Los cristianos y el valor del dinero

Los cristianos y el valor del dinero

Indudablemente, el dinero es útil, no se trata de demonizarlo, pero existe una regla que vale sorprendentemente tanto para las personas como para los Estados: por encima de un determinado umbral, el bienestar no guarda correlación con el aumento de la riqueza. El verdadero problema es el uso distorsionado del dinero, el apego a él y la avaricia.

Hay principios morales referidos al dinero que no son necesariamente cristianos, sino que cualquier pagano o ateo honrado los practica: pagar un precio justo, no robar, no estafar, cumplir con los deberes fiscales, tener prudencia en los gastos, no despilfarrar...

Frente a eso, hay un enfoque específicamente cristiano, que considera que el dinero -y todos los otros recursos, talentos y riquezas- debe estar al servicio y la expansión del Reino de Dios, un “Reino” que la Biblia define como “justicia, paz y el gozo del Espíritu”. El hombre intenta sentirse seguro rodeado de cosas como protección y en nuestra cultura occidental se alienta especialmente el consumismo como objetivo principal en la vida. No obstante, un criterio básico para vivir como cristianos es no vivir según los criterios del tiempo presente, sino vivir según la voluntad de Dios. El orden político y social que promueve la Iglesia Católica está inspirado en la dignidad del hombre como imagen de Dios y en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, entre ellos el bien común, el destino universal de los bienes y la solidaridad. Son valores permanentes al servicio del Reino de Dios. Todos los cristianos están llamados a practicarlos.

Consideremos entonces como principios básicos del manejo del dinero en clave cristiana la generosidad, el desprendimiento y el desapego. Para cultivar estas virtudes, existen prácticas de eficacia espiritual inmediata, como relacionarse con pobres, para no ser ciego al sufrimiento real, y practicar el desprendimiento: vivir con menos, fomentar la austeridad, saber que el dinero no es nuestro amo.