
Un documento para el discernimiento “durante” la Asamblea General, pero al mismo tiempo una preparación “con vistas” a la asamblea para los participantes y los grupos sinodales: “La finalidad del proceso sinodal -se especifica- no es producir documentos, sino abrir horizontes de esperanza”.
El Instrumentum laboris consta de un texto y quince fichas que aportan una visión dinámica del concepto mismo de “sinodalidad”. Más en detalle, hay dos “macro-secciones”: una primera que destaca la experiencia de los dos últimos años y el camino a seguir para llegar a ser cada vez más Iglesia sinodal; y una segunda que destaca las “tres prioridades”, en el centro del trabajo en octubre de 2023, vinculadas a los tres temas principales.
Retransmisión del Encuentro Final de la Fase Diocesana del Sínodo
● SALUDO del OBISPO de la DIÓCESIS
Pues, un proceso parecido a este, hemos realizado en nuestra Diócesis, respondiendo a la invitación del Papa Francisco en pro de una Iglesia sinodal y de un estilo que debe perdurar, caracterizar y configurar nuestro ser y actuar.
Aquí se recoge el fruto de nuestras reuniones, diálogos, aportaciones, y sugerencias después de haber tomado conciencia de nuestra realidad, de lo que nos dice y pide el Espíritu Santo: «El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (Apoc 2, 7, 11, 17, 29; 3, 6, 13, 22).
Deseo que conozcamos lo que entre todos hemos trabajado, guiados por el Señor, y lo tengamos en cuenta en nuestro caminar. Es nuestra aportación a la Iglesia universal, presidida por el papa Francisco. Pero, sobre todo, deseo que sigamos caminando juntos, en clima fraterno, siguiendo los pasos de Jesús y continuando su misión y pasión por el Reino. No nos podemos quedar en lo escrito, sino que dóciles al Espíritu Santo, como hemos hecho en nuestros grupos, tenemos que «hacer que germinen los sueños, suscitar profecías y visiones, estimular la confianza, curar heridas, entretejer relaciones, suscitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos» (Papa Francisco. Discurso al inicio del Sínodo dedicado a los jóvenes, 3 de octubre de 2028).
Solo me queda dar gracias a Dios que sigue guiando a esta Iglesia diocesana, a todos los que habéis orado y participado en grupos, al Equipo Sinodal que tanto ha trabajado elaborando los materiales -que han sido muy valorados-, visitando y animando a los grupos con una entrega que admiro y agradezco de corazón; sin la ayuda de Dios y su trabajo y entrega no hubiera sido posible lo que esta síntesis manifiesta, el sentir y el latido del Pueblo de Dios que peregrina en Palencia.
+ Manuel Herrero Fernández OSA
● RELATO del PROCESO SINODAL en la DIÓCESIS
En septiembre nos llegó el material de Roma. Después de estudiarlo, afrontamos el reto de traducirlo a un material de trabajo sencillo, fácil de trabajar y entender, que mantuviera íntegras las claves fundamentales del Sínodo. Seleccionamos 5 bloques y fuimos adaptando las preguntas a los destinatarios: a los niños, a los jóvenes y a los adultos.

Todo esto ha estado acompañado de una guía para animadores y de ayuda a los grupos, elaborada a partir del Vademécum y el Documento Preparatorio, con algunas claves importantes: cuál es el objetivo, qué fases hay, qué actitudes cuidar, cómo evitar trampas, etc.
El hilo conductor de todos los materiales es el mismo: discernir con otros sobre el sentir de nuestra Iglesia (momento actual y propuestas de futuro) y vivir una experiencia de participación y comunión. Y este discernimiento se ha hecho escuchándo-nos, y escuchando el Evangelio.
A finales de septiembre se lanzó la convocatoria, la difusión del proceso sinodal. Teníamos que contagiar el entusiasmo, dar razones para creer en este proceso. Lo primero fue convocar a todo el Presbiterio de Palencia.
El 16 de octubre celebramos nuestra Asamblea Diocesana. Se convocó a los Consejos Pastorales de las zonas y de las parroquias, a animadores de grupos, movimientos y asociaciones, etc. Presentamos el proceso sinodal y, a lo largo de la mañana, se trabajó en 9 talleres en torno a las claves de participación, comunión y misión (talleres sobre la escucha activa, la animación, el acompañamiento, el discernimiento, etc.). Al día siguiente, con una Eucaristía en la Catedral, celebramos la aperturta del proceso sinodal en la diócesis.
Se crearon los Equipos Sinodales de Zona/Arciprestazgo. Han sido equipos operativos de 4/5 personas (2 laicos y 2 sacerdotes, y, si se da el caso, un religioso). Tuvimos varias reuniones para presentar sus funciones, compartir el trabajo que se iba realizando y ver dificultades, etc. Estos equipos han tenido la misión de animar en su zona el proceso sinodal, cuidando de que llegara a todas las parroquias y unidades pastorales. De esta manera se fueron constituyendo los Grupos sinodales en los distintos espacios y dinamismos eclesiales de la diócesis. En las parroquias, grupos de catequesis, liturgia, Consejos Pastorales, movimientos de Acción Católica, de matrimonios y nuevos movimientos, Manos Unidas, Cofradías; en los colegios, profesores de religión para trabajar con los niños y jóvenes, etc. Los grupos nuevos que se han creado en este momento expresan la intención de querer continuar, la riqueza de compartir, ser escuchados y escuchar.
Hemos buscado una participación “más plena”, acercándonos y escuchando también a gente que no está en nuestro círculo creyente, a alejados de la fe, no practicantes (asociaciones culturales, universidad popular, centros sociales, escuelas universitarias y mundo de la cultura). Nos hemos acercado a algunos ámbitos de pobreza y exclusión, escuchando a reclusos de la cárcel y funcionarios, centros de “personas sin hogar” y “personas con discapacidad”, enfermos de centros asistenciales de las Hnas. Hospitalarias, etc. Ha sido interesante también la aportación de un grupo de personas de otras confesiones (musulmanes y ortodoxos).
Tuvimos una reunión con el Consejo de la CONFER de Palencia. Han participado en el proceso sinodal desde tres ámbitos: integrándose en los grupos de las parroquias, donde ya trabajan y participan, formando grupo en sus propias comunidades, o bien trabajarlo desde sus ámbitos de acción: colegios, residencias, etc (con el voluntariado, con las personas que acogen y acompañan...).
Hemos querido cuidar la Formación. Contamos con la presencia de D. Luis Marín (Subsecretario de la Comisión en Roma para el Sínodo), que comentó las claves fundamentales del proceso. En febrero invitamos a Dña. Cristina Inogés (Comisión Metodológica para el Sínodo en Roma) y nos aportó diferentes aspectos de la corresponsabilidad. A lo largo del curso nuestro Obispo, D. Manuel, en diferentes medios diocesanos, también ha lanzado y desarrollado algunas claves del trabajo sinodal en curso.
La proyección del trabajo sinodal en los Medios de Comunicación locales ha servido para difundir y abrir cauces de participación. Nos reunimos con la oficina de medios de comunicación de la diócesis para programar diferentes acciones: grabación de cinco audios sobre algunas claves del sínodo como la escucha, la participación, la importancia de hacer camino juntos, etc..., artículos en prensa, presencia en radio y otras. Tuvimos la suerte de compartir espacio en la 2 de Televisión Española con Cristina Inogés. Las noticias en RRSS, en la web de la diócesis, etc, han favorecido la proyección del trabajo sinodal a la población palentina y también fuera de nuestra diócesis.
La Síntesis de la Fase Diocesana se ha elaborado recogiendo tendencias comunes y puntos de convergencia, junto a aquellos puntos que nos pueden abrir un nuevo horizonte. Esta síntesis se presenta en el Encuentro de Clausura de la Fase Diocesana.
● APORTACIONES
• En el proceso de síntesis hemos querido cuidar la fidelidad a lo aportado, junto con la pedagogía de su exposición.
• Las líneas de futuro marcarán el camino de la Iglesia del Señor en Palencia.

CONSTATAMOS...
• En general no nos sentimos bien escuchados por parte de la jerarquía de la Iglesia universal y española. A medida que sube el nivel jerárquico, disminuye la cercanía y la escucha. No favorece la buena imagen de la iglesia. Debería escuchar más la realidad actual que viven los hombres y mujeres de hoy. No sabe escuchar la nueva sociedad, está alejada y no muestra interés en esa escucha.
• En cambio, en la Iglesia local, en la zona pastoral y en la parroquia, si nos sentimos escuchados. Tenemos espacios de encuentros abiertos, de cauces de participación, de escucha, (aunque a veces depende del párroco). Nos sentimos valorados como personas. Estamos aprendiendo a escuchar. Sí hay cauces diocesanos y parroquiales para tomar la palabra, poder expresarse y ser escuchados: Consejos Parroquiales, Asambleas, Delegaciones, Coordinadoras, el mismo Sínodo... Si participamos en algún grupo sí nos sentimos escuchados, pero fuera de la Parroquia es más difícil.
• Pasan más desapercibidas las voces de los que no forman parte de algún grupo parroquial, las voces más críticas, las que pretenden innovar, las de los niños, jóvenes, mayores, pobres, personas alejadas, divorciados, homosexuales, mujeres, inmigrantes y cofradías. La Iglesia tiene dificultad para escuchar los signos de nuestro tiempo.
• Las estructuras eclesiales, incluidas las parroquias, en general se muestran frías, mucha gente anónima y comprometida no encuentra el lugar ni el momento para proponer u opinar.
• Falta imaginación y creatividad para dar a conocer la vida de la iglesia, los ámbitos de participación y todo lo que tiene de vida, de valores positivos, de aportación a la sociedad.
• Potenciar la escucha y la participación activa y responsable en las acciones de la comunidad, en especial con edades intermedias y jóvenes. Cuidar actitudes como el respeto, la humildad, la corresponsabilidad, la confianza, la cercanía y la generosidad.
• Mejorar los cauces de comunicación, difundir mejor lo que se hace, más medios de información, más creatividad para transmitir, desde el respeto y la tolerancia, lo bueno que tiene la Iglesia y que llegue a todos. Utilizar las redes sociales, las nuevas tecnologías y los distintos medios de que se dispone para conectar con la gente: hoja parroquial y diocesana, redes sociales, buzón de sugerencias, carteles informativos. Desarrollar más la coordinación entre parroquias.
• Mas formación y protagonismo a los agentes de pastoral. Tenemos que formarnos para hablar, escuchar, sentirnos responsables y asumir responsabilidades. Ofrecer más espacios de participación, donde se tenga en cuenta también al entorno: grupos dinámicos, asambleas, talleres y encuentros de formación. Más formación sistemática y permanente en los laicos para favorecer la participación. Más concienciación del clero para asumir el protagonismo de los laicos. Saber delegar. Estructuras más abiertas y asamblearias, más decisorias que consultivas.
• Mejorar la atención y acogida en las Parroquias a las personas distantes y en los momentos que vienen: funerales, bodas, bautizos, comuniones, devociones populares... Recibir a los que menos participan en la comunidad con empatía y respeto a las opiniones diferentes. Estar atentos a la pluralidad de la cultura, eliminando prejuicios y evitando moralizar.
• Poner más empeño y dedicación a los jóvenes: hoy no son escuchados, se piensan propuestas para ellos sin ellos. No se dedica tiempo ni procesos para que nazcan propuestas que vengan de sus propias necesidades e inquietudes.
CONSTATAMOS...
• La escucha ha sido mínima a lo largo de los tiempos; históricamente la Iglesia tuvo el poder y el control, y no veía la necesidad de escuchar a nadie. Hoy sigue siendo desigual; Hay algunos temas en los que la escucha escasea.
• Sigue encerrada en sus círculos de poder defendiendo intereses económicos más que espirituales, polarizada entre los extremadamente dogmáticos y los que quieren cambiarlo todo.
• Se perciben dos Iglesias: la Iglesia jerárquica, que está más distanciada que nunca de la realidad; y la Iglesia de base, que sí que es mucho más cercana y sensible a las necesidades del hombre y la mujer contemporánea.
• Se valora muy positivamente la labor de escucha que realiza Cáritas. También se pone en relieve la iniciativa del sínodo y su apertura a escuchar diferentes voces. Varios manifiestan sorpresa por ofrecerles la posibilidad desde la Iglesia de expresar lo que piensan, aunque no sean cercanos a la misma.
• Los creyentes de otras religiones (musulmanes, ortodoxos...) se sienten acogidos en nuestras comunidades, respetados, y apoyados en sus necesidades.
PROPONEMOS...
• Escuchar activamente y comprender mejor la diversidad de la sociedad. Actualizarse y escuchar a los jóvenes.
• Acompañar a los que lo necesitan. La Iglesia debe de estar presente en los sitios donde se trabaja con los que más dificultades tienen.
• Implicarse en los problemas y situaciones actuales: el papel de la mujer, la homosexualidad y la violencia de género, etc. Replantear y abrir el debate en torno al celibato.
• Crear y potenciar foros y espacios de diálogo y escucha. Practicar la fraternidad y predicar con el ejemplo.
• Transmitir un mensaje claro y consensuado que no lleve a confusión y desconfianza.
• Valorar las experiencias que tiene la gente para analizar por qué cada vez hay menos gente en la Iglesia.

• La mayoría de los jóvenes manifiestan sentirse poco escuchados y que tampoco se tiene en cuenta su opinión.
• Algunos jóvenes sí expresan sentirse escuchados, sobre todo l@s que pertenecen a colegios religiosos o grupos parroquiales. Les ayuda a enfocar cuestiones y aprenden valores cristianos que dan sentido a su vida.
• En general las parroquias están más cercanas a su realidad y escuchan mejor sus necesidades. Sobre todo participan en la celebración de los sacramentos.
• Valoran muy positivamente la cercanía de la Iglesia a las personas excluidas o más necesitadas. (Se manifiesta en todos los grupos)
• No existen cauces para expresar las opiniones y no se respeta al que opina diferente
• La Iglesia tiene un pensamiento anticuado que no acoge las necesidades actuales de los jóvenes y sienten que no es su lugar.
• Crear plataformas adaptadas para la participación de los jóvenes (los consejos actuales no lo son).
• Ofrecer talleres de diálogo cristiano o crear puntos de encuentro en las parroquias.
• Una Iglesia que crezca en cercanía, apertura y actualización para dar a conocer la Palabra de Dios.
• Promover comunidades unidas.
• Organizar actividades para los jóvenes, que los animen a participar, a expresar su opinión y escuchar sus necesidades.
• Continuar escuchando y estando presente en la vida de los más frágiles y necesitados. Escucha sin juzgar las distintas sensibilidades
• Desmitificar aspectos de la Iglesia.

• Quieren que se les escuche en la familia, en la escuela, en la parroquia. En general se sienten escuchados en la Iglesia, principalmente por el sacerdote, por los catequistas y en clase de religión.
• Hablan y escuchan hablar de Jesús y de religión en la parroquia y en la clase de religión. No suelen hablar de Jesús ni de lo que hacen en catequesis o en los grupos con los amigos, ni fuera de la parroquia o de la clase de religión. En la familia la mayoría lo hablan con los abuelos y, en menor medida, con sus padres.
• Una Iglesia para todos, para niños, padres y abuelos, para toda la familia, abierta, cercana y acogedora. Escuchar más la voz de los niños en la Iglesia.
• Adaptar el mensaje de Jesús con celebraciones y catequesis más amenas, pues hay “palabras y gestos” que no entienden.
• Realizar actividades más divertidas para hacer amigos y conocer más a Jesús. Que la parroquia esté en las redes sociales. Que los adultos recen con nosotros. Lugares para reunirse los más pequeños.
• En algún grupo piensan que las mujeres deberían participar más en la Iglesia.
● EXPERIENCIAS de SINODALIDAD VIVIDAS

Y esto no acaba, es otro punto de arranque para nuestra diócesis, para seguir alimentando los grupos que se han creado, compartir las experiencias de comunión que se han vivido y seguir haciendo camino, abriéndonos a la lectura creyente de la vida y del futuro de nuestra Iglesia.
• La relación, la convivencia, el compartir, los vínculos que se han formado.
• El trabajo conjunto y la corresponsabilidad, la voluntad de vivir la unidad en la diversidad reconociéndonos en la tarea común. Ser comunidad.
• El crecimiento personal y sentimiento de pertenencia. Nos hemos sentido Iglesia.
• Soñamos con una Iglesia sencilla, cercana, que forma parte activa de la sociedad, comprometida con los problemas del mundo.
• Sentirnos escuchados y valorados.
• La apertura a nuevos aprendizajes e implicaciones.
• Entusiasmo vital.
• La participación de todos, especialmente de las mujeres.
• La experiencia de Dios en este proceso sinodal. Los ecos del Espíritu.
• Nos cuesta aceptar que hay diferentes puntos de vista y formas/experiencias de vivir la fe. “Lo nuestro” no es lo mejor ni lo exclusivo. Y también diferentes ritmos de trabajo y de acción. Lentitud de los procesos.
• Nos falta liderazgo en gran parte del laicado (y en sacerdotes también). Un liderazgo orientado al servicio, que cree en las personas, que contagia ilusión, creativo, que construye con otros.
• La dificultad del inmovilismo por parte de los sacerdotes. Algunos no creen que esto “del sínodo” valga para algo, y otros se conforman con seguir haciendo lo de siempre. O bien hay reticencias y miedo.
• El clericalismo. Si no pasa por la aprobación del cura, no se hace.
• La pandemia genera miedo y prudencia para reunirse, verse.
• Vivimos “mirándonos hacia dentro”, y nos falta ser una iglesia en salida, en misión.
• Los jóvenes -y los adultos de 30 a 50 años- no tienen “vínculos” con lo eclesial y están ausentes en la vida y propuestas de la Iglesia.
• Estamos viendo que es más fácil la reflexión que la práctica, que la ejecución de la tarea... nos falta creatividad, y también ganas de trabajar y buscar, crear y construir con otros.
• Nos cuesta proyectar lo que somos en el lenguaje audiovisual, en los medios de comunicación.
• Somos comunidades pequeñas y despobladas (pequeños pueblos).
● LÍNEAS DE FUTURO ABIERTAS tras el Proceso Sinodal
Cuidar la escucha. Mas allá de oír, supone abrir “nuestro corazón” ... también a los que no se acercan a nuestros ámbitos de Iglesia y por supuesto a los “primeros en el Reino”, a los más “desfavorecidos”.
Tenemos el reto de abrir procesos de acompañamiento, para escuchar, acoger a la persona que narra, siente y busca. Ayudar a que se exprese. Profundizar. Comprender. Porque solo desde ahí, cercanos a las personas, se podrá des-velar la pregunta sobre el sentido de “lo que soy y hago”, y poder hacer el anclaje con la propuesta de Jesús de Nazaret. Superando una fe mágica y ritualista, poco personalizada y separada de la vida. El Sínodo nos ha ayudado a proponer metas ilusionantes, a ver, leer pistas de futuro para el trabajo pastoral de nuestra diócesis.
Se nos emplaza a impulsar la presencia del laicado en los ámbitos sociales, en los foros donde se debaten y gestan cuestiones del mundo (sostenibilidad, banca ética...).
Protagonismo y formación de los agentes de pastoral. Formación para tomar la palabra, expresar, escuchar, proponer, asumir responsabilidades. Formación planificada y continua de laicos para favorecer el liderazgo. Personas preparadas y capacitadas, que se sienten acompañadas en su tarea.
Es el momento de repensar ritos, símbolos y esquemas celebrativos. Se demandan celebraciones participativas, alegres, epensar los lenguajes y conectar la vida con el Evangelio.
Necesitamos formación para comprender y vivir el significado de la celebración, de los signos y símbolos.
Poner en marcha nuevos espacios de encuentros celebrativos, distintas formas de celebración según las sensibilidades de los participantes (edad, mentalidad...).
De diferentes formas y lugares, también se emplaza a replantear el celibato opcional y el sacerdocio de la mujer.
Un estilo marcado por el servicio y no por el poder. Donde la autoridad no se expresa en las palabras, sino en la coherencia de vida. Y unas relaciones donde la voz y el sentir de la mujer también forme parte del gobierno de la comunidad, donde el laicado incorpore su experiencia de fe y vida, junto a la de las personas consagradas, para construir desde la diversidad de carismas.
Facilitando así el diálogo con todo tipo de personas y realidades. Practicando la "cultura del encuentro", desde la empatía y el respeto a la pluralidad de personas, de realidades, de formas de ser y de pensar.
Cuidando la comunicación, los lenguajes y los medios de conexión. Con transparencia, creatividad, respeto y tolerancia. Con una propuesta positiva de valores en la sociedad y en favor de la persona.
Fomentando el "trabajo en red", dentro y fuera de la Iglesia, dispuestos a la colaboración y la coordinación con otros ámbitos o colectivos sociales, asociaciones, instituciones, etc.
En este proceso han participado Consejos Pastorales diocesanos y de arciprestazgo, equipos eclesiales, y recogemos la valoración positiva de estos espacios. Pero también se expresa la necesidad de tener Consejos donde se ejerza la comunión real, donde la diversidad sea reconocida como riqueza y se fomente la toma de decisiones conjunta. No como una cuestión de derechos, sino de vocación y misión.
Se demanda el protagonismo del laicado, la voz de cristianos y cristianas que viven su fe y compromiso en el mundo y en la Iglesia. No es un tema de reparto de poderes, sino de vivir el servicio también desde el discernimiento y la toma de decisiones, junto a otros.
Una Iglesia inclusiva y no excluyente, que ofrece cauces de participación e impulsa la participación en la vida comunitaria. Donde se reconocen diferentes carismas y capacidades, en la que se distribuyen y asumen responsabilidades y tareas.
Humildad para reconocer y aprender de nuestros errores, de las ausencias y necesidades que vivimos. Para acompañar la vida cotidiana, mirando como lo hizo Jesús. La transparencia y el testimonio serán rasgos que marcarán nuestra credibilidad en el mundo.
Y creatividad para adivinar cómo seguir adelante, con fidelidad a Dios y al mundo de hoy. Para recuperar “la esencia”; Quizás -también en la Iglesia- tengamos que desprendernos de muchas cosas. Cultivando un espíritu crítico y constructivo. Creyéndonos que Dios habla a través de la historia, de este proceso sinodal, y en el siglo XXI.
Y creatividad para comunicar mejor, para abrirnos a los lenguajes audiovisuales de nuestra época. Dando a conocer lo que ya se hace bien y aportando también nuestra originalidad.
● A modo de CONCLUSIÓN
Y esto es un REGALO, para seguir construyendo la Iglesia de Jesús de Nazaret, el Cristo, comunidades de vida, apasionadas por el Reino. No se nos puede pedir más de lo que somos capaces de dar (en nuestro momento, situación, edad). Esta realidad sencilla y a veces frágil, no puede apagar nuestra pasión por construir, buscar, salir. Las dificultades no nos han impedido soñar y caminar. Sabemos que Dios acompaña el camino, no estamos solos (Mt 28,20).





La diócesis de Palencia afronta con ilusión la “fase diocesana” del proceso sinodal. Para nuestra Iglesia este proceso es, a la vez, un regalo y una oportunidad. Un momento propicio para escuchar y escucharnos, para mirar juntos hacia el futuro. Para poner nuestro granito de arena «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión».
Para ello, el Equipo Sinodal de nuestra diócesis ha diseñado una serie de materiales y recursos que quieren ayudarnos a vivir con intensidad este momento. Herramientas y metodologías concebidas para promover un auténtico tiempo de escucha participativo e inclusivo.
Tomado del Documento Preparatorio del Sínodo
1. La Iglesia de Dios es convocada en Sínodo. El camino, cuyo título es «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», se iniciará solemnemente el 9-10 de octubre del 2021 en Roma y el 17 de octubre siguiente en cada Iglesia particular. Una etapa fundamental será la celebración de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre del 20231, a la cual seguirá la fase de actuación, que implicará nuevamente a las Iglesias particulares (cf. EC, art. 19-21).
Con esta convocatoria, el Papa Francisco invita a toda la Iglesia a interrogarse sobre un tema decisivo para su vida y su misión: «Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio». Este itinerario, que se sitúa en la línea del «aggiornamento» de la Iglesia propuesto por el Concilio Vaticano II, es un don y una tarea: caminando juntos, y juntos reflexionando sobre el camino recorrido, la Iglesia podrá aprender, a partir de lo que irá experimentando, cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir la comunión, a realizar la participación y a abrirse a la misión. Nuestro “caminar juntos”, en efecto, es lo que mejor realiza y manifiesta la naturaleza de la Iglesia como Pueblo de Dios peregrino y misionero.
2. Una pregunta fundamental nos impulsa y nos guía: ¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?
Enfrentar juntos esta cuestión exige disponerse a la escucha del Espíritu Santo, que, como el viento, «sopla donde quiere: oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va» (Jn 3,8), permaneciendo abiertos a las sorpresas que ciertamente preparará para nosotros a lo largo del camino. De este modo, se pone en acción un dinamismo que permite comenzar a recoger algunos frutos de una conversión sinodal, que madurarán progresivamente. Se trata de objetivos de gran relevancia para la calidad de vida eclesial y para el desarrollo de la misión evangelizadora, en la cual todos participamos en virtud del Bautismo y de la Confirmación. Indicamos aquí los principales, que manifiestan la sinodalidad como forma, como estilo y como estructura de la Iglesia:
- hacer memoria sobre cómo el Espíritu ha guiado el camino de la Iglesia en la historia y nos llama hoy a ser juntos testigos del amor de Dios;
- vivir un proceso eclesial participado e inclusivo, que ofrezca a cada uno – en particular a cuantos por diversas razones se encuentran en situaciones marginales – la oportunidad de expresarse y de ser escuchados para contribuir en la construcción del Pueblo de Dios;
- reconocer y apreciar la riqueza y la variedad de los dones y de los carismas que el Espíritu distribuye libremente, para el bien de la comunidad y en favor de toda la familia humana;
- experimentar modos participados de ejercitar la responsabilidad en el anuncio del Evangelio y en el compromiso por construir un mundo más hermoso y más habitable;
- examinar cómo se viven en la Iglesia la responsabilidad y el poder, y las estructuras con las que se gestionan, haciendo emerger y tratando de convertir los prejuicios y las prácticas desordenadas que no están radicadas en el Evangelio;
- sostener la comunidad cristiana come sujeto creíble y socio fiable en caminos de diálogo social, sanación, reconciliación, inclusión y participación, reconstrucción de la democracia, promoción de la fraternidad y de la amistad social;
- regenerar las relaciones entre los miembros de las comunidades cristianas, así como también entre las comunidades y los otros grupos sociales, por ejemplo, comunidades de creyentes de otras confesiones y religiones, organizaciones de la sociedad civil, movimientos populares, etc.;
- favorecer la valoración y la apropiación de los frutos de las recientes experiencias sinodales a nivel universal, regional, nacional y local.





● el PROCESO SINODAL en NUESTRA DIÓCESIS
Tres mensajes para un Camino Sinodal
¿Cómo va a ser la “fase diocesana”?
● el PROCESO del SÍNODO en detalle
Vivimos en un tiempo de cambios epocales y en una sociedad que se resiente de una pandemia mundial, de conflictos locales e internacionales, del impacto creciente del cambio climático, la migración, las diversas formas de injusticia, racismo, violencia, persecución y desigualdades crecientes en toda la humanidad.
En la Iglesia, el contexto también está marcado por el sufrimiento que experimentan los menores y las personas vulnerables “por el abuso sexual, el abuso de poder y el abuso de conciencia perpetrado por un número importante de clérigos y consagrados” Dicho todo esto, nos encontramos en un momento crucial en la vida de la Iglesia y del mundo.
En medio de este contexto, la sinodalidad representa el camino por el cual la Iglesia puede ser renovada por la acción del Espíritu Santo, escuchando juntos lo que Dios tiene que decir a su pueblo.
● EQUIPAJE para el CAMINO

• ¿Qué experiencias concretas de nuestra Iglesia local recordamos como “sinodalidad vivida, camino hecho con otros, diversos y juntos”? Las enumeramos.
• Señala dos rasgos que definen la alegría de esa/s experiencia/s y otros dos que concreten las dificultades y obstáculos que se encontraron.
● IGLESIA que ESCUCHA
No me refiero al contenido, que el nuestro -en la Iglesia- siempre será la Buena Noticia, el Evangelio, me refiero a las formas, a “los cómo” de nuestras convocatorias y propuestas, a las estructuras que tenemos de participación, de dialogo, de corresponsabilidad... ¿existen? Y en caso afirmativo ¿cómo son?
Quizás la catequesis y la eucaristía, que son tan necesarias y vitales, no son suficientes para hacer una primera propuesta al mundo de hoy. O a lo mejor nos faltan los “previos”, los procesos de acompañar, escuchar, buscar, para des-velar la pregunta sobre el sentido de lo que soy y hago, y ahí poder hacer en anclaje con la propuesta de Jesús de Nazaret.
Este curso se nos ha invitado a preguntarnos por nuestro SER IGLESIA, en camino con otros, en un proceso sinodal. Podemos convertirlo en una OPORTUNIDAD para detenernos y “tomar la temperatura”, de nuestros grupos y parroquias. Cómo estamos, qué debemos cambiar y qué cuidar más o mantener ¿reconocemos las voces del barrio, del pueblo... más allá de la parroquia? ¿acogemos en nuestra iglesia la diversidad?
El proceso sinodal es una OPORTUNIDAD de mejora, y podemos hacer que sea también un REGALO para vivir una experiencia de participación plena, de comunión y de misión. Allí donde estemos, desde nuestra realidad sencilla y frágil, pero sin perder la pasión por caminar, por construir... en definitiva por buscar -junto a otros- cómo hacer un mundo más fraterno, más justo y solidario; para crear -al lado de otros-, comunidades de vida y de fe.

Diálogo con nosotros mismos, diálogo con los otros compañeros de camino. Diálogo con el medio que nos rodea y nos regala la casa común en la que habitamos. Diálogo sereno y esperanzado para poder encontrar entre todos lo que el Espíritu está suscitando en la humanidad. Pongámonos a la escucha del otro, y del Otro con mayúsculas.
Disfrutemos como Iglesia de un encuentro sincero con la sociedad en la que vivimos. Somos parte de la misma y estamos llamados a estar en medio de ella, desde la humildad, como quien sirve.
Intentemos, desde la cercanía, ofrecer, sin imponer, gestos y signos de esperanza, nunca de condena.
Dialoguemos con el mundo de la política ofreciendo encuentro en un ambiente polarizado. Acerquémonos al entramado económico que nos aporta bienestar, pero también grandes focos de injusticia.
Busquemos entre todos caminos alternativos para el bien común de toda la humanidad. La ecología integral, la banca ética, la economía circular y del bien común, entre otros, pueden ser ámbitos de dialogo para avanzar en este camino sinodal al que la Iglesia nos convoca.
¡Animo! Estamos en Sínodo. El camino es apasionante. El encuentro es su horizonte.

“El desafío es aprender a escuchar”. Esta expresión, entresacada de una reflexión en torno al Sínodo, sugiere una actitud clave, un ejercicio imprescindible, un instrumento básico, una tarea permanente para ser y vivir como Iglesia Sinodal: escuchar.
Nos sitúa ante el primer paso y ante un elemento transversal de todo el proceso. A la vez que recoge la originalidad y el objetivo principal de este Sínodo: garantizar la escucha real de todos los creyentes y de todos los que quieran expresar su opinión en este camino sinodal y, a través de la escucha reciproca, tratar de descubrir qué nos dice Dios en este momento de la historia.
Como bien sabemos escuchar es más que oír. El oír es un mecanismo biológico, espontaneo, mientras que escuchar es un ejercicio activo, es algo que se quiere, se aprende y se ejercita. Oír es cosa de los oídos, escuchar es tarea del corazón.
Lo que nos hace crecer, cambiar, avanzar es estar a la escucha, no atrincherarnos en nuestras seguridades. De ahí la importancia de quitar prejuicios, superar temores y abrirse al encuentro con otros; desde la acogida, la comprensión y el deseo sincero de aprender “de todos y con todos” y juntos abrir caminos de futuro.
Es una de las insistencias del Papa Francisco en la homilía de apertura del proceso sinodal: “El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante. No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas. Las certezas tantas veces nos cierran. Escuchémonos”.
Y “escucharnos recíprocamente” nos pide también tomar la palabra, es decir, expresarnos, opinar, proponer. Hablar con respeto, sinceridad y valentía. Hacer uso de la palabra como un ejercicio de libertad, de responsabilidad y co-responsabilidad.
Escuchar y tomar la palabra son movimientos de una comunicación abierta y respetuosa, libre y constructiva que fomenta la implicación de todos y cada uno de los creyentes en la vida y misión de la Iglesia.
Pelayo González

El Sínodo, (entre otras cosas), nos propone germinar sueños, hacer florecer la esperanza, aprender unos de otros... Y uno de los aspectos muy importantes, para diagnosticar entre todos, es ver como celebramos la fe y la vida, ver como son nuestras celebraciones.
A la iglesia vamos muchas veces a celebrar algo.
A la misa del domingo; a acompañar a un funeral; a bautizar a la recién llegada en la familia; a las sociales primeras comuniones; cada vez menos frecuente ir a una boda; a honrar a la patrona el día de la fiesta del pueblo. Incluso hay días en que necesitamos ir sin saber bien porqué, y hablar con el misterio de Dios que nos habita y que le sentimos como un maestro en el arte de vivir la vida...
¿Cómo salimos de las celebraciones? ¿Nos hemos aburrido...? ¿He hablado yo con Dios? ¿Todo lo hace el cura...? ¿Participan laicos? ¿Vamos solo de oyentes...? ¿Entendemos los lenguajes...? ¿Me ha tocado el corazón en algo...? ¿Son largas, pesadas? ¿Amenas, atractivas, me dicen algo...? ¿Resuena la vida, me siento yo activo o espectador...? ¿Hay pedagogía o un formalismo monótono y repetitivo...? ¿Qué tienen que aprender los curas? ¿Qué tenemos que descubrir todos? ¿Cómo aprendemos a celebrar mejor todos, para que las celebraciones sean encuentro, escuela, gimnasia para ser y para vivir, un parque, una plaza, un espacio de salud, y un arte vivir...?
Ricardo Fernández

