La modernidad nos enseñó a orientar nuestra vida mirando hacia el futuro, pues se suponía que la ciencia lo predecía y la tecnología lo controlaba. Pero la crisis del COVID-19 nos ha recordado nuestra vulnerabilidad, la imposibilidad de protegernos de todo. Como seres humanos somos animales racionales y, por definición, vulnerables, susceptibles de daño y sufrimiento, de placer y de dolor, de ser heridos.
Y esta vulnerabilidad puede ser psico-somática, social y espiritual, aunque todos estos tipos están interconectados y así todos inciden sobre las relaciones sociales, pudiendo generar crisis de sentido. Podemos optar por la resignación, que no sería moralmente aceptable; la mejor opción podría ser el reconocimiento y mitigación de l