Educar es un proceso complejo. Siempre se pone en juego el protagonismo del niño o niña, del adolescente, del joven o del adulto de cualquier sistema educativo. Éstos nos son sujetos pasivos sino que deben situarse en el centro de todo este proceso. Esta idea subyace en el “Pacto educativo Global” que el papa Francisco ha propuesto para esta sociedad global del siglo XXI; la persona siempre en el centro.
Para ello se necesita construir una “alianza educativa” que involucre a todas las personas; una aldea de la educación donde se comparta el compromiso por generar redes de relaciones humanas, procesos educativos inclusivos y abiertos.
Y es que cada persona tiene un valor único; la dignidad de una universitaria de Oxford ha de ser la misma que la de un niño senegalés, un hombre de color de Guinea Papua o la de una líder indígena de la Amazonía. Es verdad que se ha avanzado mucho y que hoy nadie discute que estas personas compartan al mismo tiempo belleza y singularidad.
Pero no vale con esto, lo verdaderamente educativo es generar espacios donde se cultive la capacidad para relacionarse y por supuesto, se respete escrupulosamente el medio en el que se vive. Nadie puede sentirse rechazado, discriminado o descartado de este derecho a la reciprocidad. Como dice el papa Francisco, hay que educar para el diálogo, para el encuentro, para la generosidad e, incluso, para establecer vínculos de solidaridad.
Poner a la persona en el centro es algo muy serio. Cuando la sociedad global pone en su epicentro a la economía, se debilitan las relaciones auténticas y se adormece la conciencia crítica. Y no puede haber proceso educativo si no hay verdadera toma de conciencia o no se desarrolla el espíritu crítico.
Desde Justicia y Paz, asumimos este pacto educativo global como camino a recorrer en el sueño de otro mundo más acorde con esta “bergoliana cultura del encuentro”. Es evidente que la realidad económica, tecnológica y cultural sería bien distinta si todo el sistema socio-ecológico gravitara en torno a la dignidad de la persona.
Educar es servir y el servicio es un pilar de la cultura – dice Francisco-. Educar, sea de la forma que sea, es inclinarse ante quien tiene una necesidad y tender la mano, sin cálculos, sin temor, con ternura y comprensión. Jesús se inclinó y lavó los pies a sus discípulos y ésta fue su gran lección: “Haced vosotros lo mismo”.