Eutanasia y cuidados paliativos

Eutanasia y cuidados paliativos

La eutanasia es un término equívoco. Etimológicamente significa “buena muerte”. Pero esto que resulta naturalmente deseable se ha convertido en un tema de debate. Todos queremos una buena muerte sin que artificialmente nos alarguen la agonía ni nos apliquen remedios desproporcionados, queremos ser informados y participar en la toma de decisiones.

Se puede definir la eutanasia como la “acción médica” que tiene como consecuencia primera y primaria la supresión de la vida del enfermo próximo a la muerte y que así lo solicita. Esto es la conocida como “eutanasia activa directa”.

La solución pasa por un cuidado integral a quien pronto va a morir, tratando tanto los sufrimientos físicos como los sicológicos, sociales y espirituales, sin dejar de lado a la familia. Son las unidades de “cuidados paliativos”, escasas todavía y mal dotadas en medios técnicos y humanos.

Por tanto, acción directa aplicada a enfermos terminales y a petición de estos. Se descarta de este modo las personas inconscientes o con graves trastornos cognitivos (demencia), a no ser que previamente se hayan manifestado de otra manera con un testamento vital, y a los menores de edad.

Entendemos que con unos “cuidados paliativos” de calidad serían muy pocos los pacientes que solicitaran la práctica de la eutanasia. Los enfermos terminales lo que piden es acompañamiento, un tratamiento digno y humano, y el control de los numerosos síntomas que surgen en estos momentos, especialmente los dolores, con utilización de dosis suficientes de analgésicos, incluidos potentes sedantes. Aunque de esta manera se acorte la vida y se produzca la muerte inducida. Esta práctica se denomina sedación terminal. La práctica de los cuidados paliativos requiere una formación específica y debe formar parte de toda política sanitaria. Parece que resulta más fácil y barato acabar con la vida de un paciente terminal que formar especialistas y unidades bien dotadas de “cuidados paliativos”.