Santos palentinos. San Rafael Arnáiz Barón

+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Si uno se acerca con el corazón abierto a la sorpresa al Monasterio de San Isidro de Dueñas, popularmente “La Trapa”, además de respirar algo especial al pasar por los jardines de la fachada, uno queda sorprendido al final de la misma, poco antes de girar a la derecha para entrar en la Iglesia monacal, por una humilde puerta y entrar en la capilla donde está el sepulcro de San Rafael. Es una capilla sencilla, con un sepulcro sencillo, sin lujo, de piedra clara y sencilla; tras el sepulcro se vislumbran velas de diversos colores y flores frescas que manifiestan la devoción, la gratitud y la admiración por este santo que fue canonizado el 11 de octubre de 2009, en la Plaza de san Pedro, en Roma, por el papa Benedicto XVI.

Nació San Rafael, el Hermano Rafael, en Burgos el 9 de abril de 1911, en el seno de una familia creyente y de buena posición. Estudió en Burgos hasta que la familia se trasladó a Oviedo. Allí, además la educación normal, inició estudios de dibujo. Se sintió llamado a ser arquitecto y se trasladó a Madrid para hacer la carrera de arquitectura. Por invitación de sus tíos Leopoldo y María, marqueses de Maqueda, visitó la Trapa en 1930 por primera vez y a ella volverá varias veces para hacer los Ejercicios Espirituales. Se enamoró del estilo de vida trapense o, mejor, dicho, de Cristo en la comunidad de San Isidro. Así dejará escrito: «Vi todo el convento; vi a los monjes con sus grandes sombreros trabajando al sol... Lo que gocé ese día en la Trapa no te lo puedo explicar... Comencé a sentí honda vergüenza de mí mismo, cuando, al entrar a saludar al Señor en la iglesia, vi a los mojes cantar en el coro, vi aquel altar con aquella Virgen, vi el respeto que tienen los monjes en la iglesia... Por fin tuve que dejar el monasterio, y cuando en la estación vi llega al tren con su imponente soberbia, tuve deseos de tirar las maletas y volverme a la Trapa». Entonces, sintiéndose llamado y amado, solo quiso vivir con Dios y para Dios. Le decía a su madre: «Madre..., todo se lo doy a Él..., todo lo que tengo y todo lo que valgo se lo doy con toda mi buena voluntad y de corazón, y ahora solamente le pido que me acepte...». En 1933 hace el servicio militar obligatorio. En enero de 1934 entra en la Trapa siendo admitido al noviciado. Pronto su salud se resiente por la diabetes y vuelve a su casa para reponerse. En 1936 vuelve al Monasterio pero en condición de oblato, pues a causa de su enfermedad no puede hacer el noviciado normalmente ni emitir sus votos como él deseaba. Es llamado al frente, pero es declarado inútil total para el servicio de las armas y vuelve al Monasterio. En 1937 se agrava de nuevo su salud y sale una vez más a su casa para reponerse. Pero en diciembre de 1937, despreciando las comodidades y atenciones de su casa y familia vuelve definitivamente a la Trapa. El 26 de abril de 1937 entrega su alma definitivamente a Dios y muere, siendo enterrado en el mismo monasterio. «Quisiera que mi pobre y enferma vida, fuera una llama en la que se fuesen consumiendo por amor todos los sacrificios, todos los dolores, todas las renuncias, todas las soledades. A Él le entregué todo lo que tenía y todo lo que poseía... Mi entrega fue absoluta y total». Este Él es Jesucristo, su amigo, su amado, su amo, su todo. Decía: «Quisiera, Señor, que tu vida fuera mi única regla; tu amor Eucarístico, mi único alimento; tu evangelio, mi único estudio; tu amor, mi única razón de vivir. Quisiera dejar de vivir, si vivir pudiera sin amarte. Quisiera morir de amor, ya que sólo de amor vivir no puedo». (Hermano Rafael, Escritos por temas, Burgos, 2000.pags. 8-15; El Hno Rafael nos ha dejado su retrato espiritual en sus escritos, que invito a leer. (Obras completas. 5ª Ed. Burgos, 2007).

Benedicto XVI decía de él: «Era de alma un poco soñadora, pero cuyos sueños no se desvanecen ante el apego a los bienes materiales y a otras metas que la vida del mundo propone a veces con gran insistencia. Él dijo sí a la propuesta de seguir a Jesús, de manera inmediata y decidida, sin límites ni condiciones... El Hermano Rafael, aún cercano a nosotros, nos sigue ofreciendo con su ejemplo y sus obras un recorrido atractivo, especialmente a los jóvenes que no se conforman con poco, sino que aspiran a la plena verdad, a la más indecible alegría, que se alcanzan por el amor de Dios. “Vida de amor... He aquí la única razón de vivir” dice el nuevo santo. E insiste “Del amor de Dios sale todo”. Que el Señor escuche benigno una de las últimas plegarias de San Rafael, cuando le entregaba toda su vida, suplicando: “Tómame a mí y date Tú al mundo”».

También se enamoró de la Virgen María, la Señora, la Reina y Madre. Se sintió amado, auxiliado, acompañado, sostenido, guiado por Ella y dirá: «¿Cómo es posible vivir sin amar a María?»

Oremos con la oración del día de su fiesta, el 27 de abril: Oh Dios, que hiciste a san Rafael un discípulo insigne en la ciencia de Cristo, concédenos, por su intercesión, que siguiendo su ejemplo te amemos sobre todas las cosas, y corriendo por el camino de la Cruz con corazón generoso, merezcamos vivir el gozo pascual. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

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