Día del Seminario 2022

Día del Seminario 2022

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

En Palencia todos los ciudadanos y vecinos saben dónde está el Seminario Diocesano de san José. Lo que yo no sé es si saben qué es un seminario. En la diócesis hemos tenido muchos, dos diocesanos, el Mayor y el Menor, y otros de distintas congregaciones religiosas de los que han salido muchos sacerdotes y religiosos para la Iglesia y el servicio del Evangelio. Yo mismo estuve en el seminario de los agustinos de la Avda. de Madrid, llamado entonces Escuela Apostólica de san Agustín.

En los seminarios nos formábamos los que sentíamos una llamada del Señor -las semillas de vocación- para ser sacerdotes, religiosos o religiosas, en las ciencias humanas según los planes civiles de la época o en los planes formativos de la Iglesia tanto en filosofía como en teología. Las etapas de formación eran largas; yo estuve seis años y los demás otros tantos en el Seminario Menor, y otros seis en el Mayor. Para entrar se exigía un curso o cursillo preparatorio o examen que realizaba algún sacerdote o religioso. A lo largo del tiempo se hacía un discernimiento por parte del seminarista y de los formadores para comprobar si uno tenía cualidades adecuadas y, si realmente, la motivación era auténticamente religiosa.

La Iglesia en España celebra el Día del Seminario como ocasión para que todo el pueblo de Dios demos gracias por las vocaciones sacerdotales y podamos pedir al Dueño de la mies, al Señor, que envíe obreros a su mies (Mt 9, 38; Lc 10, 2). ¿Para qué? Para seguir anunciando el Reino, para seguir su misma misión.

Esta misión es de todos los cristianos, seamos hombres o mujeres; para eso nos ha dado su Santo Espíritu en el Bautismo y la Confirmación, y para eso se nos dice en cada Eucaristía, al final de la misma, “podéis ir en paz”, que no quiere decir, “marchad tranquilos, que ya habéis cumplido por hoy”, sino “podéis ir a anunciar la paz, ser constructores de paz, porque no habrá paz, si no hay verdad, libertad, amor y entrega eucarística y justicia”. Esto no se hace de una vez para siempre, sino que siempre hay que estar en permanente salida, como nos indica el papa Francisco, anunciando el Evangelio de Reino a cada generación y en cada momento: en una Iglesia peregrina y en camino, que camina entre los consuelos de Dios y las distintas persecuciones que vienen por un lado u otro.

Pero dentro de este pueblo y comunidad reunida, el Señor ha escogido a algunos hombres para que le representen, indignamente, humildemente y, a veces, inadecuadamente, en medio de la comunidad. Ellos están al servicio de una Iglesia en camino.

En nuestra Diócesis somos pocos sacerdotes. En otros tiempos, que sin duda no creo que vuelvan, había muchos y abundaban las vocaciones y los seminarios; pero hoy no es así. En el Seminario Menor y en el Mayor se formaron muchas personas que, sin duda, han contribuido y contribuyen al bien de la sociedad, a humanizar nuestra convivencia con los valores evangélicos, que son los profundamente humanos, porque no hay nadie ni nada más humano que Jesucristo.

Hoy os invito a dar gracias por los sacerdotes, a rezar por ellos, por los vivos y los difuntos. De los vivos puedo hablar porque los conozco y los conocéis; son buenas y honradas personas, distintas según sus cualidades humanas y carácter, y acompañan al pueblo de diversas maneras: su misma presencia, la escucha a cada uno por que son requeridos, la cercanía a los enfermos y mayores, el anuncio de la Palabra de Dios, no sólo en las celebraciones sino con su vida, su presencia en los duelos y funerales, su animación dentro de los pueblos. En esta Iglesia de Dios que camina en Palencia ellos acompañan, caminado delante, o en medio, o detrás de las comunidades. Yo quiero reivindicar su persona y su servicio a la Iglesia y a la sociedad; y más ahora, cuando muchos, a consecuencia de la pederastia, se levantan, piensan y hablan mal de los sacerdotes, incluso hacen mofa y burla de los mismos. Considero que, con sus defectos, que todos los tenemos, son de los mejores hombres de la sociedad, sin despreciar a nadie, ni defenderlos por corporativismo vocacional. Para los que ya han fallecido solo tengo sentimientos de gratitud por su entrega y servicio a la Iglesia y a la sociedad.

También es día de orar por las vocaciones. En nuestra Diócesis sólo tenemos un seminarista que está terminando sus estudios en la Universidad Pontificia de Salamanca, D. Antonio Domínguez, y que pronto, si Dios quiere, será ordenado de diácono y posteriormente de presbítero. Invito a los padres y abuelos a hablarles a sus hijos y nietos de esta posibilidad para la vida, para ser felices y contribuir a la felicidad de los demás. Los sacerdotes de la Diócesis son felices, no porque tengan muchos aplausos, buen sueldo o reconocimiento social, sino porque se sienten amados por Dios y por el pueblo al que entregan su vida. Desde la Diócesis venimos trabajando con los jóvenes para que se abran a Dios y descubran su llamada, que eso es la vocación, tanto a ser padres o madres de familia, u obreros del campo o de la industria, como a ser sacerdotes o religiosos.

Que San José, el que cuidó de la Sagrada Familia haciendo las veces de padre, cuide de nuestra Iglesia que también le invoco como padre.