud de colores y variedad de cantos. Desierto de las criaturas, pero no del agua cristalina del río que atravesaba la finca, hasta dejar entusiasmados al rey Alfonso XIII, año 1922, y no menos en la cacería del Rey Juan Carlos I, en marzo de 1989. ¡Cuánto gozó el rey Juan Carlos I conversando con los frailes Carmelitas Descalzos, moradores del convento y de las muchas ermitas que había y hay en la finca!

¿Qué buscaba Víctor huyendo de las playas del mar y recogiéndose en la soledad del Desierto de las Batuecas? Allí se encontraba con su director espiritual, P. Valentín de S. José, religioso sabio, santo y místico cien por cien, enamorado de la doctrina de San Juan de la Cruz.

Por cierto, este excepcional director espiritual, fue quien le aconsejó que debía dividir las vacaciones, estar la mitad de ellas en el desierto y la otra mitad con su esposa e hijos por las tierras de Galicia.

¿Qué buscaba Víctor en el Desierto de las Batuecas? Ni más ni menos que vivir la canción 26 del mismo Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz: «En la interior bodega de mi amado bebí / y cuando salía por toda aquesta vega / ya cosa no sabía y el ganado perdí que antes seguía».

Uno de los padres ermitaños, años y años viviendo en la soledad del Desierto, dice de él al despedirle y lo anota en las crónicas: “Nos ayudaba en todo lo que hacía falta. Era un santo de cuerpo entero, que venía a pasar aquí, en la soledad, todos los años las vacaciones, cumpliendo los trabajos más humildes para el cuerpo. Daba ejemplo a los religiosos”.

Tan pronto llegaba al Desierto se vestía con un hábito de Carmelita, para asistir a todos los rezos de la Comunidad. También a media noche. Más aún, imitando a su director espiritual, alargaba la meditación media hora a la media noche.

Como auténtico ermitaño, cogía la azada y se ponía a cuidar la huerta para que la cosecha de tomates, patatas y cebollas fuera más abundante; y siempre en silencio, como hacían los demás ermitaños.

Las Batuecas son un lugar mimado por la mano del Creador. Se puede cantar y repetir otra estrofa de San Juan de la Cruz, la 36: «Gocémonos Amado / y vámonos a ver en su hermosura / al monte y al collado / do mana el agua pura / entremos más adentro en la espesura».

 

Su infancia

Octubre de 2017

Santa Teresa de Jesús, en el capítulo primero del libro de su Vida, escrito por ella misma, nos relata rasgos de su infancia: “Éramos tres hermanas y nueve hermanos. Acuérdome que cuando murió mi madre, quedé yo de edad de doce años, poco más o menos”.

“Tenía un hermano casi de mi edad; juntábamos entrambos a leer vidas de santos. Cómo veía los martirios que por Dios las santas pasaban, deseaba yo morir así y juntábame con éste mi hermano a tratar qué medio habría para esto. Ordenábamos ser ermitaños y en una huerta que había en casa procurábamos, como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas piedrecillas, que luego se nos caían. Procuraba rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el Rosario, del que mi madre era muy devota”.

¿Cómo fue la infancia de Víctor? Él mismo nos dice que en su casa se rezaba el Rosario todos los días, juntamente con sus padres. Disponemos de un precioso documento, escrito por él mismo. Su lectura es admirable y no puede ser más interesante. Es una carta que escribe a un nieto de seis años y dice así:

«Te voy a contar las aventuras de un niño cuando tenía seis años. Se levantaba temprano y, después de desayunar un buen plato de patatas, cogía un palo y se llevaba las vacas a pastar a los prados. Allí se juntaba con otros niños que hacían el mismo trabajo.

Pescaban peces, cangrejos y ranas. Hacían una hoguera, los asaban y se los comían. También cazaban lagartos, culebras, ratas, topos, erizos y otros animales. Éstos ya no los comían.

Cuando llegaba el verano, había que trillar todo el día con tanto calor. ¡Esto sí que era pesado...!

Cuando llegaba el invierno, todos los días tenía que ir a la escuela y recuperar todo el tiempo anterior. Las Navidades las pasaba junto al fuego, porque hacía mucho frío. Cantaban villancicos y jugaban a las cartas. Los Reyes Magos entonces eran muy pobres y no traían regalos.

Estas son las aventuras de un niño que hoy es un anciano, que te quiere mucho y tiene muchas ganas de verte».

Este anciano murió el 21 de febrero de 2012 en Medina del Campo, en olor de santidad. Es nuestro Víctor, a quien tenemos que pedir que desde el cielo nos aumente la fe y nos fortalezca la confianza en la Iglesia, nuestra Madre.

Víctor, que sabía tanto de Santa Teresa, también conocía a las mil maravillas la vida y doctrina de San Juan de la Cruz. También sabía que siendo niño Juan de la Cruz y estando en Medina del Campo, a la vez que estudiaba en el Colegio de los Jesuitas, hacía de recadero en un hospital para ayudar a su madre, que era pobre, muy pobre. Víctor, como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, aprendió de sus padres a vivir el cristianismo y a ser muy devoto de la Virgen.

 

Enfermero

Noviembre de 2017

¡Qué palabra tan bonita, tan humana y mucho más cristiana! ¿Cuántas veces leería Víctor los primeros versículos del capítulo 9 de San Lucas, el evangelista? Dicen así: «Jesús, habiendo convocado a los doce, les dio poder y autoridad sobre los demonios y también para curar enfermedades; y les envió a predicar el reino de Dios y a sanar enfermos». Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforjas, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas. En la casa en que entréis, quedaos hasta vuestra partida. Y donde no os reciban, salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Salieron, pues, y recorrieron las aldeas, anunciando la buena nueva y curando enfermos.

Y si Víctor leía continuamente los escritos de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, mucho más leía los evangelios, pues lo que él quería era ser otro Cristo y ser fiel discípulo suyo anunciando su Mensaje.

¡Enfermero! No sólo cuando gozaba de salud, si no también cuando ya era víctima de duras enfermedades. No sólo recorriendo los pueblos vecinos de Velillas del Duque, si no también en los hospitales de Madrid, perteneciendo a la Congregación de San Felipe Neri.

¡Enfermero! Con una preparación extraordinaria en el espíritu y en el tratamiento humano. Que para el cristiano, ser enfermero es una obligación gozosa, como ser misionero. Nuestra fe cristiana tiene esas dos exigencias como respuesta a las palabras de Jesús: «Tuve hambre, estuve enfermo y necesitaba agua para beber».

¡Enfermero! Que sabe tratar con amor y gran delicadeza. Sonriendo y siempre acudiendo a las necesidades del que sufre en el cuerpo y en el espíritu.

Acompañado de su amigo Daniel Colorado, se ponían el hábito y recorrían los hospitales de Madrid, sobre todo el Gregorio Marañón. Nos cuenta su esposa: “Viviendo en Velillas del Duque, fuimos un día al pueblo donde él había nacido, Quintanadiez de la Vega; y al llegar a su pueblo se enteró que había un vecino que se estaba muriendo, que años antes había sido muy amigo suyo. Fue a visitarlo y a charlar con él, pues no era muy practicante como cristiano. Pidió le dejaran a solas con él y después de un rato salió de la habitación. ¿Conclusión? Que pidió la confesión, comulgó y recibió la Unción de Enfermos”.

Durante varios años perteneció a la Congregación de San Felipe Neri. Tenían como apostolado la visita a los enfermos en los hospitales o en las casas. Fue director de la Congregación y en un Congreso en Zaragoza les habló dándoles unas conferencias.

Tenemos cantidad y cantidad de anécdotas de Víctor con relación a su apostolado con los enfermos. ¿Terminamos con un interrogante? ¿Cómo trato a los enfermos de mi familia, de mis amigos y a los enfermos que están solos en los hospitales? Porque, por desgracia, hay muchos enfermos en los hospitales que no tienen familia o está muy lejos, incluso en el extranjero. ¿Llega ahí mi apostolado como enfermero, como cristiano? ¿Leo el evangelio de San Lucas capítulo 9 y otros?

 

Espíritu de pobreza

Diciembre de 2017

Es el Evangelista San Lucas quien escribe: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos, porque después ellos te invitarán y quedarás así recompensado. Por el contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos. Ellos no pueden corresponderte, y por eso serás feliz, porque tú tendrás recompensa cuando los justos resuciten» (Lc 14, 30-37).

Nuestro Víctor leía muy despacio y muchas veces la Biblia y textos como este del Evangelio. Y lo mismo a San Juan de la Cruz y Las Moradas de Santa Teresa. El espíritu de pobreza no es amar a los pobres y obsequiarles con una limosna. Nos aclaramos: a los pobres se les puede ayudar por compasión, para que no nos molesten con su mano extendida o, también, para recuperar la paz de la conciencia, esto cuando se hace como devolución de ganancias injustas.

Amor a los pobres no es lo mismo que tener espíritu de pobreza. Cuando se vive la pobreza tal y como se define en las Bienaventuranzas, es mucho más que hacer las cosas con tal o cual color de bondad y generosidad.

Vivir el espíritu de pobreza al estilo de Víctor es una necesidad espiritual que nos empuja a revestirlo todo con el manto del amor, llevando acciones al estilo de Víctor: transmitir alegría y paz a la vez.

Tenemos testimonios que no pueden ser más significativos. Vamos con ellos que es lo más acertado y... ¿por qué no tratar de imitar cuando se nos ofrezca la ocasión? Jesús le dijo a Judas que a los pobres siempre los tendremos a nuestro lado, todo es cuestión de ver en ellos al mismo Jesús.

Cuenta el P. Carmelita Descalzo Juan Jesús, que fue su confesor en Medina del Campo, que le dijo Víctor que la mayor gracia que le había hecho el Señor en toda su vida, fue permitir que se arruinase económicamente, pues así le libró totalmente de la ceguera y de la esclavitud de los bienes materiales.

Mari Carmen, compañera de trabajo en la fábrica de Pepsi Cola, testifica: «Cuando él realizaba horas extraordinarias en la fábrica, me pedía sobres para meter dinero en ellos y repartirlos entre la gente necesitada. Yo le recriminaba haciéndole ver que tenía 7 hijos y debería guardarlo para ellos. Me contestaba que sus hijos comían todos los días y había gente que no podía hacerlo». Y decía también textualmente: «Mi mujer es muy apañadita y se arregla con el jornal».

Su misma mujer nos cuenta, cómo en una ocasión, viendo a un pobre con mucho frío pidiendo limosna por las calles, entró en su casa, se fue al armario y le sacó un abrigo que apenas había estrenado.

No menos ejemplar fue en esta ocasión: A un vecino se le quemó la casa y... pues eso, se quedó sin hogar para la familia. ¿Solución? Víctor le dejó su casa hasta que se la arreglaran y él se fue con la suya a otra que tenía a las afueras de Medina del Campo, donde guardaba las gallinas y desde donde las cuidaba y defendía de “peligros”.

 

La Misa

Febrero de 2018

Insiste el Papa Francisco, con el tema de la Misa en sus catequesis de los miércoles. Empezó el 20 de diciembre de 2017 y terminó diciendo: «retomaremos el tema en la próxima catequesis». Repite el Papa que se equivocan los cristianos que consideran la misa como una de las muchas oraciones.

La Misa es fundamental en la vida de la fe cristiana. Siempre que se pueda, debe celebrarse como sacerdote o como simple fiel cristiano. Y su celebración exige estar al principio y no salir de la iglesia hasta que el sacerdote despida a la Comunidad Cristiana.

Tiene esta expresión tan simpática y realista: «No es buena costumbre mirar el reloj y decir: “llego a tiempo, llego después del sermón y así cumplo el precepto”».

Quiere el Papa que se guarden bien los silencios y que la señal de la cruz se haga con devoción. A los padres les dice: «Por favor, enseñad a los niños a hacerse bien la señal de la cruz».

¿Cómo vivía y celebraba la misa nuestro Víctor? Tenemos testimonios admirables de él mismo y de su esposa y amistades. Algunos vecinos le recuerdan mucho y con admiración.

Víctor tuvo que venirse a vivir a tierras palentinas, cuando los médicos le impidieron, por su enfermedad, seguir con el trabajo de Madrid. Su mujer, Asunción, había recibido en herencia, una casa en Velillas del Duque, a pocos kilómetros de Saldaña. Víctor podía cumplir mucho mejor como cristiano en el pueblo, mejor dicho, en los pueblos que rodean Velillas. Y también el clima del campo era más favorable para su salud.

Velillas del Duque está rodeado de varios pueblos, todos ellos de tierra de labranza y con pocos habitantes, por lo que el párroco atendía varios, indicando cada día a qué pueblo iría al siguiente. Víctor se enteraba en la misa del domingo y... nos dice: «Para oír misa tengo que ir casi todos los días a un pueblo que está a 3 kilómetros de distancia; lo hago aunque llueva y nieve; por la carretera voy rezando rosarios. Con este en la mano y los automovilistas dicen al verme: “vaya tipo más raro”».

Los pueblos que recorría eran: Villarmienzo, Quintanilla de Onsoña, Portillejo de la Olma y Ventodrigo. Al ir a misa nunca aceptaba la invitación de automovilistas, porque se iba preparando para la Eucaristía y huía de las conversaciones que pudieran terminar en murmuraciones o críticas.

Le gustaba mucho cantar en la misa y en las funciones religiosas. Todo lo contrario de lo que sucede con los hombres que, por lo general, llegan tarde, se marchan antes de la despedida del sacerdote y de cantar, ni hablar. Bueno, sí que hay alguna que otra excepción conforme sea la formación cristiana.

Víctor disponía de la llave de la iglesia y, cuando no había misa en Velillas del Duque, él siempre tenía tiempo para hacer “su visita” al Sagrario, además de la misa en la que había participado en otro de los pueblos vecinos.

 

Cursillista de Cristiandad

Marzo de 2018

Nuestro Víctor tenía un grandísimo interés en ser un cristiano completo, en su formación y, mucho más, en su comportamiento, lo mismo en el trabajo que en la vida social ordinaria. Eso mismo quiso para su familia; por eso lo que más deseaba era darles una formación humana y cristiana.

Víctor se preparó para el apostolado de los enfermos, perteneciendo a los Oratorios de San Felipe Neri. Saber tratar a los enfermos. Se preparó para la vida espiritual acudiendo a Santa Teresa, San Juan de la Cruz y a la soledad del desierto de las Batuecas, en tierras de Salamanca y Extremadura.

Víctor se preparó intensamente para el apostolado, perteneciendo al Movimiento de los Cursillos de Cristiandad. Su comportamiento como cursillista no pudo ser más ejemplar, como lo demuestra lo siguiente: “Pasó de Medina del Campo a Madrid, como consecuencia de la crisis económica. Trabajó como peón en la fábrica embotelladora de Pepsi Cola”.

Él mismo nos relata cómo trataba de tener amistad con todos los obreros y les ayudaba siempre en los cambios de horario. Había tres turnos: mañana, tarde y noche. Él se lo cambiaba a quién se lo pidiera, por muy distintas razones. En la fábrica hacía apostolado de los Cursillos de Cristiandad, se ofrecía a suplirles durante el Cursillo y... hasta estaba dispuesto a abonar la cuota correspondiente. Lo importante no era el dinero, sino que ellos, sus compañeros de trabajo, hiciesen los cursillos.

Más aún, “él mismo se encargaba de conseguir los permisos correspondientes”. Está claro que Víctor era un cursillista completo y su preparación espiritual era para vivirla en alabanza a Dios y para bien de sus compañeros de trabajo.

Durante el viaje maravilloso del Papa Francisco por Chile y Perú, al escuchar los discursos del Papa y observar su comportamiento tan humano, recordamos, y mucho, el comportamiento de apostolado de Víctor, con sus palabras y sus gestos. El Papa les dijo a los obispos y sacerdotes: “Tenemos que volver a la calle. No podemos quedarnos con la homilía dominical”. Tenemos que ser Iglesia en salida y no quedarnos en la sacristía.

Víctor, en su apostolado y vida de trabajo, perteneciendo a los Cursillos de Cristiandad, tenía que recordar continuamente una de las estrofas del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz que dice así: “Buscando mis amores / iré por esos montes y riberas; / ni cogeré las flores, / ni temeré las fieras / y pasaré los fuertes y fronteras”.

 

 

 

 

 

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