+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia.
Sí, confieso mi indignación por muchas cosas que están pasando entre nosotros y que van contra la dignidad humana, y no únicamente porque estemos en una pandemia o en una guerra o guerra fría, sino particularmente por el tema de abusos de menores y el tema de la inmatriculación de los bienes de la Iglesia.
Con relación al abuso de menores estoy indignado por lo que supone abuso de unas personas menores, indefensas, explotadas y vejadas en su dignidad; y esto desde hace años y ahora. Siento dolor y vergüenza. Vaya mi afecto y empatía para las víctimas y sus familias. Raro es el día que no aparecen noticias en este sentido. Considero que lo que aparece es la punta del iceberg e indica que nuestra sociedad está herida ética y moralmente. Es verdad que en este tema no se puede mezclar a justos por pecadores, pero algo está pasando y muy grave en la sociedad. Dicen los entendidos que la mayor parte de los abusos tiene su origen en la familia o ámbito familiar, lo cual es muy grave cuando la familia debe ser la primera célula de la sociedad y el santuario de la vida, pero si está así la primera célula, ¿no está indicando un cáncer en la sociedad?
Estoy indignado por los abusos a menores por parte de personas consagradas, sean sacerdotes o religiosos, son mis hermanos; añade un motivo grande para la indignación porque se trata de víctimas inocentes; me hace recordar las palabras de Jesús: «Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino y le arrojasen al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, pero ¡ay del hombre por el que viene el escándalo!» (Mt 18, 6-7). No dice Jesús que se debe tirar a alguien al mar, sino que pone un ejemplo de la gravedad y responsabilidad ante los escándalos, y más en los consagrados, porque a muchos les llevará a maldecir o alejarse de Dios y de la Iglesia. La palabra de Jesús es más bien una llamada a estar alerta, y a la conversión, a cortar de raíz todo lo que pueda escandalizar a los más pequeños pretendiendo denunciar los abusos para sanear la vida de los niños y la misma sociedad.
Me indigna que pretendiendo denunciar y corregir estos daños en la sociedad sólo se vea los abusos en la comunidad eclesial y no en otros grupos sociales, en todos los ámbitos de la sociedad, como el deporte, la política, la economía, educación, medios de comunicación, etc. No se puede hacer una causa general por el 0.2% de los abusadores en la Iglesia. En estos días pasados han atacado a la Iglesia incluso desde la tribuna del parlamento como si fuera la gran ramera. No es que mal de muchos sea consuelo de tontos, sino hay que ser justos y no cargar contra un grupo social como si fuera el macho cabrío y mandarle al desierto, negándole sus derechos y dignidad. Ha habido y hay muchos y ejemplares sacerdotes, la inmensa mayoría, entre nosotros.
Me indigna, es verdad, aunque todos somos pecadores en mayor o menor medida, por la falta de empatía y misericordia hacia las víctimas de todo tipo. Pienso que tenemos que analizar socialmente porqué se dan tantos abusos y asumir la necesidad de tener unos valores morales y éticos y transmitirlos por todos los medios posibles, desde la televisión, la educación en los colegios, escuelas e internet.
¿Cómo actuar? Para con las víctimas con justicia, con verdad y caridad, con acogida y atención, pero no una “justicia” mediática, ni solo con comisiones parlamentarias. Para los abusadores, con justicia, pero también con presunción previa de inocencia, dando lugar a la contradicción, y sin exponerlos a la tortura mediática ni a juicios paralelos, con atención y acompañamiento. Y si salen absueltos, reconociendo su dignidad, fama y honor.
En las diócesis puede ser que, tanto en el pasado como en el presente, hayamos afrontado el problema tarde y con paños calientes; en la Diócesis de Palencia tenemos ahora una oficina para recibir las acusaciones y prestar atención a las víctimas; hasta ahora no se ha presentado nadie. Del pasado, tenemos noticia -a través de una denuncia anónima a un medio de comunicación- de un caso, en los años 60 del pasado siglo, de un clérigo que se secularizó y ya falleció.
Me indigna también, entre otras cosas, la reacción de muchos medios y personas, incluso ministros del gobierno y algún diputado, que mienten con relación a las inmatriculaciones de la Iglesia, como si las diócesis se hubieran apoderado ilegalmente de lo que no es suyo y tuvieran que devolver lo que presuntamente han robado. Todavía estos días he visto unas declaraciones del vicepresidente de los registradores de la propiedad afirmando que todo se ha hecho legalmente, porque, indirectamente, acusar a la Iglesia es acusarlos a ellos. La Iglesia ya se ha manifestado varias veces sobre este tema; si ha habido diversos errores, se subsanan y si alguna persona o entidad tiene o cree tener derechos o mejores derechos sobre un determinado bien, que lo manifieste ante los tribunales. Se acatará lo que diga la Justicia. “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32).