Palabra y Vida - Vivir unidos y amándonos

Palabra y Vida - Vivir unidos y amándonos

Debemos comenzar diciendo, antes que nada, que la Santísima Trinidad es un misterio y un concepto no solo difícil sino imposible de comprender completamente con nuestras capacidades humanas. En el catecismo aprendimos que la Santísima Trinidad es Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y así nos referimos al Padre, como Creador; al Hijo, como redentor y al Espíritu como presencia de Dios.

 

Misterio

La palabra misterio proviene del griego mustos que significa quien guarda silencio. La raíz griega sugiere que el misterio es una presencia que permanece presente a través del silencio. Los iniciados en los misterios Eleusinos eran instruidos para no decir a nadie lo que ellos habían visto. Debían guardarlo como un secreto que así se convertía en un misterio. Otro tipo de misterio es aquello que no poseemos la capacidad de explicarlo, porque nuestro conocimiento no alcanza a comprenderlo y, por consiguiente, no lo entendemos y no lo podemos razonar y explicar porque nos desborda nuestra capacidad. Ante ello, solo nos queda callar y guardar silencio.

Otra acepción de misterio se relaciona con algo que no se conoce por ahora, pero se espera resolver y conocer a través de una serie de pistas que entenderemos al final. Así en una novela de misterio vamos descubriendo cosas con las que podremos resolver el misterio. Al hablar de la Santísima Trinidad como misterio, ¿a qué nos estamos refiriendo? Nos puede ayudar un poco todo lo anterior. Sin duda ninguna, la Trinidad es esa presencia de Dios que en silencio vive con nosotros. Igualmente, callar y guardar silencio ante ese misterio nos puede resultar más útil que desgastar nuestras fuerzas en discusiones que jamás comprenderemos y por último también tenemos la oportunidad de ir descubriendo el misterio, que se nos revelará totalmente al final de nuestra historia, por aquellas pistas que ha ido dejando Dios entre nosotros. Y sabiendo que ni nuestro entendimiento entenderá ni nuestra lengua sabrá expresarlo nos adentramos en esta línea de entender el misterio de la Trinidad a través de lo que Dios ha actuado con nosotros, su pueblo.

 

Las pistas de Dios: Unidad

A lo largo de la historia salvadora de Dios con nosotros, podemos descubrir cómo ha actuado. En una lejana mirada al principio de la vida, vemos a Dios, como Padre creador del mundo, del hombre y de la vida. En ese momento creador le vemos amigo del hombre a quien confía su obra. Más tarde le descubrimos caminar a nuestro lado en la persona de su Hijo que por amor nos devuelve la dignidad de hijos de Dios. Y de su presencia, no solo en el pasado, sino en el presente retenemos su Espíritu que nos infundió el día de Pentecostés y sigue actuando en el ahora de la Iglesia. Todo ello nos proyecta una primera imagen de la Trinidad como una unidad en tres personas distintas. Imagen que nos remite a entender a Dios como una comunidad de personas, o como comunión. Unidad frente a diversidad es el primer concepto de Dios. La unidad vertebra el concepto de Dios que siempre es el mismo obrando diferentes cosas.

 

Amor, caridad

Un moderno filosofo dice que para conocer algo no solo debemos conocer lo exterior, sino que debemos conocer las cualidades internas. Si esto es complicado para conocer el alma de una persona o su interior, cuanto más difícil será conocer el interior de Dios al que adoramos y rezamos domingo tras domingo. Las cualidades externas de Dios son bien conocidas. Algunas de ellas las reconocemos fácilmente como que es creador de todo, bueno, conocedor de todo, misericordioso, todopoderoso, nuestro redentor y salvador. Mayor dificultad entraña conocer las cualidades internas entre las tres personas divinas. Pero me atrevo a aventurar: el amor, la caridad. Con las limitaciones propias de nuestro lenguaje y nuestro entendimiento podemos descubrir que el amor conforma la Trinidad. Con y por amor, y Jesús nos lo reveló, Dios amó a su Hijo hasta el extremo de entregarle para nuestra salvación y que con ese mismo amor el Espíritu sigue amándonos a nosotros. Nada se entiende de Dios, sino que es amor.

Quedémonos con estas dos pistas que Dios nos ha mostrado de la Trinidad y tratemos de imitarlo. Vivamos, por tanto, unidos y amándonos.

 

José María de Valles - Delegado diocesano de Liturgia