Un mundo en crisis

Un mundo en crisis

Es evidente para todos que vivimos en un mundo en crisis, tanto social, como política o económica; como afirma el Papa Francisco, estamos inmersos en un cambio de época, de la que todos somos conscientes.

Entre otros aspectos, hemos contemplado un cambio vertiginoso en la forma de vida, con una auténtica batería de ingeniería social: imposición del pensamiento único, incluso desde la infancia, despenalización de delitos, cultura de la cancelación del pensamiento, cambios en el modelo de familia, crisis de natalidad, pérdida del sentido común en definitiva.

En el fondo, subyace la exclusión de Dios en nuestra vida, y, por tanto, una desvinculación generalizada, personal y social, con una ética objetiva y con la verdad.  Incluso nos aislamos en nuestra propia burbuja y ese desarraigo espiritual conlleva a un desarraigo existencial, intelectual y moral y cuando ya estamos solos, sin familia, sin capacidad de reacción social, buscamos que el poder político nos salve. La solución a nuestros conflictos pasa por reflexionar sobre todos estos aspectos, que están interconectados, y preguntarnos ¿qué lugar ocupa Dios en todo esto? ¿Cómo hemos llegado a esta desvinculación? Muchos pensadores indican que es por la cultura del individualismo, del relativismo, de lo provisorio (sentimientos y emociones), el materialismo y el debilitamiento de la fe y la práctica religiosa. Todo ello apoyado por legislaciones que la favorecen y otras causas, como vivir en un mundo globalizado  con su desorientación moral, la especulación financiera, la secularización interna de los propios cristianos, la falta de compromiso.

Necesitamos una antropología adecuada para afrontar esta crisis, con la dualidad cuerpo- alma, persona-sociedad, basada en la doctrina social de la Iglesia, donde las carencias deben ser compensadas, porque las consecuencias son importantes, desde la crisis demográfica a la soledad incluso en compañía, enfermedades mentales, dependencias tóxicas.

Volvamos a proclamar nuestra fe en Dios, a ponerlo en el centro de nuestra vida, saliendo del individualismo y afrontando los retos con responsabilidad y compasión, recordemos que es un Dios de Paz, Amor y Esperanza. Un Dios que nos libera de nuestros miedos (cf. Isaías , cap.41 .. “No temas, porque yo estoy contigo”) .