+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
Tengo que confesar que me cuesta escribir para desmontar informaciones que aparecen de vez en cuando y de cuando en vez en los medios o en las conversaciones de café, con los familiares y amigos. No porque no quiera exponer transparentemente lo que hace y tiene la Iglesia en Palencia, sino porque, cuando uno dialoga, espera que en la otra parte se debe presuponer buena voluntad, en un clima de claridad, mansedumbre, confianza y prudencia. Y a veces no se dan en medios de comunicación social, antiguos y nuevos, detrás de los cuales están personas que en muchos casos no son cristianos ni católicos, y «no profesan religión alguna; muchos incluso, en formas diversísimas, se profesan ateos. Y sabemos que hay algunos que hacen profesión abierta de su impiedad y la sostienen como programa de educación humana y de conducta política en la ingenua, pero fatal persuasión de liberar al hombre de concepciones viejas y falsas de la vida y del mundo, para sustituirlas, dicen, con una concepción científica y conforme con las exigencias del moderno progreso» (S. Pablo VI, Ecclesiam Suam, 92).
Lo digo, porque a raíz de la visita del Presidente del Gobierno, D. Pedro Sánchez, a la sede de la Conferencia Episcopal Española, a mediados del mes de enero, y en la que el Cardenal Omella entregó un libro con los análisis realizado sobre el listado de bienes inmatriculados entre 1998 y 205, revelando la existencia de unos 1.000 bienes, en concreto 965, que la Iglesia considera que no son suyos y, por tanto, pertenecen a terceros o no le consta su titularidad sobre el mismo... algunos medios lo han anunciado dando a entender, entre ambigüedades que la Iglesia devuelve lo que no es suyo, indicando que los había inscrito robando o engañando y que tiene que devolverlos.
Tenemos que decir que la Iglesia Católica, aquí en Palencia y en el resto de España, ha podido inmatricular los bienes en los Registros de la Propiedad como lo han podido hacer y lo hacen otras instituciones. En nuestro caso concreto con una certificación eclesiástica de dominio donde se daba fe de poseerlos desde tiempos pasados y tenerlos en sus inventarios. Esto la Iglesia lo ha hecho hasta 2015 porque así lo permitían las leyes, como ha reconocido el mismo gobierno de la nación. A partir de ese año no se puede hacer porque la Reforma de la Ley Hipotecaria lo ha cambiado, y desde entonces la Iglesia Católica no puede hacer uso de ese procedimiento. A partir de esa fecha la Iglesia, como cualquier ciudadano o sociedad, puede registrare los bienes que tenga, certificándolo mediante títulos públicos de adquisición, o sentencia declarativa, etc. La Iglesia se ha ajustado a lo que permitía la ley, a ella y a otras instituciones, como tiene que hacer todo buen administrador.
Para entender todo esto tenemos que tener en cuenta que a mediados de 2017 se produjo una petición del Gobierno a la Dirección de los Registros y Notariado para que, a través del Colegio de Registradores, se proporcionara una lista de los bienes inmatriculados por la Iglesia mediante certificación eclesiástica de posesión. Este listado fue entregado a la Iglesia, y la Iglesia revisó ese listado bienes inmatriculados desde 1998 al 2015. La Iglesia, en el ejercicio de su responsabilidad ante Dios, ante sí misma y ante la sociedad, revisó título por título, detectando, al principio, unos 2.500 inmuebles que no le pertenecía, quedando al final, atrás un estudio minucioso, en torno a 1.000.
Referidos a Palencia de los 945 bienes registrados, estaban inscritos de manera correcta 926, mientras que 19 registros eran erróneos. ¿Por qué? Las razones son varias y aludo a algunas: dos bienes estaban duplicados, es decir, inscritos dos veces; en cinco casos son bienes sobre los que faltan datos para su identificación; otros ya se habían vendido y los nuevos propietarios no los habían dado de alta ni la Iglesia de baja; o porque fueron donados, o expropiados, o por error de inscripción; o porque su inscripción no se hizo por certificación sino con certificación de compraventa, donación, permuta, herencia, etc. etc. Ojalá otras instituciones públicas tengan tanta transparencia y sigan el ejemplo de la Iglesia.
La Iglesia no se aferra a sus bienes. Si alguna persona o entidad entiende que son de ellos, como ha pasado ahora con el Iglesia de San Francisco, y tiene algún título, que lo pruebe... si es de otros la Iglesia lo devolverá. La Iglesia no quiere nada que no sea suyo, pero tiene que defender lo suyo, como debe hacer todo buen administrador o padre o madre de familia. Sospechar sólo de la Iglesia no es democrático; es usar dos varas de medir. La Iglesia no roba, ni a la Iglesia la han pillado. Ha sido un proceso limpio, legal, transparente y democrático. Si ha habido errores, que es humano, se corrigen y nada más.