Cuaresma 2020: la tentación del presentismo

Cuaresma 2020: la tentación del presentismo

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Nos acercamos al Primer Domingo de Cuaresma. En el “camino de humanización”, se nos propone vencer “la tentación del presentismo”.

 

Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.

El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».

Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”». Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».

De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».

Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.

Mateo, 4,1-11

 

Reflexión

La experiencia vivida por Jesús en el desierto de Judea nos sugiere estar ojo avizor para no entrar en una dinámica que nos paralice y dificulte llevar a cabo cualquier recorrido hacia la humanización.

Nos referimos a la tentación del presentismo. En nuestra cultura actual parece haber un consenso en que lo importante es el momento presente, disfrutar del aquí y el ahora, exprimir a fondo cada experiencia cotidiana. Y ciertamente que podemos considerarla una actitud positiva ante la vida, pero tiene un riesgo: el riesgo de instalarnos en nuestra experiencia individual y no caminar hacia una meta nueva; es más, ni siquiera caminar.

Era la propuesta que le hacían a Jesús en el desierto: “Amigo, preocúpate de ti mismo, satisface las necesidades de tu cuerpo, que no te falte de nada; no pasa nada porque muestres tus habilidades y adquieras prestigio, dinero y poder: desde ahí conseguirás éxito en tu vida y cumplirás mejor la misión; piensa más en ti mismo y no estés tan pendiente de esos sueños de un incierto reino del que te habla Dios...”.

Es una propuesta muy seductora, muy atrayente que nos encierra en nosotros mismos y en ese entorno confortable en el que nos movemos... y que nos impide percibir que hay otros modos de estar, otros sueños que perseguir y otras utopías por las que luchar.

 

Preguntémonos:

¿Quién es hoy el tentador que es capaz de adormecernos con estos cantos de sirena que nos convierten en caracoles que sólo piensan en sí mismos y en no perder lo que ya han conseguido encerrados en su cascarón?

¿Cuáles son realmente tus preocupaciones? ¿Se mueven en el círculo del yo, lo mío, mi familia, mis amigos, mis negocios, mis enfermedades?

Hay personas, asociaciones, colectivos que nos plantean problemas, situaciones, realidades de otros seres humanos; que se implican en su solución, que rompen con su espacio de confort, que se lanzan a arriesgar para que otros vivan un poco más felices. ¿Qué sientes ante estas personas? ¿Admiración? ¿Rechazo? ¿Indiferencia? ¿Por qué?

 

Testimonio: Etty Hillesum

Etty Hillesum y Anna Frank comparten rasgos fundamentales: ambas eran holandesas, muy jóvenes (la primera una veinteañera y la segunda apenas una niña) y, tristemente, las dos murieron asesinadas en campos de concentración nazis, recogiendo su dolorosa experiencia en un diario. ¿Su delito? Ser judías.

Si bien, hay algo que las diferencia... En su dolor, mirando frente a frente al horror que deshumaniza a millones de personas tratadas como basura, Etty Hillesum encontró a Dios. Y, con Él, sintió un sincero amor por todos los que la rodeaban, incluidos sus verdugos.

Fue tal su compromiso con los judíos perseguidos, que, como voluntaria del Consejo Hebraico, trabajó durante un año, entre agosto de 1942 y septiembre de 1943, como enfermera en el campo de concentración de Westerbork.

Su condición de voluntaria hizo que varias veces pudiera viajar a Ámsterdam, pasando información a la resistencia antinazi y recogiendo cartas y medicinas para los presos. Ya entonces, Etty comenzó a plasmar en un diario todo lo que experimentaba, reflejando un proceso de interiorización y, podríamos decir, misticismo.

“Las amenazas y el terror -escribió el 18 de mayo de 1942- crecen día a día. Me cobijo en torno a la oración como un muro oscuro que ofrece reparo, me refugio en la oración como si fuera la celda de un convento; ni salgo, tan recogida, concentrada y fuerte estoy. Este retirarme en la celda cerrada de la oración, se vuelve para mí una realidad siempre más grande, y también un hecho siempre más objetivo. La concentración interna construye altos muros entre los cuales me reencuentro yo misma y mi totalidad, lejos de todas las distracciones. Y podré imaginarme un tiempo en el cual estaré arrodillada por días y días, hasta no sentir los muros alrededor, lo que me impedirá destruirme, perderme y arruinarme”.

El 30 de noviembre, Etty Hillesum murió asesinada. Tenía solo 29 años.

 

Oración: Bienaventuranzas para la cuaresma

 

Felices quienes recorren el camino cuaresmal con una sonrisa en el rostro y sienten cómo brota de su corazón un sentimiento de alegría incontenible.

Felices quienes durante el tiempo de Cuaresma, y en su vida diaria, practican el ayuno del consumismo, de los programas basura de la televisión, de las críticas, de la indiferencia.

Felices quienes intentan en la cotidianidad ir suavizando su corazón de piedra, para dar paso a la sensibilidad, la ternura, la compasión, la indignación teñida de propuestas.

Felices quienes creen que el perdón, en todos los ámbitos, es uno de los ejes centrales en la puesta en práctica del Evangelio de Jesús, para conseguir un mundo reconciliado.

Felices quienes se aíslan de tanto ruido e información vertiginosa, y hacen un espacio en el desierto de su corazón para que el silencio se transforme en soledad sonora.

Felices quienes recuerdan la promesa de su buen Padre y Madre Dios, quienes renuevan a cada momento su alianza de cercanía y presencia alentadora hacia todo el género humano.

Felices quienes cierran la puerta a los agoreros, a la tristeza y al desencanto, y abren todas las ventanas de su casa al sol de la ilusión, del encanto, de la belleza, de la solidaridad.

Felices quienes emplean sus manos, su mente, sus pies en el servicio gozoso de los demás, quienes más allá de todas las crisis, mantienen, ofrecen y practican la esperanza de la resurrección a todos los desvalidos, marginados y oprimidos del mundo. Entonces sí que habrá brotado la flor de la Pascua al final de un gozoso sendero cuaresmal