Tercera jornada del Camino de Santiago de nuestros jóvenes… desde Pontevedra hasta Caldas de Reis. El lema que les acompaña hoy es “Llamados a convertir el corazón”.
Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
(Marcos 10, 17-22)
¿Cuáles son mis riquezas y seguridades?
“EN MI GETSEMANÍ (Más allá)” - Eduardo Meana
Para que mi amor no sea un sentimiento
tan sólo de deslumbramiento pasajero.
Para no gastar mis palabras más mías ni vaciar de contenido mi te quiero.
Quiero hundir más hondo mi raíz en Ti. Y cimentar en solidez éste mi afecto.
Pues mi corazón que es inquieto y es frágil, sólo acierta si se abraza a tu proyecto.
Más allá de mis miedos. Más allá de mi inseguridad.
Quiero darte mi respuesta.
Aquí estoy para hacer tu voluntad
para que mi amor sea decirte sí hasta el final. Hasta el final.
Duermen su sopor y temen en el huerto, ni sus amigos acompañan al maestro.
Si es hora de cruz, es de fidelidades, pero el mundo nunca quiere aceptar esto.
Dame comprender, Señor, tu amor tan puro Amor que persevera en cruz, amor perfecto.
Dame serte fiel cuando todo está oscuro. Para que mi amor no sea un sentimiento
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Más allá de mis miedos. Más allá de mi inseguridad.
Quiero darte mi respuesta.
Aquí estoy para hacer tu voluntad
para que mi amor sea decirte sí hasta el final. Hasta el final.
No es en las palabras ni es en las promesas, donde la historia tiene su motor secreto,
solo es el amor, en la cruz madurado, el Amor que mueve a todo el universo.
Pongo mi pequeña vida hoy en tus manos, sobre mis seguridades y mis miedos y
para elegir tu querer y no el mío, hazme en mi Getsemaní fiel y despierto.
Más allá de mis miedos. Más allá de mi inseguridad.
Quiero darte mi respuesta.
Aquí estoy para hacer tu voluntad
para que mi amor sea decirte sí hasta el final. Hasta el final.
• Pero te recuerdo que no serás santo y pleno copiando a otros. Tú tienes que descubrir quién eres y desarrollar tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen los demás. Llegar a ser santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, a ser ese que Dios quiso soñar y crear, no una fotocopia. (Christus Vivit, 162)
Celebramos tu Perdón – Examen de conciencia
En la vida somos tentados continuamente de dejar el camino de Jesús y seguir los criterios del mundo. Nos creemos suficientemente fuertes. Pero somos débiles y caemos en la tentación.
Pienso en mi fe; lo que representa en mi vida. Hasta qué punto me guía, da sentido a mi vida, es fuerza que me hace salir de mí y llegar a los demás, o quizás es algo que llevo, un añadido, una costumbre adquirida?
Pienso también en mis criterios, con los que considero y juzgo los acontecimientos y a las personas. ¿Son los del evangelio o lo políticamente correcto, lo que nunca arriesga nada?
El mundo nos bombardea constantemente con propuestas deslumbrantes. Y las costumbres y valores del mundo van penetrando en nosotros sin darnos cuenta. La vida cristiana se va apagando en nosotros.
Pienso en mi estilo de vida: ¿Prefiero la austeridad o vivo absorbido por lo externo: vestido, comida, bebida, diversiones, viajes, aparatos...? ¿Comparto con otros o mis bienes me tienen atrapado y mi vida es estéril?
Dios se hace presente en la vida, nos busca y sale a nuestro encuentro en los acontecimientos, en las personas, en los más pobres, allí donde se necesita poner paz, verdad, justicia, amor.
Pienso en mi vida interior: ¿Miro superficialmente o en profundidad? ¿Sé descubrir las huellas de Dios, sus presencias, sus llamadas? ¿Dedico tiempo a la oración, a la Palabra de Dios, al silencio? ¿Sé dar gracias a Dios, alabarlo, pedir perdón, pedir fuerzas para ser mejor persona, para ser más valiente, para amar como él ama?
Jesús nos enseñó que a Dios hemos de encontrarlo en el hermano, en el pobre y en el enfermo, en el marginado, en los hechos que nos pasan, en los acontecimientos del mundo.
Pienso en mis relaciones con los demás: ¿Qué son los otros para mí? ¿Qué mirada tengo hacia las personas que me rodean: en casa, en el trabajo, en la escuela, en la parroquia, en mi grupo de referencia, en el vecindario? ¿Discrimino y hago distinciones o trato de ser acogedor, compasivo y solidario?
A veces pensamos que el cristianismo consiste en ser sumisos, resignados, aceptar con paciencia los males y las injusticias. Y, en cambio, Jesús luchó contra el dolor y el mal, criticó la injusticia, no se resignó ante las cosas que deben cambiar.
Pienso en mi comportamiento en la sociedad: Soy sensible a lo que sucede, me interesa, me inquieta, lucho por una vida más digna y feliz para mí y para todos..., o soy indiferente, negativo, me quedo parado, siempre digo que no se puede hacer nada...?
Para Dios todos somos hijos, y Él nos ama con corazón de Padre. Y, porque nos ama, es paciente. Siempre espera con los brazos abiertos. Acoge y ayuda. Da otra oportunidad. Y en su misericordia perdona siempre nuestros pecados.
Pienso en mis actitudes: Soy tolerante, servicial, paciente, busco el lado positivo de todo..., o soy demasiado exigente, intolerante ante los defectos de los demás, intransigente? ¿Trato de comprender a los otros y les ayudo a cambiar?
Oración de Perdón
Perdón, Señor, por mis egoísmos,
por mi insolidaridad, por la dureza de mi corazón.
Perdón, Señor, por mi ceguera,
por mis prejuicios, por mi intolerancia.
Perdón, Señor, por mi comodidad,
por mis apegos, por mis riquezas.
Perdón, Señor, por mi debilidad,
por mis miedos, por mis refugios.
Perdón, Señor, por mis orgullos,
por menospreciar a los demás.
Perdón, Señor, por no descubrir
a Cristo en el pobre, a Dios en el hermano.
Hazme, Señor, pobre y humilde,
servicial y solidario,
generoso y compasivo,
como nuestro Señor Jesucristo.
SIGNO DE CONVERSIÓN
Si cada uno de nosotros aportásemos nuestro granito de arena, nuestra sociedad sería otra cosa, un lugar maravilloso para vivir; pero la mayoría queremos que las cosas se arreglen sin mover un solo dedo. Si de verdad queremos cosechar, tenemos que empezar por sembrar.
Como penitencia, o mejor, como camino de conversión, elige una de las 10 obra de misericordia:
1. Si alguien tiene hambre o sed, comparte lo que tú tienes.
2. Si alguien no tiene quien le quiera, quiérele tú.
3. Si no tiene hogar ni ropa, dale cobijo y ropas.
4. Si está solo, hazle compañía.
5. Si te necesita, escúchale.
6. Si tiene defectos, súfrelos con paciencia.
7. Si está triste, consuélale.
8. Si te injuria, perdónale.
9. Si está enfermo, préstale ayuda.
10. Si tu amigo muere, no le olvides, y reza por él.
En mi vida hoy… ¿cuál de estas obras de misericordia puedo y debo hacer en este momento La elijo como compromiso… porque quiero que sea signo de que quiero cambiar y seguir a Jesús.
Dios ama la alegría de los jóvenes y los invita especialmente a esa alegría que se vive en comunión fraterna, a ese gozo superior del que sabe compartir, porque «hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35). Que la espontaneidad y el impulso de tu juventud se conviertan cada día más en la espontaneidad del amor fraterno, en la frescura para reaccionar siempre con perdón, con generosidad, con ganas de construir comunidad. (Christus Vivit, 167)
«¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos. El Evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor». (Christus Vivit, 177)
Lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad. Ese es el discernimiento fundamental. En el diálogo del Señor resucitado con su amigo Simón Pedro la gran pregunta era: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,16). Es decir: ¿Me quieres como amigo? La misión que recibe Pedro de cuidar a sus ovejas y corderos estará siempre en conexión con este amor gratuito, con este amor de amistad. (Christus Vivit, 250)