Nuestros misioneros: Mª Jesús Bregón (Bolivia)

Nuestros misioneros: Mª Jesús Bregón (Bolivia)

Hablamos con una de nuestros misioneros, la religiosa Misionera de Cristo Jesús, Maria Jesús Bregón, que llegó a Bolivia en octubre del 1982.

 

Al final del día regresas a la casa con el corazón lleno de rostros agradecidos

 

¿Cómo surgió tu vocación misionera?

Tenía 13 años. Fue en el Colegio. A raíz de una charla que nos dio un misionero que venía de África. Todo lo que nos habló, diapositivas...TOCARON MI CORAZÓN. En aquel momento no supe qué era, pero lo que sí tenía claro es que quería ser como “ese misionero”. Quería hacer algo por los demás, los más pobres.

Al correr de los años, este sentimiento fue tomando cuerpo. Sentía que Dios me llamaba a un estilo de vida diferente. Quería compartir mi vida y mi fe con los más pobres. Por otro lado, mi mundo de relaciones; trabajo, amistades... tiraban de mi con fuerza. Fueron tiempos de lucha interna y oración. Finalmente, como siempre, Dios ganó. A los 21 años entré en el Instituto de Las Misioneras de Cristo Jesús.

¿Dónde estás, desde cuándo?

Estoy en Bolivia. Llegué a este país con el inicio de la Democracia, después de muchos años de dictatoriales.

He vivido en el Altiplano a más de 3.000 metros de altura. Allí se escucha el silencio y casi se pueden tocar las estrellas. fueron 9 años donde se forjo mi vocación misionera.

Santiago de Machaca, una población campesina aymara. Éramos la única presencia de Iglesia. Las 4 misioneras que allí vivíamos, éramos las responsables de 3 Parroquias, con más de 3.000 Kms cuadrados. Atendíamos toda la Pastoral: Celebraciones de la Palabra, Catequesis, Celebración del Bautismo y Matrimonio, Exequias... y todo lo que iba saliendo. El Sacerdote iba una vez al año. Había un grupo de 25 catequistas adultos con los que trabajábamos.

Encuentro una realidad que me desborda. Voy entrando poco a poco en aquel mundo. Pasé un tiempo escuchando, observando, conociendo su cultura...les visitaba en sus casas...y poco a poco me fueron abriendo el corazón. Y cuando un Aymara te abre su corazón, te da toda su vida, ya eres parte de ellos.

Después de 9 años en este maravilloso altiplano y sus gentes que entraron y nunca se fueron de mi corazón, fui a Valle Hermoso (Cochabamba). Un Barrio marginal. Realidad muy diferente a la vivida. aquí trabajé en la promoción Integral de la mujer y en la atención y control de la salud (niño-madre). En esta zona son Quechuas.

Luego de unos años, a petición del Obispo, fuimos al Chapare, zona Tropical de Cochabamba. Era y sigue siendo zona denominada “roja” por ser lugar donde se produce Hoja de Coca y donde en forma clandestina se elabora “la pasta base de cocaína”. Aquellos años fueron un desafío grande. Ser testimonio y defender la vida ante un entorno que trabajaba “ en las tinieblas” como decían algunos. Era una evangelización silenciosa, influyendo más en los niños y jóvenes. Teníamos que ser prudentes.

Y mis últimos años han sido en Yucumo, Departamento del Beni. Otro mundo. Allí viven Benianos, Trinitarios, Chimanes, Quechuas y Aymaras. toda una mezcla de culturas.

Todos han robado mi corazón. Han sido 34 años, viviendo y caminando juntos. Creyendo y confiando en ellos. Son “gentes buenas” -como decimos por allá- de una gran fe. Confieso que he recibido mucho, a todos los niveles.

¿Cómo es un día normal en tu vida?

Amanece pronto. Y lo primero es ponerme ante Dios, orar. Este momento es primordial. Escuchar a Dios al iniciar el día, poner en sus manos todas las tareas, es fundamental para no olvidar que lo que “llevamos entre manos” es obra de Él.

Pronto empiezan los toques en la puerta. Y la apertura del Dispensario (Centro de Salud en pequeño). Las enfermedades más comunes son las diarreas de niños, deshidratación, problemas respiratorios, tuberculosis, leishmaniosis (espundia)

Otros momentos importantes, son los encuentros con la gente: a veces en sus casas, en la calle, en la Parroquia... ellos te abren sus vidas, te hacen participes de sus sufrimientos y alegrías.

Al final del día, regresas a la casa con el corazón lleno de rostros agradecidos por haberles escuchado y dado una palabra de aliento, de esperanza. Yo también me siento agradecida a Dios por haberme llamado a compartir la vida en medio de este pueblo.

¿Cuál ha sido la situación más dura a la que has tenido que enfrentarte? ¿Y la más gratificante?

Llegué al País con una Democracia recién estrenada y con muchos años de dictaduras. La devaluación de la moneda era tremenda y como resultado, mucho hambre, desnutrición en los niños. Ver ante tus ojos que la vida de un niño con deshidratante y un joven con tuberculosis, se te van de las manos porque no tienes medios o porque debido a sus “creencias” los padres no te permiten actuar...fueron situaciones que me impactaron mucho.

Lo más gratificante... ver el camino de crecimiento integral de todos ellos y de sus realidades. Hoy son ellos los protagonistas de su propio desarrollo.

¿Qué crees que puede decirnos y enseñarnos un misionero en Bolivia y esas comunidades a los cristianos de Palencia?

Las comunidades cristianas de Bolivia, son hombres y mujeres de una gran fe y confianza en Dios. Aunque la vida les “azote con dureza”, no pierden la esperanza. En una ocasión, una mujercita me dijo:” Hermanita, nos podrán quitar todo: comida, educación, salud...pero a Diosito nunca nos lo podrán quitar”. Todos ellos desde su pobreza, saben compartir y disfrutar, gozar de la vida. Su sentido de fiesta es impresionante.

En nuestras Parroquias, los laicos tienen un papel importante. Son responsables de la Pastoral Juvenil, Infancia Misionera, Catequesis Familiar, Ministros de la Palabra y de la Comunión. Semanalmente se reúnen para su formación y para orar la vida y confrontarla con el Evangelio. (Ver-Juzgar y Actuar).

A los cristianos de Palencia decirles, que no se acobarden. Su papel dentro de la Iglesia es importante y tienen que “pelear” para tener su lugar. Desde nuestro Bautismo todos somos llamados a ser Testigos de nuestra fe allí donde estemos.

Les invito a lanzarse, a comprometerse, a no tener miedo ni vergüenza de confesar su fe.